MONO es una de las bandas de post-rock más sofisticadas que existen. Son eso cuando convencionalmente se les encasilla en esta label, pero de unos años y álbumes en adelante podríamos referirnos a su música como algo más apegado a la categoría clásica o sinfónica moderna, eso sí, cargada de ruido y electricidad. O dicho de otra manera: la experiencia de adentrarse en su arte es algo así como escuchar música clásica hecha con instrumentos de rock, alcanzando un sonido tan frágil como denso, tan pesado como armonioso.

Todos los trucos de los libros de Verdi, Chopin, Bartók o Mozart están ahí, en la cosmovisión de Takaakira «Taka» Goto, mente maestra detrás de las detonaciones melódicas de esta banda japonesa que no da un paso sin mirar por igual al barroco, al rock y al metal. Y es que Taka ha escuchado música clásica desde la infancia. Por influencia de su hermano mayor, aprendió a tocar guitarra a una edad temprana. Luego, ya un poco mayor, se refugió en el reverb de My Bloody Valentine y en los extremos de Led Zeppelin. Ahora, en su madurez, toma todos esos elementos y los fusiona con sensaciones e imágenes en su cabeza que le inspiran instantáneamente a crear los paisajes sonoros más emotivos y nostálgicos imaginables, construidos a partir de crescendos y explosiones catárticas capaces de sacudir conciencias.

Hay una rúbrica especial en el sonido de MONO, un cimiento básico y esencial a partir del cual todo lo demás se construye. Nos referimos a sus ilustres y densas guitarras, particularmente, al juego de cuerdas de nuestro héroe Goto que, con una magistral técnica de trémolos y con la ayuda de algunos trucos de magia en sus pedales, es capaz de emular a violoncellos tan suaves y profundos que canalizan en perfecta euritmia violencia y belleza, dos palabras, dos marcas de agua en su resonancia.

En su catálogo de obras maestras nos preguntamos cuál es aquella que simboliza la consagración de MONO. La respuesta, aunque nada fácil de concluir, podría ya estar en la mente de algunos de sus admiradores. Fue el mismo músico nipón quien, en el 20 aniversario de la banda (2018), públicamente despejaría esta duda: «Moonlight», tema surgido de un santiamén de clarividencia y salvaguardada por la bendita memoria.

Contó Goto en un anecdotario en redes sociales sobre episodios importantes de su carrera, que esta canción la siente como su primera composición original. No importaba que al momento de su creación la banda ya tuviera al menos tres álbumes y siete años a sus espaldas, porque a lo que se refería nuestro genio de las cuerdas era que fue aquí, con esta creación que sintió por primera vez que había encontrado ese sonido y las sensaciones que quería compartir por el resto de su vida:

 

Esto pudiera generar algunas confusiones, pero Moonlight es mi primera pieza original. Y a lo que me refiero es que esta canción fue la primera que sonó más a mí mismo sobre las otras miles que he compuesto desde que tomé mi primera guitarra a los 14 años.

 

Ante semejante afirmación, uno podría pensar que el nacimiento de la Luz de Luna tuvo que ser producto de un exacerbado proceso, pero no fue así. O bueno, tal vez sí. Digamos mejor que fue algo más fortuito, más espontáneo, como nacen muchas de las grandes obras de arte en cualquiera de sus expresiones. Esta surgió de una inesperada revelación en una tarde de verano de 2004 (dos años antes de la edición del LP You Are There), cuando la agrupación se encontraba girando por América. Taka narra que, de repente, las notas musicales llegaron a su mente como algo muy claro y estructurado. De inmediato recurrió a su cómplice Yoda (guitarrista rítmico) para compartirlas con él y para que le ayudara a recordarlas en el futuro. Por supuesto que, con todo lo que conlleva estar de tour en un continente distinto, con el tiempo volando entre compromisos y diversas actividades, no había ninguna garantía de que este par pudiera evocar ese momento de inspiración hasta su regreso a casa. Pero lo lograron, gracias al cielo lo lograron.

 

Empecé a escuchar todo muy claro: las melodías, los acordes, los beats, el mood y los sonidos. Fue justo después de un show en nuestra gira por Estados Unidos y en ese entonces no teníamos smartphones para grabar rápidamente o para dejar alguna huella, así que acudí a Yoda para checarlo juntos y dijimos: «No podemos olvidar esto nunca.» 

 

Durante los siguientes meses, ya en Japón, este diamante en bruto fue moldeado en el estudio de grabación y poco a poco fue tomando su grado de majestuosidad que hoy la hace reconocerse como una monumental pieza de vibración casi espiritual. Son poco más de 13 minutos en los que se va forjando una conmovedora senda hacia la nostálgica oscuridad, digna de frondosos bosques al anochecer, con estremecedores violines y delicadas guitarras eléctricas entrelazadas que van como cuchillos de cristal, suaves y afilados, haciendo de guías para motivarnos a avanzar hacia una purga que se sabe inminente justo después de imaginar la danza de las estrellas sobre una pista de agua congelada. Tamaki le concede, con sus líneas de bajo, vigor y solidez a lo que pudiera parecer endeble. Por su lado, Yasunori crea la base rítmica perfecta en la batería para vibrar con cautela. Ambos sostienen esas paredes de ruido que se construyen con tempestad y anuncian un hermoso caos que emerge de un alba de melancolía, sometiendo los tímpanos y los sentidos, dejando al escucha en una rendición total, expuesto a todo. Es una absoluta depuración para el alma, total vulnerabilidad emocional.

Para inmortalizar esta legendaria historia, dejamos para la reflexión dos revelaciones no menores de Goto sobre esta pieza maestra. Una hace referencia a la estima que sus compañeros de banda le tienen y que, con los años, le ha dado un significado propio:

 

Como una vez cada diez años Tamaki se acerca y me dice algo así como «Quiero que esta canción (una canción de MONO) sea tocada en mi funeral». Esto me ocasiona una mezcla de sentimientos, no quiero pensar en un evento así de triste pero al mismo tiempo me siento honrado. 

 

Bueno, pues Moonlight para mí es una de las canciones más importantes que tienen ese significado tan especial.

 

La otra revelación tiene que ver con la máxima inspiración musical de Taka y el guiño especial que le ha concedido para la posteridad:

 

Cuando terminé la canción, a propósito le dí el mismo título que «Moonlight» de Beethoven, porque sentí desde ese momento que iba a ser la canción más importante para mí.

 

Al final, este glorioso episodio de MONO para la eternidad puede resumirse en una frase que alguna vez usaron en la tienda Tonevendor para describir su sonido: «No son pesados como Black Sabbath; son más bien pesados como Beethoven». Touché.

 


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