Quizá en las últimas semanas (o meses) han escuchado hablar del famoso NFT (en singular) o los NFTs (en plural), sobre todo en lo que respecta al mundo digital y particularmente al consumo de música. Y conforme pasen los días se hará más famoso e igual seguirá creando polémica, puesto que pretende terminar con la piratería en el mundo virtual, al menos en esencia. Bueno, más o menos.

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Antes que nada debemos establecer que estas siglas en español significan Token No Fungible. Este archivo es además un código único (hash) que se adhiere al código fuente de cualquier archivo digital. A una canción, digamos. Y cualquier modificación que esta tenga, por más mínima que sea va a cambiar este hash de manera sustancial por lo que el sistema determinará rápidamente si este archivo es o no es original. Es algo así como si tuviera un número de serie encriptado para su identificación y, usando el registro blockchain (o bloques de código), se valida su autenticidad. Así como estos bloques de código están conectados entre sí, de la misma manera los hash están conectados a los archivos NFT, asegurando que los tokens sean válidos.

El uso de estos archivos tienen muchísimo más sentido en el coleccionismo virtual, aunque no aplicaría para todo tipo de producto, como por ejemplo en los archivos de arte gráfico (fotos o cualquier otro tipo de imagen) porque en este caso la obra sería única y se vende como tal ya de por sí a un alto precio, contrario a un archivo de audio que se vende por miles (o millones) de copias a partir del archivo base.

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Ciertamente no todo consumidor de música es un coleccionista clásico de archivos digitales. Consumir música digital con NTF podría tener un alto costo económico y la pregunta para algunos -o para la mayoría de consumidores- sería ¿por qué pagar tanto dinero si se pueden tener copias (casi) exactas del mismo archivo? Pongamos por ejemplo el famoso meme de Nyan Cat (el gatito con cuerpo de galleta volando), que fue vendido por más de 500 mil dólares así como pasó con Jack Dorsey (fundador de Twitter) que vendió su primer tuit en la historia por 2.9 millones de dólares. Y todo porque los archivos tenían su propio NFT incluido. ¿Se imaginan cuánto podrían valer estos mismos archivos para un coleccionista en 50, 100 ó 200 años?

Algunas bandas ya están utilizando el NFT en sus obras. Por ejemplo, Kings of Leon lo encriptó en su disco When You See Yourself. Y es muy probable que con el tiempo más y más artistas hagan lo mismo, pero debemos tomar en cuenta que esto no impide de ninguna manera la copia ilegal de las canciones. No frena la piratería, vaya. Lo único que se logrará con estos archivos es la fácil identificación de cuál rola es original y cuál no. Quizá esto sirva más en la industria musical, para determinar entre disqueras y distribuidoras si el uso o venta de las grabaciones ameritan demandas económicas o no. Pero será cuestión de tiempo para ver cómo evoluciona el tema y qué otras opciones se incluyen en la idea.

 

 

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