Hay momentos en los que la repetición se agota. Cuando una fórmula ha sido explorada por tanto tiempo y las estructuras empiezan a sentirse como jaulas, surge una incomodidad silenciosa, entonces la creatividad humana hace lo que mejor sabe: buscar la fuga a través de la exploración. En la música, como en todo arte, la reinvención es un impulso natural; por eso los géneros se estiran, se desgarran y se reconstruyen. Así nació el Post-Rock, no como una fractura violenta, pero sí como una inquietud que fue empujando poco a poco a sus exponentes al borde de lo inédito.
Con este acto creativo como respuesta a los límites, una nueva generación de músicos rompieron el rock tradicional y lo llevaron a otros territorios emocionales y narrativos, integrando elementos de la psicodelia, el jazz, space-rock, math-rock, metal y noise, así como de la música clásica y ambiental, situándolo en un punto entre la distorsión y el silencio para trazar un nuevo mapa.
Si bien es cierto que es difícil identificar exactamente cuándo y cómo surge esta expresión musical —porque hablamos de una progresión de registros—, sí tenemos más o menos claro quiénes fueron sus precursores y, sobre todo, en qué momento de la historia esta etiqueta cobró su mayor relevancia.
Esto nos lleva a mitad de los noventas, una década trascendental en muchas vertientes de las escenas alternativas que hoy predominan. Fue cuando, desde otros rincones del subsuelo artístico, se pensó en un estilo que fungiera con menos riffs y más atmósferas, así como un menor sentido de la urgencia. Se apeló predominantemente a los trémolos y la retromalimentación de las guitarras, se desfiguraron los puentes y se prolongaron los interludios, las baterías se tomaban las cosas con calma pero luego reventaban de manera impredecible; entonces se quebró la típica secuencia de verso-coro-estribillo para crear diferentes maneras de escalar hacia una cúspide emocional para luego dejarse caer. Muchas de estas composiciones necesitaban más tiempo para su contemplación, lo que incentivó aún más la atención intelectual de quien se atrevió a seguir a estos artistas que, sin gritar, comenzaron a transmitir tantas cosas.
Luego, en la primera década del presente milenio se abrió una nueva dimensión de la música, principalmente instrumental. Ocurrió ante los oídos de quienes supieron escuchar con cuidado la belleza y el caos del mundo. Entre estos sublimes arpegios o explosivos rasgueos que constantemente se acompañaron de instrumentos de viento, muchos de estos músicos crearían no precisamente himnos, sino paisajes de sonido, en los que cada oyente pudiera encontrar su propio reflejo en momentos de introspección.
Pero este impulso no ocurrió de un día para otro, decíamos, ni en un solo lugar. La serie de movimientos, estéticas y búsquedas más personales que fueron dibujando esta nueva ruta sonora las abordaremos en esta crónica, tratando de identificar no solo sus orígenes y a sus protagonistas, sino también los momentos más excitantes como los puntos de quiebre y lo que se vino después de ellos. Esta es la historia:
Semillas y raíces (1975 – 1991)
Brian Eno, The Durutti Column, Talk Talk, Slint
La década de los setenta se caracterizó por soltar los tentáculos del rock. Fue su etapa de diversificación más intensa: del progresivo y la psicodelia hacia el glam, del hard-rock al metal, y del krautrock al punk. En medio de esas extensiones, comenzaron a asomarse muy discretamente -aún sin nombre ni definición- algunos de los elementos que más adelante darían forma al post-rock. No hay un punto de partida claro, porque fue una siembra discreta que se caracterizó por la creación de nuevos climas, estructuras no lineales, guitarras libres, repeticiones hipnóticas y secuencias más duraderas.
Las primeras semillas están en los trabajos más experimentales de Brian Eno durante la segunda mitad de esta década. Cuando empezó a meterse al ambient, influyó muchísimo con esa visionaria perspectiva con la que percibía las melodías como entornos y horizontes, en lugar de canciones tradicionales. Podríamos pasar horas hablando de la manera en que esa filosofía de "pintar con sonidos" influyó -y sigue influyendo- en innumerables músicos a través de la historia, solo basta decir que Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno ayudó a abrir el camino hacia una nueva manera de entender y escuchar música.
Poco después, los fundadores de Factory Records, Tony Wilson y Alan Erasmus, junto al hechicero guitarrista Vini Reilly dieron vida a The Durutti Column, banda que abordó la melancolía y la autoindagación con un uso más onírico de las cuerdas, mientras que los espacios y las texturas fueron, muchas veces, más importantes que los ritmos. Su segundo disco, LC (1981) es como el paso previo al fundamentalismo del post-rock, porque en él experimentaron con el minimalismo instrumental y la carga de ecos que anticipaban muchas de sus cualidades.
Otros nombres rupturistas de la época son This Heat y Penguin Cafe Orchestra, bandas inglesas que se balanceaban entre las vertientes de Eno y The Durutti Column, con estilos libres en el krautrock, jazz, avant-garde y la ambientación electrónica para moldear lo más parecido a un ‘proto-post-rock’ muy singular, sin siquiera saberlo.
Como era de esperarse, después de las semillas nacieron las raíces, y sin duda las más prominentes están reflejadas en los británicos Talk Talk y los norteamericanos Slint. Los primeros iniciaron en los ochentas como una banda synthpop, pero evolucionaron notablemente a finales de esa década con el disco Spirit of Eden (1988), en el que se valieron de la improvisación, las texturas ambientales y las dinámicas impredecibles, y luego con Laughing Stock (1991) llevaron esta fórmula a su máximo punto.
