Recientemente el productor británico Simon Green, conocido como Bonobo, compartió su séptimo álbum de larga duración que está bajo el sello discográfico Ninja Tune, el cual cuenta con la colaboración de Jordan Rakei, Jamila Woods, Miguel Atwood-Ferguson, entre otros.

Como le ha ocurrido a distintos artistas sonoros en los últimos dos años, la secuencia rítmica de Fragments surge como una forma de resistencia al letargo histórico que vivimos dentro de la pandemia. En este caso, las dunas de arena del Parque Nacional Death Valley de California, así como otros paisajes de la naturaleza, fueron parte de los escenarios que inspiraron la producción aleatoria del material. Así emergen los doce tracks que componen al álbum, los cuales transmiten sensaciones vinculadas a la libertad en compañía de visuales que reflejan el movimiento de las olas del mar, la velocidad que se alcanza al deslizarse en patines en carretera o imágenes construidas por medio de arte lisérgico.

 

Este lanzamiento sólo representa la continuidad del sonido que Bonobo ha estado explorando desde décadas atrás, materializándose en el presente con variaciones mínimas que mantienen la estética sonora de sus producciones anteriores como en Migration (2017) y Animal Magic (2000). Sin embargo, las detonaciones del sintetizador modular del artista alcanzan picos que evocan las sonoridades del techno que se exploraron en los años ochenta en Detroit, Estados Unidos, y que descienden con piezas que conectan con géneros como el chill out o deep house, los cuales funcionan bien para sacudir el blues de este invierno.

 

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