A mediados de los noventas, Gran Bretaña vivió un arrebato de furor nacionalista alrededor de la música, uno de esos que se producen de vez en cuando en las islas y que causan revuelo en todo el mundo. Durante ese periodo los esfuerzos de bandas, sellos discográficos, emisoras de radio, programas de televisión, agentes culturales de todo tipo y la clase política remaron en la misma dirección para obsequiarnos buena parte de la música más excitante no nada más de esa década, sino de la historia.

Etiquetada bajo el nombre de Britpop, este movimiento representó un cúmulo de contradicciones y paradojas que aún hoy son fruto de apasionados debates. Sus primeros fans vieron un momento en el que un sector de la sociedad -hasta entonces marginado- volvía a liderar tendencias. Sus detractores, por otro lado, no pasaron de considerarlo como otra camada de personajes más preocupados por la imagen y la pose con canciones que, según ellos, reciclaban la historia del pop-rock británico. Esto se alimentaba de un genuino sentimiento de rechazo ante la omnipresencia de la cultura estadounidense en Inglaterra y sus alrededores, pero también es cierto que hubo más responsabilidad desde las disqueras y el periodismo musical del momento en incentivar esa postura que las propias bandas en sí.

Con todo lo artificioso y prefabricado que suena, este estilo musical se armó de valor para aprovechar contextos situacionales para confirmarse como una tendencia a seguir en la industria del entretenimiento, y representó un periodo muy particular en el rock de Gran Bretaña por la mayor concentración mediática que caracteriza a las islas, lo que hizo que esta idea cuajara muy rápido y se extendiera a Gales, Escocia e Irlanda del Norte. No todos los grupos originales eran necesariamente de las entrañas del género, pero inspiraron la denominación «Cool Britannia» para referirse de forma más global a todos ellos. Y en lo que se refiere a su sonido, este tampoco tardó mucho en propagarse fuera de las fronteras británicas, por lo que sus influencias se hicieron fácilmente rastreables alrededor del globo. De esta manera se vio al britpop nacer, crecer, consagrarse, caer, levantarse, resistir, mutar y, hasta nuestros días, mantenerse de pie.

Entonces te invitamos a ponerte cómodo para acompañarnos en esta apasionante historia de cigarrillos, alcohol, cocaína, ironía, glamour, política (y no solo de Estado), patriotismo, cine y, sobre todo, tremendos discos con música excitante.

 

Influencias y orígenes (1963 – 1990)

Paul Weller, The Smiths, The Stone Roses, Happy Mondays

La historia musical de Gran Bretaña se caracteriza por tener momentos vibrantes en los que ciertas escenas tuvieron su furor no solo por sus bandas clave, sino también por el movimiento cultural que las inspiraron. Eso explica mucho la recurrente necesidad de revivir el orgullo del otrora invencible Imperio Británico a través del arte, en vista de que la política o la economía no se los permitió durante la segunda mitad del siglo XX.

Varios de esos lapsos tan concretos moldearon el britpop en lo más parecido que tiene a una esencia musical. Las escenas que formaron en su día los grupos del glam rock y el punk de los 70s, así como los grupos más notables del indie británico durante los 80s (new wave incluido) eran las referencias comunes como inspiración para componer y grabar canciones.

Sin embargo, hubo una referencia aun más evidente para estos grupos: la Invasión Británica de los 60s. Aunque era una inspiración generalizada para la mayoría, tuvo su mayor reflejo en las dos más importantes de aquel momento (comercialmente hablando): Blur y Oasis. Por un lado, los primeros tomaron nota de la crítica suburbana y la glorificación del estilo de vida tradicional inglés de The Kinks y Small Faces. Los segundos no dudaron en clamar a los cuatro vientos que The Beatles eran para ellos una religión.

Punto y aparte el caso de una banda que tuvo quizá el mayor impacto en la formación del britpop: The Jam. Este trío liderado por Paul Weller, a la postre conocido como el «padrino del britpop», fue de los primeros que crearon música para hablarle a los británicos sobre lo que ocurría en su tierra, en medio de la recesión económica, el surgimiento de grupos neonazis y el inicio del mandato de Thatcher. Luego, Weller formó The Style Council, agrupación más orientada al soul y el jazz pero también considerada antecedente del britpop: sus portadas tenían referencias culturales y las letras no solo eran anti-Thatcherismo puro, sino que también anticiparon la denuncia ante la influencia de los Estados Unidos reflejada en los nuevos desarrollos urbanos.

Por otro lado, del glam rock podemos tomar a personajes como T. Rex, David Bowie, Roxy Music, Gary Glitter y Slade como referentes imposibles de eludir, tanto en música como en su sentido de moda. Los mayores exponentes de esta tendencia se verían en Suede y Pulp, ambos desarrollando más el sentido visual, dotando su propuesta de cierto nivel de provocación sexual (a veces rayando en lo andrógino).

Y qué decir de The Smiths, que en el rubro indie de los 80s se hizo conocido por su sonido de guitarra heredero del rockabilly y del pop británico de los 60s, en un momento en el que la idea de hacer música moderna con sintetizadores predominaba en el ambiente. Por si fuera poco, su vocalista (¿les suena el nombre Morrissey?) era una figura dominante y provocativa. Sus letras atacando a Thatcher y la monarquía, así como las referencias literarias que se mostraban en las portadas de sus álbumes pronto les dieron notoriedad nacional. Y con su separación en 1987, quedó abierto un hueco para que alguien más tomase diera un paso al frente.

Ese alguien fue The Stone Roses, que apareció en un momento justo. Estos chicos apostaron por la psicodelia y el boom de la música house para registrar un sonido vibrante y melódico, dando vida a éxitos que se sentían como auténticos himnos, y también congregaron a un público considerable alrededor de su propuesta a pesar de formar parte de un sello independiente.