Los segundos, con su primer LP Tweez (1989) sentaron un cimiento sólido del post-rock, especialmente por transformar la energía rockera en un idioma de reflexión más interno. Pero sin duda su aporte invaluable llegó con Spiderland (1991), un álbum que puede cargar la etiqueta de parteaguas sin problema alguno. Con él, sin dejar del todo atrás el hardcore, Slint creó un sonido pesado y evocador con silencios dramáticos y voces casi habladas, manejando la presión musical con la ayuda de largos trances instrumentales, cambios abruptos de tempo y guitarras que transmitieron una sensación de inquietud constante. Fue, luego de los cimientos, el primer pilar del género.
Estas dos bandas son consideradas por muchos estudiosos las que marcaron el punto cero del post-rock. Ambas desafiaron convencionalismos y paradigmas, porque prácticamente cambiaron la pregunta de "¿qué dice esta canción" a "¿cómo se siente su sonido?".
Después de esto, y con una nueva década apenas iniciando, el terreno estaba fértil, listo para la fuerza vertical del brote. Sin que muchos lo supieran, se trazaron los primeros pasos de un lenguaje distinto, un sonido que se había elevado y no tardaría en expandirse.
Definición y crescendo (1992 – 1999)
Dirty Three, Tortoise, Mogwai, Godspeed You! Black Emperor
Iniciando los noventas, el post-rock poco a poco dejaba de ser una intuición y se estaba convirtiendo en una afirmación. Muchos músicos que estaban emergiendo habían heredado los recursos de sus predecesores -los que habían enterrado las semillas y esos que sacaron sus raíces-, y lo hicieron no para transformar el rock, sino para crear y habitar otro espacio por completo. El movimiento comenzaba a adquirir su propia identidad estética.
Uno de los primeros nombres relevantes desde la independencia de las labels fue Dirty Three, trío australiano comandado por Warren Ellis, que tenía una visión más orgánica y cruda de la música instrumental, conteniendo (no del todo) sus guitarras para dejarle el protagonismo a los violines y chelos, como les funcionó en sus primeros discos homónimos (1993, 1994) y Horse Stories (1996).
También Cul de Sac, de Boston, hizo lo suyo con una mayor inclinación a la psicodelia y un estilo a veces tan artesanal como alternativo, con sus discos I Don’t Want to Go to Bed (1995), China Gate (1996) y The Epiphany of Glenn Jones (1997, con John Fahey), que fueron resultado de una especie de talleres libres para la temprana experimentación post-rockera. Los británicos Seefeel también caben aquí, si se quiere, porque a pesar de levitar más por horizontes electrónicos del space rock y el shoegaze, en sus fórmulas prefiguraban muchas líneas del post-rock, sobre todo en su álbum Quique (1993).
Otros que también parecían deambular en la misma intuición fueron los Bark Psychosis, cuya relevancia en esta historia radica, nada más y nada menos, en que fue con ellos que la expresión "post-rock" apareció por primera vez en una publicación editorial. El periodista Simon Reynolds fue quien acuñó al género, tal vez envuelto en dilemas o dudas al tratar de describir el disco Hex (1994) por su sonido lento y ambiental. Aunque, siendo justos, en este artículo de la revista Mojo también hizo referencia a otros grupos del momento, como Disco Inferno y los experimentales Tortoise, refiriéndose a estos últimos como un grupo que usaba instrumentos de rock para propósitos que no tenían nada que ver con el rock. Touché.
Oriundos de Chicago, los Tortoise tenían su propia arquitectura del ritmo. Conjugaron jazz, math-rock, krautrock, dub y electrónica para dar pie a una propuesta mucho más meticulosa y urbana, convirtiéndose en un estandarte para las nuevas generaciones post-rockeras que seguramente conocían muy bien sus primeros dos discos, el homónimo (1994) y el clásico Millions Now Living Will Never Die (1996), considerado una de las piedras angulares del género.
La verdadera contribución de Tortoise en esta etapa fue la propagación de una idea para los grupos nacientes: el post-rock podía ser intelectual y emocional en dosis iguales; se podía triturar y reconstruir un sonido tradicional en aras de ofrecerle al escucha -pero sobre todo a sí mismos- algo conmovedor mediante la libertad artística.
Entonces llegó el segundo gran punto de inflexión de la historia, una nueva revelación que vino a consolidar todo lo que se estaba edificando…
En una ciudad de Glasgow, donde las luces parpadeaban al ritmo de una vida acelerada, un grupo de jóvenes músicos decidió bajar el volumen y escuchar el silencio para luego desgarrarlo. Dentro de un sótano húmedo, Stuart Braithwaite, Dominic Aitchison y Martin Bulloch se inspiraron en el filme Gremlins para nombrar Mogwai a su banda, y entonces todo cambió por completo.
Los escoceses no solo confirmaron el post-rock, también lo hicieron detonar desde las entrañas. Su disco Young Team (1997) creó una nueva retórica, mucho más visceral e intensa con guitarrazos inteligentes pero caóticos, generando emociones y no riffs, precisamente. Estos chicos jugaban con la calma melancólica y los estruendos catárticos mientras establecían una fórmula aparentemente simple pero muy poderosa: construir, tensar y soltar. Fue en este momento que los primeros reflectores de la prensa comenzaron a apuntar hacia la escena.
A la par de Mogwai (al decir verdad, desde un poquito antes) estaba Labradford, proyecto que mostraba un rostro mucho más minimalista y reflexivo del post-rock. Su propuesta estaba distante de los sobresaltos, apostando más a la lentitud y a un sonido alucinante, como se percibió en la mejor de sus producciones, Mi Media Naranja (1997). Después de este lanzamiento, la banda estadounidense siguió contribuyendo a ampliar el espectro del género con muy buenos discos, demostrando que no tenía que ser grandilocuente para sentirse poderoso.
