El cuarto día del mes de septiembre del 2001, Explosions in the Sky, en ese entonces una emergente banda texana de este relativamente nuevo género llamado post-rock estaba intentándolo con el lanzamiento de su segundo elepé, sin tener idea de lo que días más tarde este significaría para ellos y para la escena, no solo por su contenido musical sino también por el aparente presagio que su arte exhibía. Y es que Those Who Tell the Truth Shall Die, Those Who Tell the Truth Shall Live Forever salió con una caratula que mostraba un ángel y un avión en pleno ataque aéreo, y días más tarde, el 11 de septiembre ocurrió el atentado de Las Torres Gemelas en Nueva York, Estados Unidos.

Por si aquella desafortunada coincidencia no bastara, dentro del bootleg del álbum se podía leer la frase «este avión se estrellará mañana» (y qué decir del nombre del grupo: explosiones en el cielo). Esta serie de casualidades desde luego le dieron un impulso de fama a la banda en la creciente red digital y sus respectivos foros melómanos, algo que los texanos bien supieron aprovechar para demostrar que la historia más interesante en ellos era realmente su música. Aquellos seis tracks sonaban no solo apocalípticos sino también combativos y oscuramente cinemáticos, y por si fuera poco, la sincronía de este momento también guardaba un lugar especial para el ascenso del post-rock, que comenzaba a proyectarse de manera importante en las nuevas preferencias alternativas. Fue entonces esta efervescencia dentro de todo ese contexto situacional lo que llevó dos años más tarde, en 2003, al cuarteto norteamericano a escribirle a esta etiqueta musical un capítulo con letras doradas para su historia.

Después del 9-11, el mundo ya no era el mismo. Durante este lapso de tiempo se nos inculcó, sobre todo en el país de las barras y las estrellas, que el enemigo dormía en casa, se encontraba asechando todo el tiempo y cualquier momento era el idóneo para convertirnos en víctimas mortales. Invasiones, terrorismo, conspiraciones, nuevas reglas fronterizas y aeronáuticas, junto a colonizaciones disfrazadas de rescates libertarios, fueron parte de una realidad facilitada por una constante campaña de miedo, en un entorno caótico en el que el poder y la muerte convivían de la mano. Fue en este contexto distópico que EITS reaparecieron con su tercer álbum de estudio que se entendió como un alarido que, aunque no tenía voz, sí tenía la fuerza de redimir conciencias, al menos de quienes supieron no solo oír sino también escuchar. Este clamor se llamó The Earth is Not a Cold Dead Place.

Como si se tratara de la bonanza después del caos, las respuestas luego de la incertidumbre o la luz al final del túnel, esta obra estaba hecha para aliviar el dolor de quien se atreviera a dar play para salir del coma del terror. La estrategia de Mark Smith, Munaf Ravani, Michael James y Christopher Hrasky fue recordarnos con teatrales melodías que incluso en tiempos difíciles la belleza aún nos rodea, que detrás de la maldad habita la bondad que empuja y espera su turno. Por eso, en estas jornadas bélicas las explosiones en el cielo crearon el soundtrack perfecto para resistir una nauseabunda realidad y hacerle frente generando nuevas situaciones de paz en nuestro interior, para que todos los que estuviéramos perdidos pudiéramos encontrar el camino de vuelta a casa.

El tracklist es un todo ininterrumpido de 45 minutos de catarsis pura. Sus filosas y delicadas guitarras simulan campanas de viento que rozan la parte trasera del cuello, y esas cascadas de trémolos suben y bajan en picada violentamente para sacudirnos las mariposas que habitan en el estómago. Son cinco episodios melodramáticos llenos de anhelo, frenesí y drama. Las detonaciones de ruido eléctrico no fueron intimidantes ni venían revueltas en sangre como sucedía en el Medio Oriente, sino que fueron producto de un cúmulo de energías y sentimientos descargados en cuatro instrumentos que nos tocaron el alma. Los desenlaces de cada capítulo de esta historia no tenían por qué ser trágicos ni desgarradores como ocurría allá afuera ya que, a pesar de no desconocer esta objetividad e incluso abordarla con dinamismo galvánico, propusieron en cambio nuevos comienzos y reconfortaron con la ilusión.

Las emociones producidas aquí son increíbles: nos colman de reflexiones sobre los más banales y al mismo tiempo significativos aspectos de la vida a los cuales vale la pena aferrarse; al verdadero esplendor del mundo detrás de la pólvora. Y al poco tiempo aprendimos que si estas premoniciones se estimulan con altos decibeles dentro de un cuarto oscuro, mejor, con el conducto auditivo bien abierto para que funja como canal directo al corazón.

Y ciertamente, de repente sientes que el mundo frío y gastado de muerte tal vez siempre fue así… pero no tiene por qué seguir siendo así.

Alguna vez para una entrevista, Munaf dijo que este LP fue el primer intento de EITS de crear canciones de amor. Y tiene sentido: The Earth is Not… se engendró a partir del sublime deseo de no solo preservar sino también mejorar nuestro mundo, de revalidar nuestra esencia como guardianes y así salvarnos a nosotros mismos. Y esta misión no puede ser impulsada por otro sentimiento que no sea el amor. Por eso este álbum es atemporal, inspirador para cualquier punto de quiebre en la historia del planeta y en nuestras vidas.

De paso, técnica y artísticamente hablando Explosions in the Sky registraron uno de los títulos definitorios para el post-rock. Después de esta producción el género cobró una relevancia distinta y los alcances para su sonido se expandieron. Muchos músicos de nueva generación quisieron imitar el nivel de control de mezcla en sus pedales, aceptaron la reverberación como un método para alcanzar el éxtasis e hicieron del trémolo una patente de esta label (influenciados por otras bandas gigantes también, claro está). De repente todos querían dibujar con ondas sonoras sus propios planetas Tierra que no estuvieran fríos ni muertos. En una época en la que la música electrónica y las tendencias digitales se apoderaron de la industria, pocos o muchos comprendieron que con arrebato e imaginación todavía hay mucho que hacer con las guitarras en ensambles instrumentales más orgánicos.

Pero emocional y sentimentalmente hablando, los texanos lograron algo muchísimo más trascendental: nos entregaron una obra de protesta por la emancipación, sin rabia de por medio ni la necesidad de acudir a la violencia para que fuera contundente. Por el contrario, apostaron por la sutileza y la elegancia al emitir este mensaje de resistencia tan contestatario y liberador: está bien sentirse solo y asustado, es a partir de esta aceptación que podemos crecer. Por eso esta música nos absuelve, es como un amuleto inmaterial que nos recuerda lo natural de nuestra condición humana en tiempos inciertos, lo catastróficamente hermoso que puede llegar a ser cuando a partir de este punto de inflexión nos transformamos. Lejos de apostar por la guerra y la opresión, Explosions in the Sky desafiaron el odio mediante el sonido, el amor y la esperanza.

 


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