The Smiths y The Stone Roses eran ejemplos muy gordos de que no era necesario moldearse a lo que buscaran las grandes disqueras del momento para ser exitosos.

Con frecuencia citan a estos dos como grupos de britpop, aunque no forman parte de ese momento histórico (sino que a partir de ellos se generó). Fueron responsables de inspirar ese entusiasmo inicial, definiendo aspectos como la actitud descarada y ambiciosa de ser los mejores, el uso de los medios de comunicación para mantenerse en la tapa de los periódicos, la fijación con escenas musicales anteriores y sus continuas referencias a ellas mediante la composición, pero en esencia sus trayectorias transcurrieron en un marco distinto.

Otras influencias menores son el northern soul y el rock psicodélico que definieron los estilos de muchos grupos de los que hablaremos, y en particular la new wave y el new romantic se filtraron sutilmente en otros. Por otro lado, hubo quienes se orientaban a otros modelos de inspiración pero igual terminaban vinculándose al britpop por uno u otro motivo. Había artistas que tenían de espejo a The Velvet Underground y algunos eran admiradores del indie estadounidense, y otros incluso comenzaron sus carreras en el shoegaze.

Otro antecedente importante es el Verano del Amor de 1988. Ese entusiasmo derivó en la cultura rave, una respuesta al modelo neoliberal del gobierno expresado en su frase «la sociedad no existe», utilizada para desmontar las garantías sociales alcanzadas durante la Postguerra. Al generar una subcultura con un poder subversivo sin recurrir a violencia frontal y tener en recintos como The Hacienda su catedral, el entusiasmo de las raves pronto contagió al indie rock, que repercutió en el ejemplo de The Stone Roses pero también de toda la movida rave n roll o Madchester (también conocida como baggy) que incluyó grupos como Happy Mondays, James, Inspiral Carpets, The Soup Dragons, EMF y Primal Scream, produciendo un cambio químico decisivo; porque a pesar de la importancia de estos grupos que mezclaban rock alternativo y música house, la clave radica en cómo un cambio en el milenario arte de elevarte dos centímetros por encima del suelo a través de sustancias psicoactivas.

Aun así, a pesar de la importancia del recinto Hacienda y de la cultura rave, musicalmente no a todos les gustaba esa onda. Algunos estaban hartos de ver en la tele los mismos rostros que se veían en los 80s. Incluso hubo resentimiento porque los medios, en vez de prestarle atención a lo que ya pasaba en Gran Bretaña, decidieron abrirle las puertas a los grupos norteamericanos.

Cuando llegaron los 90s y Thatcher renunció, algo quedó claro en el ambiente musical: ya había sido suficiente del thatcherismo y su apertura al monopolio cultural estadounidense. Entonces, para estas bandas que se estaban formando en esos días, mostrar una actitud anti-grunge o anti-América del Norte era también una forma de decir que eran anti-Thatcher.

En ese orden de ideas, ¿qué rol en la sociedad ocupaban estos anti-estadounidenses obsesionados con el rock británico, tan arrogantes y con tan buen sentido de la moda? Bueno, no necesariamente eran todos de clase obrera, pero muchos supieron por un tiempo lo que era vivir cobrando seguro de desempleo. Fueron testigos de la gentrificación del gobierno, expresada en nuevos proyectos inmobiliarios que eliminaban cualquier atisbo de sustancia o pasión en los lugares más «locales» que antes la gente solía frecuentar con sus padres o abuelos. Por eso era la añoranza de un pasado donde todavía existían cosas en Gran Bretaña que los hicieran sentir británicos.

Y con esas raíces el britpop comenzaba a escribir su historia.

 

Primeros lanzamientos (1991 – 1993)

The La’s, The Charlatans, Suede, Teenage Fanclub

Uno de los momentos que suelen considerarse como el «año cero» para el britpop tuvo lugar el 27 de mayo de 1990. Ese día The Stone Roses organizó el concierto de Spike Island que congregó a 27 mil personas y quedó en el recuerdo por el mal sonido de la jornada y algún cruce airado de la banda con los periodistas. Sin embargo, el gesto de organizar un evento de tal magnitud siendo una agrupación indie caló hondo en una nueva generación de músicos.

Con esto se demostró que se podía ser popular y convocar grandes audiencias sin ceñirse a la radio fórmula típica, y ese mensaje no tardó en volverse una inspiración.

En octubre del mismo año apareció el primer y único LP de The La’s, grupo de Liverpool que alcanzó una popularidad respetable gracias al single «There She Goes», con el que dio un aviso de por dónde se iban a orientar las cosas. Inmediatamente después, desde Birmingham apareció The Charlatans para publicar su LP debut, Some Friendly, y a los pocos días salieron los londinenses Blur con el single «She’s So High», que adelantaba LP debut, Leisure, que lanzaron en 1991.

Igual de decisiva fue la aparición de otra referencia de esas guitarras tradicionales y británicas con los escoceses Teenage Fanclub y su LP Bandwagonesque. También, en una vertiente más jangle, surgió Riverside con One, desapercibido por muchos pero que rescataba parte de esas guitarras del indie pop ochentero. A eso se suma el éxito de Primal Scream con el ecléctico Screamadelica, que no era britpop al uso pero sí reafirmó un hecho: los sellos indie encontraban el talento con mayor velocidad y precisión que los sellos grandes. Y es que las placas de TF y SC salieron en Creation Records, la label de música indie más importante en el Reino Unido en ese entonces.