Mientras tanto, en Canadá, un genio lunático llamado Efrim Manuel Menuck pensó que sería buena idea formar no una banda, sino una orquesta de post-rock para anunciar el fin de los tiempos. Por eso nació Godspeed You! Black Emperor, con una narrativa sinfónica en piezas súper largas y de dimensiones épicas, como ocurrió en su LP debut, F♯ A♯ ∞ (1997), metiendo grabaciones de ambiente y títulos retadores para soltar su mensaje político y existencial, todo de manera instrumental.
No contento con ello, un par de años después Efrim fundó otra banda-orquesta llamada Thee Silver Mt. Zion Memorial Orchestra, que originalmente era algo más o menos como un "grupo de ensayo", pero cobró más relevancia al decidir que aquí cabrían experimentos fuera del marco de GY!BE, con una fusión sonora aun más diversa dentro del post-rock. En ambos proyectos, las alineaciones llegaron a alcanzar los 15 componentes humanos, con cambios constantes y entradas por salida, pero siempre manteniéndose Menuck al frente, regularmente acompañado de Sophie Trudeau y Thierry Amar.
Entonces, ya casi acabándose los noventas, germinó una oleada emocionante de propuestas, como si una nueva conciencia colectiva hubiera despertado. Los canadienses Do Make Say Think fueron los primeros herederos directos de Tortoise, al mezclar a su manera el jazz y el rock matemático sobre una base post-rockera bien orgánica. También aparecieron sus compatriotas Fly Pan Am, colaboradores regulares de GY!BE y TSMZMO (ya se imaginan cuál era su estilo).
En Estados Unidos surgieron otros proyectos importantes, dos de ellos comandados por el músico y productor Jimmy LaValle: Tristeza con el disco Spine and Sensory (1999), y The Album Leaf con An Orchestrated Rise to Fall (1999). También estaban The For Carnation con un par de EPs muy buenos que se compilaron en Promised Works (1997); Rachel’s que ya venían de años atrás pero que con el disco Selenography (1999) se metieron en la etiqueta; y A Minor Forest que sonaban tan abrasivos como humorísticos en Independence (1998) y …So, Were They in Some Sort of Fight? (1999).
Mención especial para June of 44, otros con tramo ya recorrido y súper influenciados por Slint; así como los Gastr del Sol que, aunque rondaban en otros géneros desde años atrás, en esta etapa le coquetearon constantemente al post-rock.
En Islandia surgió Sigur Rós, que se estaba abriendo paso mediante una mezcla exótica (por no decir rara) y melódica de shoegaze, música world y minimalismo oscuro con toques muy perceptibles de post-rock, o al menos así parecía en sus primeros lanzamientos, entre los que destacó Ágætis byrjun (1999), y que más adelante tendrían como frutos obras mayores con una nueva sensibilidad que los marcarían -a ellos y sus fans- para siempre.
Sí, tal vez algunas de estas agrupaciones en ese entonces no hacían post-rock puro, pero estaban en la periferia, y, al ser muy diferentes entre sí, ayudaron a diversificar las ramas del fruto que seguía creciendo en todos los sentidos. Ya estaba definido el género y se estaba puliendo su forma; se consolidaba con una nueva tendencia que ya no era solo posible, sino también inevitable. Los guitarristas comenzaron a decirnos otras cosas, y una nueva avanzada de confesantes estaba preparándose para emerger de lo subterráneo en una emocionante irrupción que estaba por acontecer, sin que nadie supiera que con ella se iba a marcar una de las etapas más excitantes de éste y muchos otros géneros alternativos.
Explosión y consagración (2000 – 2009)
Explosions in the Sky, Sigur Rós, MONO, God is An Astronaut
Como en toda historia de culto de las escenas que hemos contado, cada una tiene su pico alto o su momento de clímax entre todas sus imprescindibles fases. Algo así como su punto de ebullición. Bueno, pues aquí viene la del post-rock…
Cuando inició el nuevo milenio, la voz de este género ya no era una sospecha, sino toda una declaración abierta. Las dudas y los experimentos se habían despejado y la escena se hacía cada vez más nítida. Entonces surgieron nuevos nombres que no pidieron permiso ni buscaron interpretaciones externas; se mostraron como lo que eran: referentes inmediatos de una nueva y legítima manera de construir música desde la conmoción.
Con esta seguridad vino la mayor explosión del post-rock, forjada por múltiples detonaciones que se dieron en distintos puntos. Comencemos con una en Texas, llamada, precisamente, Explosions in the Sky. Cuando este cuarteto debutó en el 2000 con el disco How Strange, Innocence, rápidamente se consolidó como un nuevo exponente del género desde una perspectiva más cinematográfica y abrasiva, la que también caracterizó a su sucesor, Those Who Tell the Truth Shall Die, Those Who Tell the Truth Shall Live Forever (2001).
Pero no fue sino hasta el 2003 que soltaron una verdadera bomba para la conciencia colectiva en esta escena: The Earth is Not a Cold Dead Place, uno de los títulos obligados como ritos de iniciación en el género. Y es que por primera vez el post-rock se estaba tocando con algo más que guitarras, un bajo y batería con un enfoque orquestal, también se estaba tocando con el alma.
Mucho se podría decir sobre lo que representó esta producción de EITS para los músicos contemporáneos y venideros, basta reconocer que para todos es considerado un evangelio sonoro, porque expuso como nunca antes uno de los propósitos del post-rock: dibujar con electricidad los ríos, las montañas, árboles con sus hojas cayendo o flotando con el aire (tal vez hasta transformarse en aves que levantan el vuelo), así como abrir umbrales hacia otras realidades.
Por si fuera poco, unos años después (2007), los texanos firmaron otro título imprescindible que funcionó como sucesor perfecto, All of a Sudden I Miss Everyone, con el que seguieron profundizando en el punto más alto de su creatividad.
