Desde 2013 Tess Parks no grababa un nuevo álbum de larga duración. Fueron nueve años en los que la cantautora canadiense -con base en Inglaterra- concretó varios proyectos alternos y algunas colaboraciones (entre ellas Anton Newcombe de The Brian Jonestown Massacre) pero también se dio el tiempo, con toda tranquilidad, de ir moldeando y ensamblando sus nuevas composiciones que fueron circulando entre distintos estudios de Toronto, Lóndres y Los Ángeles. Y lo que al final quedó se llama And Those Who Were Seen Dancing.

Es un decálogo de confianza, autocomplacencia y de exótica psicodelia-avant garde. Esencial y sentimentalmente es un álbum con ímpetu y mucha vivencia detrás o entre líneas, con una amalgama instrumental perfectamente articulada, la cual no necesita precisamente de altos decibeles para sentirse vibrar en el interior. Es oscuro y sucio porque, bueno, si te firma Fuzz Club no podría ser de otra manera, ¿cierto? Pero sofisticado y hasta cierto punto erótico también lo es. Y les diremos algo más (y esto tómenlo como un tip): es un grower.


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