Como respuesta, en el ’92 se dieron varias movidas clave en la industria, en parte por el éxito del rock alternativo estadounidense pero también porque en el pasado muchas bandas no fueron reclutadas por una disquera grande, así que se optó por absorber todos los sellos indie de Gran Bretaña para asegurarse los prospectos de superestrella sin necesidad de hacer un proceso de scouting exhaustivo. Esa estrategia era similar a la que se usó antes con la escena del college rock en EEUU, pero en las islas fue un proceso más abrupto y perceptible: Sony compró Creation Records (más adelante sello de unos tales Oasis), EMI hizo lo propio con Food Records (sello de Blur) y Polygram adquirió Island Records (que tenía a unos emergentes Pulp). En otras palabras, una mezcla entre azar y maniobras empresariales bien coordinadas se alineó para que tres de los que se convertirían en los grupos más importantes del britpop pertenecieran a tres de los sellos musicales más grandes del mundo.

Poco después de que Blur girara por América y sacara la canción «Popscene» cuya letra definió parte de la idea del britpop noventero (ironizar sobre lo que estaba mal en el entorno), Suede publicó su primer sencillo, «The Drowners».  Su mezcla de letras sórdidas y guitarras inspiradas en el glam rock rápidamente se ganaron la atención de la prensa, tanto que se depositó su confianza en ellos para liderar la nueva ola del pop británico con la canción «Metal Mickey». Ambos temas contrastaban con el grunge, con el shoegaze y con el ya decadente movimiento baggy. También durante ese ’92 salió otro grupo britpop inspirado en el glam, Denim, debutando con Back In Denim que no tuvo la relevancia comercial merecida, pero exhibió esa actitud más relajada e ingeniosa que convertirá al britpop en una alternativa real.

En 1993 el protagonismo se mantuvo del lado de Suede con el sencillo «Animal Nitrate», cuyo éxito derivó en una presentación muy comentada en los Brit Awards. Allí tocaron ante un público estupefacto al ver el aspecto andrógino de Brett Anderson mientras cantaba con desdén. Luego llegó su primer LP homónimo que fue el debut más vendido en la historia del Reino Unido hasta entonces. Y después se publicó en la revista Select una portada de Anderson con la bandera de la Union Jack de fondo, acompañado de un artículo donde daba cuenta de esta nueva ola de bandas inglesas que estaba surgiendo: Denim, Pulp, The Auteurs y Saint Etienne (aunque estos últimos iban más por la línea del trip-hop y la electrónica).

Oficialmente había nacido el britpop.

Desafortunadamente para Suede, cuando salieron de gira por Estados Unidos las cosas no salieron bien. No sólo tuvieron que presentarse como The London Suede porque el nombre ya estaba registrado en ese país, sino que además su propuesta no le llegó a un público todavía afiebrado por el grunge. Fue tan extremo el asunto que sus teloneros irlandeses, The Cranberries, fueron más del agrado y durante las últimas fechas se convirtieron en el grupo principal de los shows.

En esos días Blur publicó el álbum Modern Life Is Rubbish, trabajo que de principio a fin se mostró como una carta de añoranza el estilo de vida británico y obrero de antaño, retratando la forma en que la americanización había echado a perder la clase media del Reino Unido. Esto bastó para ponerlos en carrera para encabezar el cambio de paradigma que se haría efectivo un año más tarde.

Otro debut importante del ’93 fue el de The Boo Radleys con Giant Steps, que a pesar de vincularse a menudo con el shoegaze y declarar su fascinación por los grupos del college rock de EEUU, tenía un sentido de la melodía inconfundiblemente británico. Este elepé tiene un valor especial porque demostró que no era necesario caer en la provocación de Suede o el chauvinismo de Blur para rendir tributo de forma correcta al pop británico clásico. Por ahí si situaba The Verve, que con A Storm In Heaven se vio más vinculado al shoegaze o el space rock que al naciente britpop, pero igualmente destacaba por su sonido psicodélico.

Junto a ellos, otros grupos como Dodgy, Kinky Machine, These Animal Men y Strangelove comenzaron a hacer ruido en el panorama. El entusiasmo crecía y parecía cuestión de tiempo para que los vientos soplaran a favor de lo que se estaba cocinando en el Reino Unido.

 

Consagración y la gran batalla (1994 – 1996)

Blur, Oasis, Pulp, Supergrass

El 8 de abril de 1994 el mundo quedó en shock cuando se supo del fallecimiento de Kurt Cobain, líder de Nirvana, y tan solo dos semanas más tarde se publicó el tercer álbum de Blur, Parklife. Ambos hechos pusieron de manifiesto el golpe de efecto en Gran Bretaña, que por azares del destino y de la noche a la mañana se vio contagiada de un optimismo renovado en la música pop hecha por ingleses en su propia nación.

Albarn y compañía sonaron en la radio y televisión todo el año, lo que los hizo los músicos más importantes de las islas y los nuevos líderes del britpop. Durante varios meses podían jactarse de no tener rival… hasta que realmente lo tuvieron.

Todo comenzó a cambiar cuando apareció Oasis, comandado por los controversiales hermanos Noel y Liam Gallagher. Su primer sencillo «Supersonic» no alcanzó un lugar tan alto en las listas pero les dio la notoriedad necesaria. Luego, con la publicación de «Live Forever» se hicieron un nombre muy conocido, pues no solo alcanzaron el Top 10 en Reino Unido sino que además se colaron sorpresivamente el Top 10 en las listas de Billboard en Estados Unidos. Podría decirse entonces que lo que no habían podido lograr Suede ni Blur por su actitud incorregiblemente anti estadounidense (o excesivamente británica, según se mire), lo consiguieron sin proponérselo cinco jóvenes surgidos de la clase obrera de Mánchester: hacerse notar con fuerza en el mercado estadounidense.

Cuando llegó su disco Definitely Maybe batió el récord del LP debut con más ventas en Gran Bretaña (rompiendo el de Suede de un año atrás). Su portada (inspirada en la de un compilado de The Beatles) invitaba, como lo hacía The Style Council de Weller, a identificar las referencias culturales puestas allí: desde George Best hasta Burt Bacharach pasando por El Bueno, El Malo y El Feo. La gran diferencia es que mientras los primeros exaltaron el valor de lo británico, con Oasis el sentir britpop se convirtió en un discurso universal.