Regresando a inicios de siglo, Efrim Menuck publicó otro códice sagrado con Godspeed You! Black Emperor. Su título es Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven. Lo que ahí dentro encontramos no son canciones, sino suites de más de 20 minutos como manifiestos políticos sobre el colapso del mundo moderno, cargados de chelos desgarradores y guitarras espectrales que narraban la caída de un imperio entre el desastre y la nostalgia. Sus intros conmovedores con inquietantes -y a veces conmovedoras- grabaciones de campo (ya no duermen más en la playa…), y sus desenlaces catárticos hicieron de esta propuesta algo mucho más que música: toda una experiencia teatral y dramática que despertaba las sensaciones de alarma, caos y belleza rota.
En ese sentido, Godspeed fue en este punto otra de las bandas que, a su modo, volvió a llevar muy lejos el post-rock en términos de ambición conceptual. Su obra no buscaba complacer, sino sacudir el alma y las vísceras.
Por su parte, Sigur Rós seguía avanzando con ese sonido especial de baterías artesanales y guitarras que parecían vendavales levantando olas en cámara lenta (por decir lo menos), por lo que en este periodo tuvieron gran relevancia en el género con dos majestuosos álbumes, ( ) (2003) y Takk (2005). Con la angelical voz de Jónsi y un lenguaje que habían inventado, no solo le dieron un toque más espiritual al post-rock, sino que fueron clave para abrirlo a audiencias más amplias, intensificando su exposición como una manifestación musical que, parecía, ya no cabía del todo en lo subterráneo.
Hablando de toques espirituales, los estadounidenses Marc Byrd y Andrew Thompson fundaron Hammock, que también representó una de las versiones más etéreas en la escena, pero con mayor apertura al ambient y la música electrónica, trazos de guitarras más procesadas y texturas súper envolventes como se vio reflejado en Kenotic (2005) y Rising Your Voice… Trying to Stop an Echo (2006). Casi en la misma línea surgieron los God is an Astronaut, pero los irlandeses (comandados por los hermanos gemelos Niels y Torsten Kinsella) fueron mucho más abruptos, además de que se valieron de algunos elementos del space-rock para escalar sus cúspides de ruido, lo que los llevó a marcar con All is Violent All is Bright (2005) uno de los momentos críticos del género en esta década. Luego, le siguieron dos discos también intachables, Far from Refuge (2007) y el homónimo (2008).
Mientras tanto, en Japón ocurría algo crudamente fascinante con MONO, otra banda que con los álbumes One Step More and You Die (2002), Walking Cloud and Deep Red Sky, Flag Fluttered and the Sun Shined (2004) y You Are There (2006) le dio un giro sinfónico y verdaderamente catártico al post-rock, lleno de crescendos perturbadores y trémolos envueltos en ecos prolongados, que arrastraban sutilmente al oyente con avalanchas de sonido de intensas descargas emocionales. Esto lo hacían apelando siempre a las dualidades de silencio-ruido y violencia-belleza, como patentes de su obra conceptual.
Esas tres producciones son referencias casi obligadas para el post-rock, pero, sin duda, la obra maestra de Takaakira "Taka" Goto y compañía llegó en 2009, con Hymn to the Immortal Wind, uno de los álbumes más bellos creados en esta historia. Con este trabajo (y en realidad en parte con los anteriores también), los nipones hicieron realidad esa metáfora que ya se escuchaba en diferentes bocas del mundo para definir al post-rock, que decía "es música clásica hecha con instrumentos de rock". Ya no era solo una frase bonita e intrigante, ellos la hicieron realidad.
Más allá de estos nombres fundamentales que marcaron quizá como nadie más el curso de la primera década del siglo en este ecosistema sonoro, emergieron otras propuestas que hicieron aportes muy importantes para hacerlo aun más vasto. Porque, como era evidente, la dispersión múltiple de creatividad ya era incontenible, y todas estas ramificaciones de estilos, lenguajes y posibilidades tuvieron como consecuencia proyectazos y lanzamientos de casi cualquier parte del mundo.
En Norteamérica, destacaron A Northern Chorus (Spirit Flags, 2003 y Bitter Hands Resign, 2005), This Will Destroy You (Young Mountain EP, 2006 y This Will Destroy You LP, 2008), Joy Wants Eternity (Must You Smash Your Ears Before You Learn to Listen with Your Eyes, 2005), Pelican (Australasia, 2003 y The Fire In Our Throats Will Beckon the Taw, 2005), Red Sparowes (At the Soundless Dawn, 2005 y Every Red Heart Shines Toward the Red Sun, 2006), Pacific UV (Pacific UV, 2003 y Longplay, 2008), ISIS (Celestial, 2000; Ocenic, 2002 y Panopticon, 2004), Unwed Sailor (The Faithful Anchor, 2001; The Marionette and the Music Box, 2003 y Little Wars, 2008), iLIKETRAiNS (Progress Reform EP, 2006 y Elegies to Lessons Learnt LP, 2007), Caspian (The Foour Trees, 2007 y Tertia, 2009), Gregor Samsa (27:36 EP, 2003 y 55:12 LP, 2012), Russian Circles (Enter, 2006 y Station, 2008) y Austin TV (Austin TV EP, 2002; La Última Noche del Mundo, 2003 y Fontana Bella, 2007), además de:
My Education, Flies are Spies form Hell, The Timeout Drawer, Always the Runner, The American Dollar, Below the Sea, Crane Under Water, Destroyalldreamers, Thisquietarmy, Stanley K, Saxon Shore, Set Fire to Flames, El Ten Eleven, The Timeout Drawer, Early Day Miners, Up-C Down-C Left-C Right-C ABC + Start, If These Trees Could Talk, This Town Needs Guns, Battles, From Oceans to Autumn, Slow Dancing Society, Rosetta, Expedición a las Estrellas, Sad Breakfast y Movus, entre muchos otros.
