En 1989, en los últimos momentos de la última noche del tour Love Comes to Town de U2, Bono cogió el micrófono y se despidió con el siguiente mensaje: «Este es el final de algo para nosotros. Tenemos que irnos para volver a inspirarnos». Sin saber exactamente a qué se refería, para todos algo estaba claro: se vivían tiempos de cambio.

La caída del Muro de Berlín fue un acontecimiento histórico que inspiró a muchos en diversos ámbitos alrededor del planeta, y la banda de rock irlandesa que había alcanzado no una sino un montón de veces la cima del éxito durante los 80s no sería la excepción. Atrás dejaban una década que disco tras disco, single tras single y gira tras gira les dio de todo, incluidas la monotonía y la comodidad de una misma fórmula musical… Algo que ya no querían más.

Lamentablemente, en el inicio de los 90s inició el mundo se volvió un poco salvaje. Esos aires de libertad provenientes de Alemania se esfumaron pronto; y es que Estados Unidos extendía su imperio con su más reciente conquista, Panamá, tras la rendición de su gobierno tras un año de invasión yanqui. Meses después, en el otro lado del globo al menos 288 misiles Tomahawk color blanco pintaron de rojo sangre los suelos del Medio Oriente (Irak) en la denominada Guerra del Golfo, plan orquestado desde la Casa Blanca por cortesía de George H. W. Bush. Fueron eventos que marcaron un antes y un después en la historia, para bien de pocos y mal de muchos.

Pero mientras todo esto ocurría ¿en dónde estaban Bono, The Edge, Larry Mullen Jr. y Adam Clayton? No había noticias de ellos desde la despedida en aquel concierto a finales del ’89. Pocos sabían que se habían refugiado precisamente en Berlín, en lo estudios Hansa, donde meditaban sobre su futuro al mismo tiempo que se ahogaban con las intoxicantes noticias de una prensa manipulada que informaba bajo consigna lo que ocurría en el desorientado mundo. Fueron entonces, también, días de reflexiones trascendentales para ellos. Estaban seguros que querían arriesgarse para mutar y, aunque no tenían un rumbo bien definido, de alguna manera fueron encontrando en estos eventos del día a día sus manantiales de inspiración.

Bono quería hablar de lo asqueado que estaba de este mundo que ardía y se caía a pedazos, así como del nulo interés de la mayoría de sus insensibles habitantes por apagar el fuego. Entonces imaginó una llamada telefónica desde el infierno de alguien al que le gusta estar ahí, en medio del fuego y del caos: un personaje al borde de la locura. Se clavó también con aforismos de una sola línea que desde muy joven en Dublín escuchaba por las calles, tales como «Un mentiroso no le creerá a nadie más» o «Un amigo es aquél que te deja ayudar», enseñanzas de aquellos que denominó Filósofos de Bar, señores que no hacen más que sentarse en sus taburetes para derrochar sabiduría entre humo y alcohol. Y él estaba dispuesto a interpretarlos a todos. Luego pensó en su furia interna que astutamente decidió canalizar en este personaje déspota e insolente que cada vez tomaba más vida, que lo motivaba a decir lo que nadie más quería escuchar, y que además se burlaba de estas verdades incómodas. Este porte se ajustaba a la perfección al rumor que corría en la prensa que se refería a Bono como alguien que sufría trastornos de megalomanía, así que el cantautor duplicó sus dosis de arrogancia y le dio a sus detractores lo que pedían, así como lo explicó a la Rolling Stone:

 

Pensé que estaba creando un personaje fascinante y que era interesante darle una oportunidad. Sabía además que me señalaban como megalómano así que pensé en cumplirles el deseo. Dije «¡Pues vamos a darles un megalomaniaco!» Y en eso me convertí.

 

Solo faltaba la imagen, así que un día, durante los ensayos en el estudio, llegó Fintan Fitzgerald, asistente de vestuario del grupo, con unas gigantescas y extravagantes gafas oscuras que había encontrado en una tienda de segunda mano en San Francisco y se las mostró a Bono, quien pudo sentir la metamorfosis al instante. Las percibió como una máscara y recordó a Oscar Wilde diciendo que las máscaras a veces expresan mucho más de quien las usa que cualquier otra cosa. Y las usó. Los pantalones y chamarras de cuero negro artificial llegaron de manera natural, igual que la grasa a su cabello; y un libro de obscenidades de Jenny Holger le fue obsequiado también por su estilista para que lo leyera antes de sus transformaciones en los escenarios. Entonces la desfachatez y los delirios de grandeza de este presuntuoso personaje estaban listos para explotar. Así nació La Mosca.

