Foghorn Records


Steve Kilbey es un músico fuera de serie; un artista versátil y descomunal. Tiene 67 años y no puede dejar de crear, de producir, de imaginar. Sus últimos trabajos con The Church lo han llevado a su fase más cinemática como compositor, dentro de una acuosa psicodelia que como cosmovisión le ha otorgado nuevos confines que explorar.

Su más reciente trabajo con esta legendaria banda, Man Woman Life Death Infinity (2017) pareció abrirle una nueva senda que apuntaba hacia el cosmos, y había que continuar recorriéndola. Para eso unió fuerzas nuevamente con su colega -también australiano- Martin Kennedy (India Radio), firmando un nuevo capítulo de Kilbey Kennedy, uno de sus ya innumerables proyectos alternos.

Así surge el fantástico Jupiter 13, concebido a la distancia (gracias coronavirus). Martin grabó la mayor parte de la música en Tasmania y luego le presentó el molde instrumental a Steve, quien aportó mínimos detalles y arreglos, luego imaginó las letras y comenzó a grabar su voz en Sidney. El resultado hoy es una fascinante producción que propone un éxodo ingrávido a través de 13 refinadas pistas: 11 de ellas son canciones «convencionales» (por llamarles así) y dos más son narraciones del propio Kilbey: Prólogo y Epílogo, para abrir y cerrar el LP respectivamente.

Cuando entramos en materia, la balada «ADSR» suena tan ligera y sedosa como las voces que se entrelazan para distender todos los sentidos a través del oído. Desde aquí el entorno se tergiversa en colores acuáticos en un ambiente irreal que irá expandiéndose progresivamente. Por eso, a pesar de que las frescas cuerdas acústicas anuncian el comienzo de «Rendezvous» la levitación es impostergable, y pronto podría convertirse en vuelo. Nuevamente el cruce de voces masculinas (Kilbey) y femeninas (Leona Gray) es atinado, y las guitarras eléctricas detrás alcanzan un registro ensoñador.

Para el track que da nombre al LP, la línea de bajo da un paso al frente como protagonista y las percusiones se vuelven más pesadas en el acompañamiento, pero no pasa mucho para que los cristalinos arpegios de guitarra nos sigan desprendiendo poco a poco de lo terrenal. Lo más emotivo de este capítulo está sin duda en su coro, con diversas voces entretejidas en varios canales, antes de un introspectivo interludio a piano que nos prepara para un cinemático desenlace. Luego llega «Circus» en modo más rocker si se vale la expresión, pero con un enigmático teclado creando toda una pared etérea de fondo, y ese juego de guitarras tan robustas como frías que nos llevan de la mano al punto en el que el flotamiento se vuelve ascenso hacia el firmamento. La humedad lo envuelve todo, y «We Are Missing» nos recibe en horizontes surrealistas en los que Kilbey canta con alta sensibilidad.

Una vez que cruzamos por completo el horizonte de lo conocido y ya planeamos en terrenos cósmicos con escalas ilusorias, la misión de Steve y Martin es mantenernos ahí; no arriesgarnos a ir más lejos, tampoco resignarnos a regresar. Forjan el balance del confort. Por eso temas como «Insane» y «Halfway» mantienen el mismo nivel de intensidad quimérica que nos retiene en trance con los ojos semi abiertos. Para cuando llega «No Attachment» el clima sigue bajando de temperatura y el tiempo se vuelve relativo mientras transcurren los bucles de sus ondas sonoras. Imaginen sobrenadar en olas suaves en un mar flotante con un júbilo mesurado. Y «Holiday» no hace más que prolongar este sentimiento.

Más adelante aparece la atmosférica «Aetolia» (nombrada así por una zona montañosa de Grecia), una de los composiciones más teatrales del disco. Los redobles de batería le dan un vigor especial; las cuerdas de nylon en un solo sentido parecen ir creando un sutil in crescendo, mientras que los ecos de Kilbey dan vida a una distinguida melodía. El estribillo instrumental es mágico, irreal (imagínense que ni voz necesita); nos eleva a un punto en el que el cielo multicolor se mueve y las estrellas relucientes iluminan los rincones de oscuridad que puedan quedar inadvertidos a nuestro alrededor. Esta una de las manifestaciones sonoras más hermosas que este par de señores lograron juntos, y sus cuatro minutos y medio bien podrían haber valido todo el álbum.

Y antes de llegar a la conclusión de la obra, «Liquorice Comfits» parece despertarnos del sueño pero nos mantiene en sugestión. Los astronautas deben volver a casa, aunque nosotros nos rehusemos. Poco a poco lo inmaterial se hace material. Poco a poco nos conectamos nuevamente con la nave nodriza mientras contemplamos la actividad de los átomos del universo… lentamente.

Cuando todo se acaba, la conclusión con Jupiter 13 es que debe entenderse como un álbum conceptual, de reflexiones sobre nuestra realidad a partir del polvo de las estrellas; del futuro de nuestra existencia no solo en nuestro mundo sino también en el universo, en un contexto mucho más amplio. Steve Kilbey y Martin Kennedy son dos maestros de la composición lírica-instrumental y su música para esta ocasión ha sonado vanguardista y progresiva. Apuntaron a la estratósfera y estimulan la imaginación hacia lo abstracto de la narcosis. Hay episodios que parecen ser gestados a partir de pinceladas de Salvador Dalí que se convierten bajo algún hechizo quimérico en ondas sonoras visualizadas como espirales que se deforman en el aire. Esto es surrealismo musical en una de sus más finas expresiones.

Tracklist:

  1. Prologue
  2. ADSR
  3. Rendezvous
  4. Jupiter 13
  5. Circus
  6. We Are Missing
  7. Insane
  8. Halfway
  9. No Attachment
  10. Holiday
  11. Aetolia
  12. Liquorice Comfits
  13. Epilogue

Me suena a: The Church, Pink Floyd, Cheval Sombre

 


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