Además de su música, los orígenes obreros de la banda sirvieron para establecerlos como un claro contrapeso frente a lo que hasta ese momento era un predominio de la clase media londinense en la narrativa del britpop. Si sumamos a eso una imagen pública sustentada en el buen parecido de Liam Gallagher (con una voz espectacular además), tenemos un fenómeno de masas que crecía mes a mes.

Mientras Parklife y Definitely Maybe triunfaban, muchos grupos aprovechaban la oportunidad lo mejor que podían. Pulp lo consiguió mejor que el resto gracias a His N’ Hers, una producción en la que Jarvis Cocker mostraba su talento para contar historias que iban de la sordidez sexual a la crítica suburbana con naturalidad y certeza envidiables. Ellos también estaban en boca de toda la prensa y todo el público en Gran Bretaña.

No faltaron las mujeres que también se hicieron notar, siendo Elastica, Sleeper, Echobelly y Salad los casos más notables con sus primeros discos. Y hablando de debuts, el de Strangelove con Time For The Rest Of Your Life dio mucho de qué hablar porque combinó un buen uso de las melodías con una ejecución más cruda y personal aportada por la grave voz de su cantante Patrick Duff. También se destacaron los de Shed Seven con Change Giver, These Animal Men con (Come on, Join) The High Society, My Life Story con Mornington Crescent o los galeses Gorky’s Zygotic Mynci con Tatay.

También fue un año clave para The Lightning Seeds, que tuvo reconocimiento masivo con Jollification, obra que mostró una amalgama más evidente entre new wave y britpop. Otro veterano, Edwyn Collins (ex vocal de Orange Juice), mezcló con astucia ideas del glam rock, el jangle y el folk en Gorgeous George. Ese uso de influencias cercanas al britpop también benefició a Morrissey, quien a su manera las aprovechó durante la grabación de Vauxhall And I, considerado por muchos como su mejor trabajo en solitario. Y qué decir de Radiohead, que con The Bends logró el éxito por igual en Europa y América, a la vez que se ubicó como una banda que no era del todo britpopera pero acompañaba el movimiento de muy cerca.

La gala de los Brit Awards de 1995 representó la coronación del britpop como la gran tendencia del momento. Blur se llevó cuatro premios, Oasis uno, y hasta el padrinazgo de Paul Weller le valió para ganar uno a Mejor Artista Masculino. Lo que no sabía nadie esa noche es que ese momento era el comienzo de una nueva fase en la historia de la música alternativa que llevó todo lo que los había caracterizado hasta ahora a un nuevo nivel, para bien y para mal…

Porque siempre que se habla del britpop hay una pregunta inevitablemente asociada: ¿Oasis o Blur?

Los orígenes detrás de uno de los feudos entre bandas más notables de la historia no son del todo claros. El fuego que prendió la mecha a un nivel público podría encontrarse en esos Brit Awards del ’95, ya que en su discurso, Albarn sugirió que el galardón que ganó Blur debieron haberlo compartido con Oasis, en un momento en el que la popularidad de los de Mánchester era creciente.

Si bien había predisposición de los hermanos Gallagher para alimentar una rivalidad entre bandas, lo cierto es que jugó un rol más importante la prensa sensacionalista, pues hizo énfasis en que estaba la banda de clase media y arty del sur (Blur) enfrentada contra los insolentes de clase obrera del norte (Oasis), y esa narrativa se ganó la atención de la mayoría de los británicos.

Conforme avanzó el año, las noticias de que ambos grupos estaban en proceso de componer y grabar nuevos álbumes alimentaron esta expectativa. La rivalidad quedó confirmada para el ojo público cuando Oasis publicó «Some Might Say» como primer avance de (What’s the Story) Morning Glory? y llegó al #1. Estaba claro que ahora habían dos nombres en situación de pelear por decidir al grupo más grande del UK.

En ese marco Blur anunció el lanzamiento de «Country House», el single de The Great Escape, originalmente para septiembre. Al poco tiempo Oasis hizo lo propio con «Roll With It» para un 14 de agosto. Preocupados en el sello Food Records al percibir que esa movida podría afectar sus ventas y la promoción del disco de Blur, decidieron adelantar sorpresivamente la fecha y publicar «Country House» el mismo día.

No es claro si hubo presión de Food Records hacia Albarn para cambiar la fecha o viceversa, pero lo cierto es que en la prensa se frotaban las manos ante lo que era el evento musical del año y de la década en Gran Bretaña. La reivindicación frente a esa dependencia de lo que produjera la cultura estadounidense, de tocar en bares de mala muerte y batallar por un lugar medianamente decente en medios de comunicación, ahora se pasó a una situación en que dos grupos fogueados en ese ambiente iban a disputarse el #1 en las listas.

Entre los singles «Country House» (274,000) y «Roll with It» (216,000) ganó el de Blur con más copias vendidas. Con este hype, todo apuntaba a que el suyo iba a ser disco que haría explotar todo, pero luego salió el de Oasis y los todos elogios se trasladaron hacia los Gallagher que se habían guardado sus mejores balas para después. Cuando salió el single «Wonderwall» las tornas cambiaron definitivamente a su favor; con un #2 en Reino Unido y #1 en Estados Unidos no solo se ensombreció lo sucedido con esta batalla, sino que terminó de exportar toda la idea del britpop a las radios de todo el planeta. El éxito fue replicado por los sencillos «Don’t Look Back In Anger» y «Champagne Supernova».