En Europa también aparecieron bandas increíbles con discos demoledores, entre los que se destacan The Evpatoria Report y sus melancólicas odiseas espaciales de Golevka (2005), Yndi Halda con su ventoso clásico inmediato Enjoy Eternal Bliss (2006), Alcest que mezcló shoegaze, black-metal y post-rock como lo harían los dioses en su debut Souvenirs d’un autre monde (2007), Jeniferever que caminó sobre una franja de calma y nostalgia aparentemente contenida en sus LPs Choose A Bright Morning (2006) y Spring Tides (2009), pg.lost que generaron muchas expectativas previo a su LP debut que sonó brutal, It’s Not Me, it’s You! (2008), así como Mooncake y su delicadeza estética con erupciones instrumentales en More Oxygen, I Said… (EP, 2007) y Lagrange Points (LP, 2008), Sickoakes y la desolación a oscuras de Seawards (2006), Your Ten Mofo como primer influenciado inmediato de los estilos de Sigur Rós y Hammock, en el encantador disco Things Change While Helium Listen To Everyone (2006); o Magyar Posse con sus expediciones futuristas y apocalípticas de We Will Carry You Over the Mountains (2002), Kings of Time (2004) y Random Aveenger (2006), además de:
Immanu El, Samuel Jackson Five, Scraps of Tape, Flies are Spies form Hell, An Emerald City, EF, Detwiije, From the Sky, Atlantis, Time. Space. Repeat., Let Airplanes Circle Overhead, Daturah, 65daysoftstaic, Scraps of Tape, Antennas to Heaven (nombre en honor a GY!BE), Marconi Union, Epic45, We vs. Death, Youth Pictures Of Florence Henderson, Codes in the Clouds, The Ocean, Maybeshewill, Up There: The Clouds, Butterfly Explosion, Elements of Something Really Beautiful, Aerial, entre muchas más.
En Asia, el post-rock no brotó en solitario; fue acompañado y estimulado por corrientes colindantes como el noise abstracto y el hardcore-screamo de agrupaciones como Merzbow, Boris o Envy, que de manera indirecta empujaron al género desde los márgenes.
Entonces, principalmente en Japón pero también China, Corea del Sur, Tailandia y Singapur se hicieron notar World’s End Girlfriend (Farewell Kingdom, 2001 y The Lie Lay Land, 2005), Anoice (Remmings, 2006), Muon (In Flught, 2004), te’ (If so, then sounds freed from meaning speak to the depths of the world of "sound", 2004 e It is the thought of trying to "sing" realistic sounds from the resonating world, 2007), Kashiwa Daisuke (april.#02, 2006; april.#07, 2007 y program music, 2007), The Observatory (A Far Cry from Here, 2007), mouse on the keys (an anxious objetc, 2009), Nuito (Unutella, 2009) y Deepset (The Lights We Shed Shall Burn Your Eyes, 2008), entre otros.
Y qué decir de Oceanía, otro rincón del mundo donde se escuchaban nuevos desbordes de intensidad y picos climáticos de distorsión. Algunos de los más chingones fueron los de Jakob (Subsets of Sets, 2001; Cale:Drew, 2003 y Solace, 2006), This is Your Captain Speaking (Storyboard, 2005 y Eternal Return, 2008), Greenland (The Prisons of Language EP, 2004), International Karate (Weapons of Mass Protecion, 2003 y More Of What We’ve Heard Before Than We’ve Ever Heard Before, 2007), Sleepmwakeswaves (Sleepmekeswaves EP, 2007 e In Today Already Walks Tomorrow EP, 2008) y Capulet (The World Is A Tragic Place, But There Is Grace All Around Us So Attend The Grace, 2006), por mencionar algunos casos.
Por si la lista pareciera cortita y de baja calidad (sí, cómo no), hay que agregar que muchas de las bandas protagonistas del periodo anterior seguían presentes, dándole mucho mayor peso a esta avanzada con discos igual o más importantes que los que ellas mismas habían editado tan solo unos años atrás. En este contexto, además de Godspeed y Sigur que ya mencionamos de manera especial, estuvieron los proyectos de LaValle, Tristeza (Espuma, 2003 y A Colores, 2005) y The Album Leaf (One Day I’ll Be On Time, 2001 e Into the Blue Again, 2006).
También destaca lo de Menuck con su otro colectivo, Thee Silver Mt. Zion Memorial Orchestra (Born into Trouble as the Sparks Fly Upward, 2000); los australianos Dirty Three (She Has No Strings Apollo, 2003 y Cinder, 2005) y, desde luego, los escoceses Mogwai, que no se dieron abasto en esta década y se reinventaron instrumentalmente en cada producción con ayuda de la electrónica, esporádicos cantos honestos y sus voces robóticas (Rock Action, 2002; Happy Songs for Happy People, 2003; Mr Beast, 2006 y The Hawk is Hawling, 2008).
Todos estos grupos, y también muchos sellos independientes que les abrieron sus puertas, en conjunto ayudaron a consolidar un panorama diverso en el que el post-rock dejaba de ser una corriente homogénea para volverse una red de secuencias instrumentales con distintas intensidades.
