Darle la oportunidad a un nuevo supergrupo siempre es un volado. Uno nunca sabe qué esperar de la conjugación de componentes humanos que tan bien han funcionado en otras fórmulas, en otras agrupaciones, algunos incluso distantes entre sí. Pero así como hay bodrios para el olvido, hay sorpresas que asombran. Envy of None están en el segundo plano.
Conformada por Alex Lifeson (Rush), Andy Curran (Coney Hatch), Alfio Annibalini y Maiah Wynne, esta banda dan un paso a la vanguardia y se sostienen del pop industrial más melódico y sofisticado que se pudo concebir en el estudio. En su disco primero, homónimo, en 11 rolas nos llevan a lo profundo de algo, aunque no estamos tan seguros de qué o dónde sea. Lo sabroso está en dejarse llevar sin hacerse demasiadas preguntas.
Un sonido-estilo progresivo pero lejano del rock, más emparentado con el trip-hop. Los ensambles electrónicos no juegan tanto a al experimentación pero sí firman registros oníricos para alimentar sus exquisitas melodías. Es como escuchar a los Garbage en su estado más alternativo en el pop (y también porque Maiah nos recuerda a Shirley Manson), o como darle play a los Nine Inch Nails cuando están bajando revoluciones. O un poco de los dos. Con un sello propio, desde luego (no estamos hablando de ningunos improvisados quienes están detrás de esta obra).
Si buscan música contemplativa, reflexiva e inteligente engendrada en laboratorios secretos y sofisticados, quizá Envy of None es lo que más les llenará el apetito musical este año. Esta nueva superbanda está debutando con el pie derecho y, quién sabe, podrían darse de codos con algunos nuevos talentos para que su disco sea reconocido como el mejor debut del año. Ya veremos.
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