Fuera de esa batalla, Pulp se consagró con Different Class y por derecho propio se convirtió en una especie de «tercera fuerza». Jarvis encarnó como nunca la ironía, el erotismo y la sensibilidad necesarias que lo volvieron un cronista de su tiempo. No son pocos quienes consideran su inolvidable single “Common People” como el máximo logro musical del britpop.

No muy lejos quedó Elastica, que con su LP debut homónimo puso las influencias punk al frente y le dio un espacio definitivo al riot grrrl. También destacó Supergrass gracias a su tremendo debut I Should Coco, con un optimismo casi ingenuo y videos muy divertidos que los visibilizaron de inmediato.

Uno de los primeros en avisar de qué se trataría el britpop, Teenage Fanclub, se sumaron a la fiesta con su tremendo disco Grand Prix. Por su parte, The Verve publicó el notable A Northern Soul pero con un poco de mala suerte y las peleas internas se disolvieron tras su gira promocional… para volver a reunirse semanas después. El segundo LP de Echobelly, On, llegó al cuarto lugar en las listas y tuvo uno de los grandes himnos del britpop en «Great Things». Otros debuts que destacaron fueron los de Menswear con Nuisance, Gene con Olympian, Heavy Stereo con Deja Voodoo, Cast con All Change y Delicatessen con Skin Touching Water.

Ese éxito abrumador del nuevo rey del britpop permitió que muchos grupos gozaran de reflectores por la recomendación personal de los Gallagher o simplemente por ser compañeros del sello Creation. Ocean Colour Scene es del primer caso, con la publicación de Moseley Shoals. Del segundo caso, Super Furry Animals lanzó su debut Fuzzy Logic con clarísimas influencias de The Beatles del Sgt. Peppers o de los Pink Floyd de Syd Barrett (¡o ambos!). También estaban los Heavy Stereo, que con su único LP Déjà Voodoo gozaron de un éxito discreto y tuvieron la oportunidad de abrir varios conciertos de Oasis.

Entre los veteranos que se vieron beneficiados de su vinculación con el britpop destacó Paul Weller, que publicó Stanley Road. Aquí invitó a Noel Gallagher para colaborar en su versión de «I Walk On Gilded Splinters», original de Dr John. Y el álbum llegó al #1 en las listas británicas; mientras otros veteranos (y no tan veteranos) seguían haciendo lo suyo y en muy buena forma, como James, Morrissey y The Charlatans.

Durante 1996 Oasis sonaban en la radio, aparecían en televisión por su música o sus escándalos, y sus directos eran los más demoledores. Sus fans se contaban por miles y cada vez los escenarios tenían que ser más grandes porque los teatros no daban abasto, por lo que en mayo alcanzaron un nuevo nivel de convocatoria con dos noches a lleno total en el estadio Maine Road de su natal Mánchester. Ese fue el preámbulo para la definitiva coronación del britpop: las dos noches en Knebworth Park.

Vale la pena profundizar un poco en ese momento, pues no fue uno más en la historia musical de Inglaterra. Nunca una banda indie habría imaginado que podía convocar un cuarto de millón de personas durante un fin de semana. En esas jornadas todo era dictado por el concierto de The Stone Roses en Spike Island, por eso en el segundo show tuvieron como invitado especial a su guitarrista, John Squire. Los teloneros fueron The Charlatans, Cast, Kula Shaker, Manic Street Preachers, Ocean Colour Scene y dos grupos electrónicos muy cercanos a la escena como eran The Chemical Brothers y The Prodigy.

Durante dos noches, ante 250.000 personas Oasis llevó el britpop y la noción que se tenía del indie tan lejos como fue posible. Ya no tenía sentido hablar de «marginados» o «corriente alternativa»: eran el mercado principal de la música, facturaban millones de libras y sus canciones llegaban a todas partes.

El ’96 también vio a Suede triunfar a lo grande con su disco Coming Up, cuyos singles «Trash» y «Beautiful Ones» los devolvieron al primer plano. Luego llegó un debut importante con Kula Shaker que alcanzó el primer lugar con K, que mezclaba psicodelia con la música hindú de manera genial. Sleeper también triunfó con The Il Girl, fusionando ideas del punk, la new wave y el reggae; además tuvieron una participación memorable en la banda sonora de Trainspotting, por lo que podemos decir que tuvieron un año redondo. Igual de bien le fue a Ash, que debutaron con su LP 1977 y brillaron con sus baladas redentoras. Y también seguían sonando los Shed Seven, que alcanzaron los puestos altos de las listas con el LP A Maximum High.

Otras apariciones que no deben olvidarse fueron las de Marion con su LP debut This World And Body que parecía inyectar una nueva dosis de energía al britpop, o Longpigs con su cantante Richard Hawley al mando, que se estrenó con The Sun Is Often Out. Northern Uproar lanzó su primer LP homónimo que alcanzó una rotación respetable, The Divine Comedy sonó mucho con Casanova, y también cabe destacar a grandes debutantes como Catatonia, Spiders o The Bluetones.

Todavía hubo tiempo para que unos que apenas años atrás eran protagonistas del shoegaze se unieran a la fiesta, Lush con Lovelife, y Ride con Carnival of Light y Tarantula. Luego, los ya muy conocidos (y anteriormente enemigos confesos del britpop) Manic Street Preachers también se unieron a la fiesta con Everyrhing Must Go. Otros veteranos, The Lightning Seeds, alcanzaron la cima de su popularidad con el single «Three Lions», que se convirtió en el himno de la Eurocopa de 1996 que recibió Inglaterra.

El entusiasmo y la buena forma parecían no tener límites. Tanto así, que el juego político también se benefició de ello, con un joven aspirante a Primer Ministro del Partido Laborista que aprovechó la coyuntura para acercarse a la escena y capitalizar una masa electoral, pues el apogeo del britpop y parte de su misma esencia despertaban en el ambiente los deseos de un cambio.