De manera paralela, sus compañeros de banda ya habían trabajado en una maqueta instrumental cuyo título original era «Ultraviolet», que posteriormente se partió en dos para dar vida a «Light My Way» (cuyo título principal seguiría siendo Ultraviolet) y «The Fly». En esta última trabajaron de lleno como su eventual sencillo, entre otras cosas por sus enérgicos riffs eléctricos que confirmaban ese nuevo eco alternativo que tanto buscaron. El mix se colocó en una multi-pista para agregar nuevas guitarras y la mezclaron encima del demo anterior, es decir, sobre las guitarras ya existentes, una práctica poco común que le dio una resonancia única de efecto gradual y que luego Bono, en sus palabras, explicaría precisamente como el sonido de una mosca que se mete en tu cerebro y zumba alrededor. La cereza del pastel llegaría cerca del final con el que probablemente será recordado como el mejor solo en la carrera de The Edge: un desgarrador interludio instrumental de cuerdas eléctricas ejecutado como los dioses por 41 segundos y que realmente no termina ahí, sino que se fusiona con el sublime estribillo que también, con una maqueta sobre otra, combinaba dos registros vocales.

Así pues, por fin la joya estaba pulida y lista para ver la luz. Para ese entonces ya era 1991 y los demás tracks que acompañarían a The Fly en el bestial álbum producido por Brian EnoAchtung Baby (y que desplazaría a The Joshua Tree como su máxima obra maestra) estaban prácticamente completos. Era tiempo de iniciar el show con su primer single oficial, aunque el propio Adam Clayton en retrospectiva comentó una vez que «en ese momento era imposible saber si los fans iban a poder seguir a Bono por este camino, por lo que esta canción fue como un verdadero salto de fe». A pesar de las dudas, estos cuatro músicos estaban ávidos de cambios radicales y riesgos en los límites pero, sobre todo, de sorprender al mundo entero, y de eso se encargaría particularmente Bono, quien ahora con una actitud retadora lo tenía todo perfectamente enfocado: el personaje, su atuendo, su mensaje y el propósito.

 

It’s no secret that a conscience can sometimes be a pest

It’s no secret ambition bites the nails of success

Every artist is a cannibal, every poet is a thief

All kill their inspiration and sing about their grief

El video, dirigido por Ritchie Smyth y Jon Klein se estrenó el 21 de octubre del ’91… y U2 hizo estallar su propia bomba. En él se podía observar a La Mosca caminar por las calles de Dublín y Lóndres dirigiendo el tráfico, manipulando con un control remoto las televisiones que fugazmente mostraban mensajes como «Everything You Know is Wrong» o «Watch more TV» (reafirmando su sarcástica crítica a los medios de comunicación), y susurrando a las personas que no tenían ni idea de quién era ese sujeto de infames lentes que luego tomaba un altavoz para gritar cosas como «¡La CIA ha puesto una máquina en mi cerebro!». A muchos seguidores que miraron el clip por primera vez les costó creer que se trataba de la misma agrupación que habían dejado de escuchar apenas dos años atrás; y esta incredulidad se debía no solo a su look sino también a su resonancia titánica e industrial, particularmente en la batería y guitarras del intro que después fue descrito por la banda como «el sonido de cuatro hombres talando The Joshua Tree». Touché.

De alguna manera, sus fans tenían razón: U2 ya no era la misma. Pocos lo comprendieron pero a partir de ese momento, por primera y única vez en su historia se convirtió en la mejor banda del planeta, aunque fuera por un breve periodo que culminó en su clímax con la gira Zoo TV (que abarcó también el LP Zooropa y el surgimiento de MacPhisto, otro soberbio alter ego de Bono). En retrospectiva, hoy se puede afirmar que registraron una de las mejores reinvenciones que un artista haya logrado en la historia. Una verdadera revolución musical. En ese momento alcanzaron su mejor sonido: inigualable, irrepetible (incluso para ellos mismos), que nunca envejece (no importa la época, Achtung Baby siempre suena nuevo. Además, presumieron a uno de los mejores frontman de todos los tiempos al menos por cada ocasión en que a Paul Hewson se le subía a la cabeza este personaje que actuaba en los límites de la moralidad, todo embutido en cuero plastificado, desafiante, con una gran sombra en los ojos que acompañaba su sonrisa cínica y mordaz.

Los haters siempre fueron haters. Por supuesto que hubo quienes criticaron fuertemente la nueva propuesta artística de la banda como si fuera un desastre, no solamente hablaban de megalomanía sino también de signos de demencia en Bono. Pero La Mosca disfrutaba estas críticas, realmente las gozaba, se alimentaba de ellas porque le regalaron el pretexto perfecto para redirigirlas con el fin de señalar a los verdaderos maniacos del mundo, a esos que se sentían dueños de todo e invadían a países tercermundistas en nombre del progreso y la paz. Hipócritas. ¿Querían hablar de «demencia» y «desastres»? Entonces él les hablaba de los verdaderos dementes y desastres en espacios donde se suponía que no debía hacerlo. Estos periodistas detractores también recibían, de paso, lecciones de moral y simbolismos así como una que otra reflexión sobre sus prioridades. En días en los que aquellos criminales de cuello blanco necesitaban alimentar sus egos bombardeando desiertos y ciudades enteras, Bono para el mismo fin solo requirió portar las gafas más cool de un tienda de segunda mano. Y también obtuvo sus propias conquistas en un infierno terrenal, no bombardeando (literalmente) a nadie sino simplemente talando (metafóricamente) su árbol más amado.

*NOTA: Con motivo de los 30 años del lanzamiento de Achtung Baby, todos sus videoclips han sido completamente remasterizados, incluyendo The Fly:

 

 

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