Otro fomento importante en este periodo, que parecía más bien una consecuencia natural de la exposición del género en algunos medios, festivales y foros digitales, se comenzó a observar (y escuchar) en el séptimo arte. Muchos directores pensaron, atinadamente, que estas agrupaciones podían intensificar la narrativa visual de sus películas, documentales o series. Entonces vimos a Explosions in the Sky participar de manera exclusiva en el score de Friday Night Lights, a GY!BE meter un tema en 28 Days Later (Exterminio), aunque el músico inglés John Murphy predominó en esta banda sonora súper post-rockera. Por su parte, Mogwai unió fuerzas con Clint Mansell en The Fountain (La Fuente de la Vida), y de repente escuchamos muchas canciones de Sigur Rós y de los mismos EITS y Mogwai en montón de documentales y cortometrajes, por mencionar algunos casos nada más.
Así se marcaba la época dorada del post-rock, a grandes rasgos, en un lapso de 10 años en el que se comenzó a robar la atención de la crítica y la audiencia alternativa, y en el que se escribieron gran parte de sus clásicos esenciales. Porque cabe mencionar que, a diferencia de la década anterior en la que se produjeron los discos que lo definieron e impulsaron en un principio, acá se compusieron sus más grandes hitos, los que lo llevaron a otro nivel y terminaron consagrándolo.
Lo más interesante fue descubrir que estas obras y sus icónicos autores sonaban distintos entre sí, pero tenían algo en común: una búsqueda sincera y apasionante que los llevó a romper moldes para convertir el sonido en un relato que incentivara la mirada interior. No era solo música, era una experiencia emocional que crecía en las capas y texturas de sus guitarras, como un torrente de sentimientos acumulados en loops y redobles de batería estimulantes, o una montaña rusa hecha de repeticiones de silencios y alaridos que podían llevar del asombro a las lágrimas sin previo aviso.
Era como una orquesta de pólvora, con cada instrumento detonando en el momento justo. La suma de estos arrebatos critalizaron una manifestación imposible de ignorar. El post-rock dejó de ser promesa y se volvió presencia… una presencia expansiva y especial.
Velas nuevas para el mismo fuego (2010 – 2019)
This Patch of Sky, Zhaoze, Paint the Sky Red, Powder! Go Away
Tras la cúspide, la música no termina: en el post-rock está claro que en las bajadas también hay belleza. Así que, después de haberlo incendiado todo, las cenizas nos empezaron a contar lo que seguía en el inicio de una nueva década.
Para este entonces el género ya había crecido y madurado. Estaba listo para recibir una nueva ola de proyectos e individualidades que se volcaron para indagarlo, y que se iban a contar (sin temor a exagerar) en miles de intentos en todo el planeta. Esto se debió a la reciente efervecencia del sonido, claro, pero tambén al auge de las redes sociales y la tecnología básica al alcance de todos, lo que facilitó que, prácticamente en todo sótano o en toda habitación se pudiera concebir el post-rock desde lo más elemental.
Esto dejaba una cosa muy clara de antemano: el género no iba a morir pronto, pero sí iba a mutar un poco, aunque lo hiciera sin rupturas.
Bueno, eso de "sin rupturas" no aplicó mucho que digamos con los hijos prodigios de Glasgow, Mogwai, que en esta etapa volvieron a destacarse como uno de los actos más vanguardistas y camaleónicos. Lanzaron los titánicos álbumes Hardcore Will Never Die, But You Will (2011) y Rave Tapes (2014), haciendo y deshaciendo lo que querían con el post-rock, con una autoconfianza intimidante y saliendo siempre triunfantes, algo que solo la autoridad moral de haber sido maestros fundacionales les podía otorgar.
Fuera de ellos, el post-rock seguía su curso natural. Si bien algunos grupos se silenciaron poco después de haberse hecho escuchar con fuerza años atrás, muchos de los máximos referentes seguían fungiendo como guías y leyendas vivientes de la escena. MONO exploró nuevas dualidades escondidas en sus trémolos abundantes que seguían sonando como violines eléctricos en sus nuevos lanzamientos (For My Parents, 2012; Requiem for Hell, 2016 y Nowhere Now Here, 2019), a la par de que Taka Goto emprendía su enigmático proyecto solista Behind the Shadow Drops (Harmonic, 2016).
En años conecutivos, Hammock lanzó dos celestiales producciones, Departure Songs (2012) y Oblivion Hymns (2013); y a la par Sigur Rós regresó a la senda post-rockera después de haberse salido casi abruptamente en años recientes, firmando en esta vuelta uno de sus discos más atmosféricos, Valtari (2012) y uno de los más oscuros de su repertorio, Kveikur (2013).
Godspeed You! Black Emperor no defraudaban tampoco (nunca lo harán), aunque estaba claro que no se iban a poder superar a sí mismos con lo que acababan de dejar atrás. Aun así, los álbumes Allelujah! Don’t Bend! Ascend! (2013) y Asunder, Sweet and Other Distress (2014) seguían sumando a un catálogo intimidante. Los que sí seguían creciendo cada vez más fueron los This Will Destroy You, con lanzamientos más melodramáticos y densos como lo fueron Tunnel Blanket (2011) y Another Language (2014).
Por su parte, God Is An Astronaut seguía con pasos firmes, subiendo las revoluciones al mismo tiempo que tocaron más la tierra. También estaban los Explosions in the Sky, aunque quizá ya no sorprendiendo tanto como antes, pero sí lanzando aceptables y buenos discos en estos años. Así tenemos los casos de Yndi Halda que decidieron meter voces cantadas en sus canciones, Unwed Sailor que seguía en la senda, Russian Circles y Alcest que mezclaban fuerza y melodía, Joy Wants Eternity igual de contemplativos y nostálgicos, Time.Space.Repeat. que se habían desaparecido pero regresaron casi 10 años después, así como Pelican, Caspian, Do Make Say Think, Maybeshewill, pg.lost, Sleepmakeswaves, EF, Mooncake, Joy Wants Eternity, Marconi Union, I Like Trains (antes iLiKETRAiNS) o Immanu El que no dejaban de generar nuevas experiencias sónicas que estremecían.