 

Declive, resistencia y expansión (1997 – 1999)

The Verve, Stereophonics, Travis

Todo lo que sube tiene que bajar, y con la misma velocidad que todos se subieron al britpop, pronto muchos (no todos) sintieron ganas de bajarse de él. Así como se tienen muchas posibles fechas o momentos de origen, lo mismo podemos decir de su declive.

Unas semanas antes de que Oasis diera sus shows en Knebworth Park, en julio del 96 apareció «Wannabe», el sencillo que catapultó al estrellato a las Spice Girls, una girl band que aprovechó la popularidad de la simbología británica que había despertado el britpop. En lo musical era todo lo opuesto, pero en cuanto los sellos vieron que el reciclaje del R&B con ritmos bailables podía funcionar la orientación cambió para pasar de buscar bandas en bares de Lóndres a confeccionar boybands o girlbands (como ya lo estaba como ya lo estaba haciendo Estados Unidos, por cierto). Y los efectos se hicieron palpables en 1997.

Hay otra fecha que se señala a menudo como el inicio del declive del britpop y es en la que Tony Blair asumió el cargo como Primer Ministro, también en el ’97. Ese día entre los invitados VIP estaba Noel Gallagher, que durante campaña siempre mostró su apoyo, y ahora sonría a las cámaras mientras brindaba con el hombre que recuperó Downing Street para los laboristas tras casi dos décadas, sin saber que en el fondo ni Blair ni su equipo necesitaban al britpop ya, una vez conseguidos los votos.

Algunos cronistas también señalan el 21 de mayo de ese año, cuando se publicó OK Computer de Radiohead, una obra que proponía un equilibrio entre guitarras y experimentación digital -que sugería que el britpop iba a ser devorado por música electrónica pronto-, mientras hablaba de manera cínica del consumismo, la alienación y el lado oscuro de la globalización. Otra fecha clave podría ser el 1 de diciembre, cuando Robbie Williams (ex Take That) publicó «Angels», éxito con influencias britpop pero con una sobreproducción al estilo más popero que iba adquiriendo el movimiento.

Ya sea que elijas una fecha o pienses que deben considerarse todas en conjunto, lo cierto es que en el ’97 muchos se  determinaron a saltar del barco del britpop, mientras se unían al de unos Radiohead que ya tenían a la crítica musical de su lado. El caso más evidente es el de Blur, que tras la batalla del britpop tuvo que retraerse para resolver los crecientes problemas internos entre Albarn y Graham Coxon, por la propuesta del segundo por un cambio de sonido radical. De ese dilema salieron las canciones «Beetlebum» y «Song 2» que les devolvieron el éxito, sobre todo la segunda que fue una bomba en Estados Unidos.

Oasis hizo lo contrario. Todavía ebrios de éxito pero con una relación cada vez más tensa entre sus miembros, grabaron su tercer disco, Be Here Now, que por la expectativa a su alrededor se vendió como pan caliente. Aunque cuenta con éxitos monumentales, no se convirtió precisamente en el álbum más aclamado por la crítica, y en medio de su gira se hicieron evidentes los excesos mientras las peleas protagonizaron otra vez toda la promoción. Más adelante se las arreglaron para remontar con su compilado de lados-b, The Masterplan, pero parecía que el estado de gracia ya los había abandonado.

Supergrass seguía en lo suyo, resistiendo, y con In It For The Money fueron de los pocos grupos britpoperos que mantuvieron a la prensa de su lado. Palabras similares podrían decirse de Ocean Colour Scene con Marchin’ Already. Y por otro lado, The Charlatans se sobrepuso al luto por la muerte de su teclista Rob Collins con la publicación de Tellin’ Stories, posiblemente el trabajo con el que se ratificaron como el único superviviente de los días del baggy.

Uno de los grandes nombres del britpop de ese año fue The Verve, que con su aclamado Urban Hymns ahora sí se habían metido de lleno al britpop y el sencillo «Bitter Sweet Symphony» los llevó a la gloria. No muy lejos en impacto quedó Stereophonics, que con Word Gets Around se ganó un amplio reconocimiento. También comenzó a destacar Travis con su debut Good Feeling, que bastó para que cierto sector del público lo aprobara tras abrir varios conciertos de los Gallagher.

Estos tres grupos podrían considerarse como la semilla de lo que más tarde se denominaría post-britpop.

El impulso de los años anteriores todavía dio réditos con grupos de reciente formación que lanzaron sus primeras producciones en un momento de aparente retirada. Entre los subestimados de esos días destacan los debuts de Mansun, Attack Of The Grey Lantern, el de The Supernaturals, It Doesn’t Matter Anymore, Rialto con su homónimo y Geneva con Further. Y también apareció un supergrupo: The Seahorses, liderado por John Squire (ex The Stone Roses), que gozó de un éxito notable con Do It Yourself. Otros que no debutaban pero que también eran parte de una nueva generación, fueron My Life Story que alcanzaron el éxito con su segundo LP, The Golden Mile.

De manera casi simultánea y como consecuencia natural de la invasión británica en las listas y radioemisoras fuera del Reino Unido, en Europa iban sonando cada vez más fuerte bandas como la danesa Kashmir, la sueca The Wannadies y la alemana Fool’s Garden, que apenas se estaba curando la resaca del éxito de un par de años atrás (¿les suena «Lemon Tree»?).

Estados Unidos, pese a no sumarse al entusiasmo por el britpop (más allá de los infaltables fans de nicho), también comenzó a ver cierta influencia melódica y sonora en algunos grupos como Semisonic, The Wallflowers, Remy Zero y Sixpence None the Richer, que además de su single «Kiss Me» alcanzó la fama con un cover de «There She Goes» (The Lah’s).

