Esta recomendación va dedicada a los fans del post-punk, de la música subterránea, del darkwave y las góticas melodías para románticos afligidos. Porque si hay una banda que puede reunir todas esas particularidades es Audra.

El proyecto de los hermanos Bret (voz, bajo) y Bart Helm (guitarra, piano), oriundos de Mesa, Arizona (Estados Unidos) no es nuevo ni mucho menos. Fue el año 2000 que los vio debutar con su primer larga duración, homónimo, presumiendo un sonido elegante con una instrumentación austera; utilizando solo lo indispensable para lograr una resonancia impecable: limpia y ojival. Así, seguidores de bandas como Bauhaus y Black Tape for a Blue Girl concentraron su atención en ellos por sus claras reminiscencias a la música darkwave aunque no precisamente apuntaban a ser un acto revival; más bien firmaron un sello propio como si viajaran en el tiempo, a un lugar perdido entre los 80s y los 90s.

Es cierto que la voz de Bret suena a la de un joven Steve Kilbey (The Church), ¿a poco no? Pero es genuina y digamos que desinteresada, o fuera de toda presunción cuando le canta al amor crudo, a los momentos de soledad entre vino y tabaco así como a experiencias en los trayectos de la vida desde la niñez a la adultez. Y las percusiones del tercer invitado en la alineación, J. DeWolfe marcan las pautas para cada mood en ritmos versátiles que recorren desde danzas en la noche hasta llegar a suaves beats de melodías para enamorarse en las tinieblas. Y en otras ocasiones, sus percusiones desaparecen totalmente para dejar que las finas cuerdas de Bart lo conduzcan todo a un estilo de balada de cabaret.

Con todos estos elementos vio la luz su segunda producción, años más tarde, llamada Going to the Theatre, que fue más o menos como contemplar una escultura hecha por el pintor Zdzislaw Beksinski y el cineasta Tim Burton; una experiencia de surrealismo sobrio para contemplar en la oscuridad.

Para el año 2009 los hermanos Helm cortaron sus raíces góticas y dieron un giro hacia lo convencional con el disco Everything Changes que, precisamente con un título muy descriptivo, demostraron que sus influencias musicales podían cambiar. Y dejando también atrás al reputado sello Projekt Records se instalaron en un parco «indie» rock, igualmente sofisticado como melódico pero que de oscuro no tendría nada salvo las cuerdas vocales de Bret. Y vaya que fue una rotación interesante la que dio Audra aquí, pues bien pudieran haber sido emparejados con actos del post-punk revival comercial de esa década, como el de Editors o Human Tetris, pero con un nivel distinto y una instrumentación -y ejecución- más distinguida sin lugar a dudas.

Lo anterior fue un picnic experimental para los norteamericanos que posteriormente los llevó a un hiato de nada menos que 10 años en el que no se les volvió a escuchar más. Hasta 2019, que regresaron a la escena con la edición de su cuarto LP, Dear Tired Friends que financiaron con la ayuda de sus leales seguidores que seguían ahí, rastreando los pasos de una banda independiente en la era moderna. Y sí, la agrupación regresó a la senda gótica, a sus raíces de sonido y a sus originales manantiales de inspiración, es decir, al darkwave, cabaret, neofolk y post-punk. Todos juntos pero no revueltos, en armonía.

Sin duda, Audra debe ser una de esas exóticas piezas dentro de nuestra colección de post-punk. Son una banda de matices interesantes tanto conceptual como musicalmente. Pueden representar -e incluso liderar- al grupo de artistas independientes en las sendas góticas al mismo tiempo que, por su trayectoria, pueden ser reconocidos como una de las más longevas de este milenio, sirviendo de influencia para quienes quieran trascender desde lo subterráneo de la escena. Los hermanos Bret y Bart Helm sin duda han firmado su propio registro, dibujan la pérdida y la desolación con trazos elegantes en la oscuridad, en sinergia con ese melódico dark rock-pop que alguna vez en la crítica especializada los hizo ser reconocidos como «el nuevo sonido del goth».

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