En general, es satisfactorio aprender que muchos de los nombres canonizados de la época dorada del post-rock no se apagaron ni se desvanecieron tan rápido. La mayoría de ellos seguía con la luz encendida, unos más radiantes que otros, claro, y por los casos en que se había apagado o ya se encontraba muy tenue, llegó otro relevo generacional encendiendo nuevas velas, no precisamente en aras de quemarlo todo otra vez, sino más bien para mantener el fuego y abanderar una persistencia más suave.
Hay que decir que en esta etapa -quizá como en ninguna otra escena o historia de culto- es dificilísimo (por no decir imposible) mencionar a todos los artistas que iban surgiendo. La escena, cada vez más DIY, era más dispersa que nunca por su globalización, se conectaba más por la sensibilidad del sonido que por sus ubicaciones, más o menos como si fuera una comunidad sonora internacional.
Estas nuevas redes se expandían desde México con uno de sus nuevos referentes, The Polar Dream (Follow Me to the Forest, 2010; Kiev, 2013 y Viva México, 2017) y su proyecto alterno Fauno (Mexicadelia, 2014), así como con A Shelter in the Desert (Maze of Memories, 2012 y Pequeñas Hiroshimas, 2015), Monoceros (In Girum Imus Nocte Et Consumimur Igni, 2014), Ciénega (Viva Bocashi, 2012), Azain (Azain, 2013), No Somos Marineros (Lomas Verdes, 2014), The Night Owls (The Anatomy of Melancholy, 2015), The Illusion of Free Will (The Inner Self, 2016 y The Voyage, 2017), Acidandali (Ácidondalia, 2016), Apocalipsis (Apocalipsis, 2012 y Dimensión Maldita, 2015), Muuk (Muuk, 2014), y Vyctoria (V, 2016 y Ahora veo más claro, 2017) hasta llegar al Sur de América con Constantina (Pelicano, 2014 y Codorna, 2017), Puna (Madrugada del Fin EP, 2011 y Au Dial LP, 2014), Tan Frío el Verano (Invierno EP 2010 y Primavera LP, 2012), Días de Septiembre (Días de Septiembre, 2011 y Terminal, 2013), La Mar (La Mar, 2012 y Tides, 2014) o Ava Full of Grace (Borealis, 2017).
Otra conexión estaba en Canadá y Estados Unidos, donde surgieron bandas como This Patch of Sky, que fue de la estética cinematográfica y un sonido electrizante a la exploración de melodías más dramáticas mediante sus violines e instrumentos de viento, como pasó en Heroes and Ghosts (2013) y These Small Spaces (2017), respectivamente. Por su parte, Au Revour estaba uniendo furia y sensibilidad de manera apasionante en In The Key of Night (2012) y Veles EP (2016); y qué decir de I/O, banda que cristalizó y rasgó el post-rock en un mismo suspiro, como fue en sus discos Saudade (2014) y Anyone, Anywhere (2017).
Otro tremendos nombres de estos rumbos son Braveyoung, Tides of Man, The Swan Thief, Driving Slow Motion, Wozniak, The End of the Ocean, Slow Meadow, Raised by Swans (en sus inicios), Telepathy, Signall Hill y Shy, Low. Además, surgieron unos casos muy interesantes: los proyectos alternos y las colaboraciones especiales. En este sentido vimos nacer a Marriages con ex miembros de Red Sparowes, así como a Perils from the Sea del multimencionado Jimmy LaValle con Mark Kozelek (Red House Painters, Sun Kil Moon), y a Inventions que lo conformaban Mark. T Smith (Explosions in the Sky) y Matthew Cooper (Eluvium).
Con ayuda de todos los mencionados (y muchísimos más), como si fuera una marea lenta, el post-rock volvió a cruzar oceános y desembarcó en Europa con un lenguaje distinto, pero con el mismo espíritu. Entonces conocimos a the Picturesque Episodes, proyecto individual del lituano Darius’ Gerulis, que parecía tomar elementos de This Will Destroy You y God is An Astronaut para crear sus propias bases electrónicas y generar una cadencia de alcances cósmicos y repercusiones más espirituales, con los álbumes Lonesome Sky In H Minor (2010), I/O Technogenesis (2011) y Cosmogenesis (2011).
En Ucrania floreció Sleeping Bear, tomando vuelos altos por encima de las montañas, con guitarras sublimes que manipulaban las emociones del oyente en los hermosos discos Sleeping Bear (2014) y el EP Parinae (2015). En la misma tierra nació The Best Pessimist, comandada por Serhii Lunov, quien hizo de la épica de silencio y la pausa sus mejores aliadas en esa fusión de post-rock electrónico con ambient, en los álbumes To Whom it May Concern (2010), Love is… (2012) y The Half-World (2015).
Muy cerca, en Rusia irrumpieron los Powder! Go Away, que le apostaron a ese sonido más seco, directo y explosivo que había definido al post-rock, en composiciones cargadas de adrenalina y sentimientos desbordados que cupieron en los discos We don’t know when it has begun, but we know that it will never end (2012), Closer to Cold (2014) y Lost Hapinness (2019).
Suecia no dejaba de entregarnos nombres importantes, entre los que destacan Lights & Motion, proyecto que surgió de las noches de insomnio de Christoffer Franzén, quien le agregó a su obra una estética de cine score y música neoclásica para egendrar motivantes melodías en Reanimation (2013), Chronicle (2015) y Dear Avalanche (2017). También hay que mencionar lo de Oh Hiroshima, que tocaban sus instrumentos con pasión y cantaron con el corazón abatido en Resistance is Futile (2011) e In Silence We Yearn (2015); además de A Swarm of the Sun, que aderezaban su post-rock con metal, drone y trances ambientales, teniendo como resultado imponentes producciones en The Rifts (2015) y The Woods (2019).