De vuelta en el UK, en el ’98 The Verve afrontaba la demanda por los derechos de su sinfonía agridulce, ya que usó «más de lo pactado» una melodía de The Rolling Stones, minando su éxito hasta terminar en su separación. En contrapartida, This Is Hardcore de Pulp fue uno de los últimos grandes momentos del britpop en los noventas, con una temática más oscura y decadente que reflejaba las adicciones y el agotamiento de Cocker tras años de luchar por hacerse un lugar en la música.

Catatonia tuvo una suerte más irregular con International Velvet, aunque logró certificación de triple platino. A Marion, que había sorprendido con su debut, no le fue tan bien cuando publicó The Program y se separó por la adicción a la heroína de su cantante Jaime Harding. Kula Shaker lanzaron en el ’99 su segundo LP Peasants, Pigs & Astronauts, sin la aceptación que tuvo su debut y terminaron separándose al poco tiempo. Suede lanzó Head Music con un éxito considerablemente menor al de sus antecesores, Supergrass editó su LP homónimo con buenas críticas pero no tan buenas ventas, mientras Gene lanzaba muy buenos sencillos pero sin mucho eco, y Super Furry Animals se seguía alejando del britpop con Guerrilla.

De esta manera, el britpop hizo frente como pudo a las nuevas corrientes musicales de moda. Y como en toda resistencia, hubo sacrificados y también hubo quienes tuvieron más suerte desde sus trincheras, en ambos casos aferrados no solo al sonido sino también al espíritu del movimiento. Y también hubo, ya cerca del fin de la década, nuevos relevos que brotaron entre las paradojas y el conflicto, que formarían una avanzada con renovados alientos.

 

Post-britpop (2000 – 2005)

Doves, Snow Patrol, Coldplay

Cerrando década, siglo y milenio, y con los destinos tan distintos de las agrupaciones que protagonizaron esta historia, la conclusión es que hubo muchos factores que incidieron en un debilitamiento del britpop. Una parte de la prensa le dio la espalda y otra terminó agotando a las bandas a base de sobre cubrimiento, además de que estas no tenían mucho margen para reinventarse, y ante la inminente caída de la industria tradicional de la música por cuenta de Napster, el escenario para los sellos se hizo muy complejo para sostener a tantos artistas. Y claro, las drogas duras tampoco ayudaron.

En el 2000 salió The Menace, el segundo y último álbum de Elastica que alargó su lanzamiento por peleas internas, la adicción a la heroína de Justine Frischmann y cambios de alineación. Blur, Pulp y Suede también entraron en intermitencia o recesos. Para sorpresa de todos, los que lograron mantenerse en pie fueron los de Oasis, que ese año publicaron Standing On The Shoulder Of Giants,  algo más arriesgado que los mantendrían como una de las pocas bandas sobrevivientes. A la par emergió Richard Ashcroft como solista, que se había guardado un as bajo la manga cuando vio que las cosas no iban bien con The Verve, y con el single «A Song for the Lovers» (#3) llevó su disco Alone with Everybody al #1 de los charts ingleses.

Sin embargo, eran días en los que quedaba en el aire la duda de cómo prolongar esa energía. Y ante eso hubo respuestas variadas que llevaron todas esas ideas en múltiples direcciones.

Entonces surgió el denominado post-britpop, representado por esos grupos que prolongaron la fórmula de creación de himnos, marcando paralelismos interesantes con lo sucedido con el post-grunge en Estados Unidos. The Lightning Seeds con Dizzy Heights puede considerarse como uno de los primeros antecedentes fuertes de esta tendencia. Pero de unos años (o meses) atrás ya venían abriéndose paso bandas como Coldplay, Keane, Athlete, Snow Patrol, Embrace, Elbow, Muse, Doves, The Veils, The CourteneersStarsailor, Idlewild y Feeder, acompañadas de Travis y Stereophonics que sonaban más fuerte que nunca. Todos juntos, en esta época le dieron un nuevo respiro al britpop y los oyentes -viejas y nuevas generaciones- los abrazaron muy bien.

Una de las grandes ventajas para esta camada radicó en que ya no necesitaban apelar a un sentimiento británico para darle forma a su sonido; bastaba con recurrir a la mística en primera persona y alguna dosis de introspección para sacar buenas canciones. Pero aunque las ventas les sonreían, un buen sector de la crítica no lo hacía tanto, porque pensaba que era subirse a una ola que ya había reventado. En parte por eso muchos de estos grupos, sobre todo Doves, Muse, Elbow y The Courteeners comenzaron a experimentar -cada uno a su manera- con elementos externos para llevar al britpop por caminos distintos. Otros como Coldplay y Keane optaron por hacer de su sonido uno aun más accesible y universal de lo que ya era.

Una excepción a lo anterior podría ser Morrissey, que había regresado tras más de siete años de ausencia absoluta. Curiosamente, a él no le había ido muy bien que digamos con su orgullo nacionalista la década anterior, pues su canción «National Front Disco» y la bandera de Union Jack que ondeó en el Glastonbury en el ’92 fueron blancos de señalamientos «racistas» y «fascistas» (quién sabe por qué con él no funcionó). Pero en 2004 con el álbum You Are the Quarry refrendó su orgullo británico al mismo tiempo que se mostró crítico con esas autoridades que apenas unos años atrás todos aplaudían, además de que lanzó un fuerte dardo contra el consumismo y el capitalismo norteamericano.

Por otro lado, con energía renovada se dio paso al renacimiento del indie británico con una generación de músicos totalmente nueva, que venía de presenciar la euforia de ese sonido noventero pero también estaba abierta a las influencias norteamericanas. Y en este giro irónico del destino, agrupaciones como The Libertines y Babyshambles (ambos de Pete Doherty), Dirty Pretty Things, The Hives, Razorlight, Franz Ferdinand, Kasabian Kaiser Chiefs aparecieron para reafirmar -unas más que otras- esta ambivalencia: crecieron escuchando britpop pero sentían que era necesario darle más adrenalina. En general, no fue algo ni remotamente igual de unificado como movimiento, pero sí tuvo la coordinación suficiente para hacerse notar y encandilar a una nueva generación con discos más atrevidos. Caso aislado pero en la misma línea era el de los irlandeses JJ72, que en sonido (y un poco en imagen) parecían los hijos perdidos de Suede pero revolucionados.

