«Canciones tristes, sonidos baratos, tambores monótonos…» dice la descripción de PoPo en sus redes sociales, lo cual irremediablemente debería llamar la atención a todos los que asocian esas expresiones con música de baja fidelidad y aquella premisa que dice que el arte (en este caso sonoro) debería ser una expresión de la humanidad y sus aspectos característicos, tales como la imperfección y la sobriedad. Además, para los exploradores del ruido de habitación, estas palabras sugerirían un nuevo hallazgo.

Así que al adentrarnos a la obra de este misterioso proyecto sueco (aún no tenemos claro si es colectivo o solitario) aprenderemos que su apuesta de noise-pop bebe del shoegaze más austero y, hasta cierto punto, minimalista. Con una estética un poco descuidada y unas tonalidades ásperas de texturas rugosas, esta cadencia esconde muchos atributos pegadizos detrás del ruido.

Podríamos mencionar algunos referentes, desde luego: Astrobrite (en los tiempos de Supercrush) y LSD and the Search for God (en su EP homónimo), tal vez. Pero el eco de PoPo llegaría a ser aun más opaco, como aturdido. Sin embargo, en algunas grabaciones se despoja (un poco) de esa sucia y polvorienta capa para «limpiar» (solo un poco) su sonido, entregando melodías aparentemente más inocentes y amigables. Aun así, el aspecto rudimentario sigue predominando.

Verán, este sonido podría ser fiel acompañante de momentos triviales que necesitan de un caos ordenado para ser reconfigurados en algo más trascendental. Si pensamos en estas canciones como inocentes e incluso románticas melodías de sencillo pop, entenderemos que la atmósfera sucia y sofocante que acoraza el producto final funciona como una conexión a lo extraordinario, lo exótico.

No es este el tipo de fragor que trasciende en altos decibeles, por cierto; tiene el potencial de activar algún sentimiento de la misma manera que una dulce canción indie pop de verano lo haría.

 

 


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