En Francia nació Les Discrets, que seguía los pasos de Alcest desde una perspectiva más oscura y metiéndose a la profundidad del doom-metal, como se percibió en Ariettes Oubliées (2012). Mientras tanto, en Alemania surgieron dos bandas que se alzaron sobre las nubes con la misma fuerza, pero desde catapultas distintas: Collapse Under the Empire (que ya venían de un par de años atrás) que privilegió en dosis iguales la electricidad y la electrónica en Shoulders & Giants (2011) y Fragments of a Prayer (2012); y Waves que tenían un eco más orgánico pero igual de atmosférico y colosal, y que se vio reflejado en los LPs Lights & Colors (2012) y Stargazer (2015).
Alrededor de estas latitudes geográficas también paraban la mano Pictures From Nadira, Platonick Dive, Fleur de Lis, I’m Waiting for You Last Summer, Valsaland, Silent Island, First Breath After Coma (nombre en honor a EITS), Feed Me to the Waves, Spoiwo, Nordic Giants, Silent Island, Dreams of the Drowned, Kokomo, we.own.the.sky, BRUITt ≤, Toundra y Astodan, entre muchísimas más (en serio, si mencionamos a todas no terminaríamos).
En Asia y Oceania esta marea de delay se removió en agrupaciones que seguían creando las más emocionantes bandas sonoras para películas inexistentes. Uno de los actos más destcados fue Paint the Sky Red, de Singapur, que en sus discos el homónimo (2011), Not All Who Whonder Are Lost (2015) y There is a Tomorrow You Don’t Know (2019) parecía tallar el hielo con la luz de sus guitarras, las mismas con las que trazaron nuevos bordes en la cartografía de la nostalgia y el amor. Su sonido evocó paz y ternura, pero también fuerza y determinación, una ambivalencia traducida en una verdadera complejidad emocional.
Otros imprescindibles en este periodo son Zhaoze, de China, porque parecía que fusionaban en un santiamén la cosmovisión neoclásica y quirúrgica de MONO con la bestialidad canalizada de los primeros Mogwai, pero con un sello progresivo propio. Estos virtuosos usaron instrumentos milenarios chinos para generar sonidos más contemporáneos, todo electrificado y suspendido en emociones, como suenan sus álbumes Cang Lang Xing [Azure Star] (2010), Yond (2013) y Yesterning Yes Tonight (2015).
También tenemos a Cicada (Over the Sea/Under the Water, 2010 y Coastland, 2013), Zhaoze , Inspiratives (Memories Come Rushing Up To Meet Me Now, 2010 y Mysteriously Awake, 2015) Sparrow (Rainbow Mountain, 2012), Wang Wen (Eight Horses, 2014 e Invisible City, 2018), The Grinding Ear (The Raining Universe, 2015), toe (Hear You, 2015) , Heals (Spectrumb, 2017) y Glow Curve (Invisible History, 2019), así como Solkyri (No House EP, 2011; Are You My Brother?, 2013 y Sad Boys Club, 2015), We Lost the Sea (The Quietest Place on Earth, 2012 y Departure Songs, 2015), Those Who Ride with Giants (Numinous, 2016) y Meniscus (Refractions, 2016).
Cada una de ellas hacían y transformaban el post-rock a su manera, ya fuera mediante avalanchas sónicas o con capas de sonido que acariciaban con más delicadeza, pero todas removían algo en lo profundo de quien se detenía a escuchar. En algunos casos, sobre todo en los grupos emergentes, el sonido parecía elaborarse de manera más genérica, sí, pero eso no quería decir que careciera de intención o de alma; muchas veces, en esa aparente sencillez latía el deseo genino de decir algo desde lo íntimo, aunque todavía estuvieran encontrando su propia voz.
A estas alturas, la escena ya se había globalizado sin mucho marketing de por medio (al menos no con el mismo que sí gozaron otros movimientos), con grabaciones que iban desde los estudios caseros a los más sofisticados, todas atravesando continentes como aves migratorias. Se había tejido toda una telaraña sonora que conectó a Jalisco con Santiago, que hizo que lo que se tocaba en Chicago resonara en Berlín, rebotando e influenciando en Montreal y Osaka.
Eran mil bandas y una corriente. Unas -las de camino ya recorrido- practicaban nuevos ensayos y las otras -las iniciadas- emergían después de las lecciones aprendidas. En todos los casos sonaban cerca de la esencia y motivación del género, es decir, de la introspección y la expansión emocional, por más lejos que esto los llevara de los himnos inmediatos y las preferencias más ordinarias.
Cuando esta expresión apenas se estaba gestando, muy pocos entendieron hacia dónde iba, pero ahora quedaba claro que ese punto de partida originó una de las ramas más audaces y conmovedoras de la música alternativa contemporánea. Nació y se perpetuó el post-rock, no como negación del rock, sino como su trascendencia. Un género que no grita, pero dice mucho; que no busca estructura, sino extensión. En tiempos en los que las formas se habían vuelto prisiones en moldes convencionales, esta narrativa musical abrió una vía distinta… más abstracta y mucho más profunda.
El legado de ese grupo de artistas inquietos y visionarios que a finales de los 80s y principios de los 90s se preguntó si aún era posible expresar algo más profundo, ahora vive y respira en las nuevas generaciones músicos, acompañados de muchos de sus prolíficos maestros, con los que siguen honrando el espíritu fundacional del post-rock. Lo mantienen en lo alto -sobre las montañas, entre las nubes, sobrevolando el mar y dibujando auroras boreales, o contemplado las luces de la ciudad desde los rascacielos-, tan libre como cuando nació, tan vivo como siempre.
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