Y como segundo relevo de la expansión norteamericana, surgieron agrupaciones como Ambulance LTD, Now It’s Overhead, New Radicals West Indian Girl o Kings of Leon. En ambos casos, tanto en el UK como en EEUU, casi de manera inmediata muchos otros nombres aparecerían para impulsar aun más esta avanzada.

 

Legado (2006 – 2019)

Arctic Monkeys, Circa Waves, DMA’s

Mientras la efervescencia del inicio del milenio tomaba fuerza, Oasis se mantuvo en pie y fiel a sí mismo hasta que no pudo más en 2009. Los hermanos Gallagher se darían la espalda para no volverse a dirigir la palabra. Liam formó Beady Eye con los miembros restantes y luego encaró una carrera en solitario. Noel hizo lo propio bajo el nombre de Noel Gallagher’s High Flying Birds. También terminó Supergrass por esos días, abriendo paso a la carrera solista de Gaz Coombes,  y su ejemplo lo siguió Tim Burgess (The Charlatans), aunque él ya había dado un aviso años atrás. Si bien todos eran viejos conocidos, sus nombres y proyectos aparecían como «nuevos» en la escena, porque refrescaron su sonido y se reinventaron un poco para mantenerse a la vanguardia.

En esos años comienzan a reunirse algunos de los grupos punteros de aquellos noventas. Primero sale The Verve con música nueva. Más adelante Suede, Blur y Pulp hacen lo suyo, unos limitándose a los conciertos y otros sacando discos. Es cierto que no tienen la misma actividad de antes, pero se han mantenido en pie. Aunado a esto, está la actividad continua de Ash, Super Furry Animals o The Charlatans (paralela con la de Burgess), junto a los grupos denominados post-britpop que no dejaron de hacer lanzamientos.

A pesar de estos regresos, parece que no hubo un seguimiento del britpop tan entusiasta como se podría esperar en las islas, aunque sí aparecieron más nombres nuevos y llenos de talento como The Boxer Rebellion, The Wombats, Arctic Monkeys, The Little Flames, The Rascals (UK), The Courteeners, The Kooks, Foals, Two Door Cinema Club, The Horrors (en sus inicios más oscuros que el resto), Viva Brother, All The YoungCirca Waves, The Vaccines o Wolf Alice que prolongaban a su manera esa devoción por los coros potentes, el cuidado de las melodías bien propio del UK y esa energía que mostraron los primeros grupos del nuevo indie rock británico apenas pocos años atrás. También aparecieron solistas como Jake Bugg y Sam Fender con referencias evidentes pero siempre desde una óptica personal.

A estas alturas ya era más que evidente el influjo del britpop en todo el mundo. En EEUU apareció otra nueva camada que iba desde The Killers y The Bravery hasta Strange Ranger (antes Sioux Falls), White Laces, Parquet Courts, Painted Palms o incluso Slowness desde un nivel más subterráneo. Latinoamérica vio aparecer algunos grupos inspirados por ese sonido, o que al menos incursionaron en él; Zurdok en la época de Hombre Sintetizador fue uno de los primeros ejemplos, mientras que otros como Los Bunkers (y Lanza Internacional, proyecto posterior de dos de sus miembros) o Skank en Brasil mantuvieron esa influencia a lo largo de su carrera.

Con este júbilo y entrando a la década del 2010, después de más de 15 años de separados y de que Ian Brown estuviera lanzando discos más cerca de las pistas de baile con su experimentación electrónica, uno de los grandes precursores del britpop, The Stone Roses anunciaron sorpresivamente su regreso a los escenarios y poco más tarde al estudio de grabación, dejando registro de llenos totales y un par de singles que rondaron discretamente las listas.

Más adelante, donde parece que un grupo de nuevas bandas y su eco sí derivaron en algo más parecido a un movimiento unificado fue en Australia. Contrast, DMA’s, Green Buzzard, The Creases y PLANET surgieron de manera más o menos organizada y se hicieron notar con un sonido que mantenía su esencia indie pero incorporaba de forma explícita mucho del sentido melódico del britpop. De igual manera, en rincones europeos del Reino Unido surgieron agrupaciones igual de frescas como The Crooks, The Magic Gang, SULK, Peace, The Snuts, Blossoms, The Lathums, Catfish and the Bottlemen o Voodoos. También se destaca lo de Miles Kane (de The Rascals y Little Flames) que emprendería su carrera solista, además de su muy bien vista colaboración con Alex Turner (Arctic Monkeys): The Last Shadow Puppets.

Pero esta especie de «revival» parece que no terminó en algo que fuera más allá de la música. Es normal considerando que no corren tiempos en los que el nacionalismo sea algo igual de bien visto que en el siglo pasado. La gran mayoría de protagonistas de esa época han renegado del término y de lo que representó, pues muchos consideran que fueron utilizados por otros intereses y que los desecharon ante la primera tendencia nueva que se medio asomaba en el horizonte.

Y aun así, con todas sus paradojas, todo lo cuestionable y dudoso que hubo alrededor, con lo limitado que parecía en un inicio el término (y lo limitante que fue para muchas bandas que no eran parte del movimiento) el britpop ha escrito una página en la historia de la música popular que todavía amerita ser revisitada. Una que dejó buenos recuerdos, buenas portadas, grandes cantantes, grandes himnos y que con una nueva generación de devotos se las ha arreglado para «vivir por siempre».

 

 

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