Es sabido por muchos que, cuando empezó el proceso de composición de Four Calendar Café, séptimo LP de Cocteau Twins, las cosas estaban algo torcidas en la banda escocesa: la relación sentimental entre Elizabeth Fraser y Robin Guthrie, totalmente degradada transcurridos apenas tres años desde el nacimiento de su única hija, había llegado a su punto final. La adicción a las drogas de Robin tuvo mucho que ver. En aquellos días, al legendario guitarrista le costaba mucho combatir ese problema.

Luego, entre los dos desenamorados se encontraba Simon Raymonde, quien hacía de testigo silencioso e imparcial en una posición muy incómoda para él, y con la que tuvo que lidiar cada vez que se reunían en el estudio. Fue en esta parte de la carrera del grupo que la dinámica de grabación comenzó a cambiar, ya que las sesiones a veces se hacían por separado, es decir, cada integrante con su instrumento en una jornada distinta, creando las bases sonoras para que posteriormente interviniera Liz con su inmaculada voz. A veces Simon trabajaba con los dos por separado, pero cada vez era más difícil verlos a los tres juntos.

Aunado a tan compleja situación cabe agregar que Liz pasaba por una fase personal muy sensible y especial, trascendente, por decir lo menos. Estaba en medio de una sanación profunda. Víctima de abuso sexual dentro de su círculo familiar durante su infancia, en esta etapa de su vida había decidido hablar de ello y así dejarlo atrás de una vez por todas. Por eso no es casualidad que FCC haya sido el primer disco de los gemelos en el que absolutamente todas sus letras son claramente legibles y comprensibles.

Antes de esta etapa, Fraser había sobrellevado el dolor mediante la elaboración de un lenguaje de fonemas indescifrables (fusionado con varios idiomas) como parte de un proceso de sufrimiento de una víctima de violación. Se trata de una expresión que implica dificultades para establecer la comunicación y, por lo mismo, es un refugio, un mundo de fantasía en donde nadie más tiene lugar, en el que nadie más entiende lo que ahí se dice. Ella misma reconoció que inconscientemente lo hizo así durante muchos años por miedo a ser escuchada, a ser juzgada. Pero para este entonces la terapia la había cambiado y le permitió hacerle frente a su lacerante pasado por primera vez, con una lírica intensa, valiéndose de las cuerdas vocales de un verdadero ángel que enternecían este difícil ejercicio de purificación, mientras que una irreal instrumentación creaba la atmósfera celestial necesaria para que todo fluyera en armonía. Era como si la dolencia, poco a poco, en cada nota, se estuviera transformando en luz.

Líneas como «No puedo llorar entonces no creceré, no sanaré hasta que lo deje ir» en el track inicial You Know Who You Are at Every Age; o «Fui una artista famosa, todo el mundo me tomó en serio, incluso aquellos que nunca me comprendieron. Tuve que fantasear para sobrevivir» en el single Evangeline son contundentes declaraciones sobre este parteaguas regenerativo por el que pasaba la oriunda de Grangemouth. Y qué decir de «Mi cuerpo es mío, solamente mío, yo merezco protección y puedo crearla para ti, ¿esto es lo que mi cuerpo ha dicho? Úsame, dréname, cae a mi alrededor» en la canción Theft, And Wandering Around Lost… simplemente desgarrador.

Pero en la intimidad de su ánima y dentro de esta transformación encontró otra causa vital para arriesgarse en su renacimiento; un resplandor que abstraía la congoja y le brindaba la motivación para seguir adelante: su hija Lucy Belle (para esos días ya tenía entre tres y cuatro años de edad), que simbolizó una esperanza y al mismo tiempo un consuelo. La crianza del fruto de sus entrañas representó el resarcimiento del daño que otros le habían causado a ella en el pasado. Por eso fue que ahí, desde el fondo de su corazón, surgió Pur, una de las manifestaciones de arte más hermosas y emotivas que registraron los Cocteau Twins en todo su catálogo.

 

Estoy feliz de que seas una niña

Me siento dichosa de conocerte

Te quiero por ti

Estoy feliz de que estés creciendo

 

Con estas líneas se abrió otro de los manifiestos más íntimos de Elizabeth Fraser, con el que representaba su evolución como persona en una nueva faceta de su vida: la de madre. Líneas tan simples pero al mismo tiempo tan poderosas construyeron la declaración de adoración materna más dulce que en estas circunstancias pudo darse. Eran fe y ternura hechas amor. Instrumentalmente hablando, un ola sonora cargada de un halo místico se iba levantando poco a poco, gracias a Robin Guthrie que, en un momento de sobriedad y clarividencia, pudo alcanzar el cielo con notas tan sublimes como el sentimiento que las inspiraron; ese sencillo pero tan conmovedor solo de electricidad etérea en la guitarra hizo reventar el oleaje en una catarsis que se iba tornando espiritual. Y así formaron su propio cosmos musical en el que la serotonina vibraba a flor de piel.

 

Alcánzame y no me perderás

Destruye la objetividad pero sigue sobreviviendo

Estás enojada y eso está bien

No me asusta tu enojo

¿Qué necesitas? ¿Qué es lo que quieres?

Te amo y sé que puedes entenderlo

 

Era Liz encontrándose consigo misma y escuchando su interior. Fue su alma hablando; el alma de una madre hablándole a su pequeña hija. Y también se hablaba a ella misma. Además, para muchos que escucharon de lejos, Pur implicó tantas cosas: el momento en que se reconoce al amor, la primera vez que se rompe el corazón, las encrucijadas de la vida, la añoranza por lo que se ha perdido y el volver a empezar. Inspiración para luchar con tus demonios. Aflicción para llegar al alivio. Pasión que se volvió canción.

Con este track se cerró aquel tratamiento de sanación, no solo para Liz sino también para Robin y Simon. Al final, esta terapia llamada Four Calendar Café significó una reflexión en los tres músicos acerca de quiénes eran y de dónde venían, en qué se habían convertido y también hacia dónde se dirigían (y seguramente ya vislumbraban que serían destinos separados). Tal vez por ello la portada del álbum (obra del fotógrafo Walter Wick, famoso por trabajar con libros para niños) muestra unos juguetes infantiles. Liz confrontó, como nunca antes, su tormentosa infancia; ya estaba lista para restituir su dolor por la ilusión de brindarle un mejor mundo a una nueva niña en su vida.

Es increíble cómo una composición tan brillante y olímpica puede transmitir sensaciones tan puras y humanas. Fue siempre el misticismo que caracterizó a esta bellísima banda.

Caray, cómo se les extraña.

 


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