Sacred Bones,

2022


El arte nipón, y específicamente los parajes de su música, es inigualable. Sin ponerlo a duda, los artistas japoneses tienen mentes bien creativas, y fuera de que son catalogados como personas sumamente extravagantes, los oriundos del país del sol naciente poseen un conocimiento innato que nos cautiva-encanta a todos los nacidos en esta parte del mundo. El ámbito musical no es la excepción y es de las cosas más geniales de estos sujetos. Muchas de las bandas que escucho hablando de shoegaze o screamo-emoviolence (mi muy sagrado género predilecto) provienen de Japón, y sólo puedo decir que ahí existe un nicho de genialidad sonora para crear nuevas formas de expresión que son difíciles de ignorar.

Es en este punto donde entra Boris, uno de los exponentes predilectos del género drone-ambient-doom que, a pesar de sus más de veinte años de carrera, continúan con ritmos hipnotizantes y demencias incomprensibles, pero fantásticas. Ya tiene un buen tiempo que he seguido, no formal ni rigurosamente, el camino discográfico de esta banda, y me resulta un poco curioso que hoy, después de un breve repaso de géneros deformes y bizarros, lleguemos a hablar de la magnificencia de esta bandota japonesa y sus constantes ambivalencias en los acordes estrepitosos y situaciones lentas-violentas.

Pioneros en su género y constantes en la reformación del ya clásico stoner-doom-sludge-ambient, este grupo no es  convencional; mucho menos es partidario de un sonido acogedor y simpático para cautivar a cualquiera. No, estos japoneses va más allá de las clarividencias de la música «convencional» y se sitúa en un terreno de incomodidad y ficción, difícil de digerir para los no entrenados, pero volátil, entrañable, y, sobre todo, enteramente fragmentado en escenarios irregulares.

Bueno, ¿cómo podríamos resumir la extensa discografía de la banda? Aboslutego, su primer LP fechado en 1996 ya es un referente histórico de las obras maestras y las seducciones de esta banda, cada vez superado y contrariado por otras producciones como Flood, Pink, NO, Heavy Rocks, Amplifier Worship, Akuma no Uta o el más reciente Nöel. De cualquier manera, cada uno de ellos, y todos los que nos faltan, marcan un camino de experimentación donde Atsuo (batería), Wata (guitarra) y Takeshi (bajo) pueden pasar con un parpadeo de los acordes bastardos a los deleites más etéreos.

Explicar su entorno del doom-sludge o post-rock-atmosférico es un tanto complicado porque realmente no hay estándares para situar su música y a medida que pasa el tiempo se hace más concisa en la segmentación de sus piezas, pero siguen siendo totales bestias. Susurros, ritmos lentos que poco a poco aceleran, guitarras fantasma, bajeos exquisitamente saturados y chirridos ocasionales apenas son un puñado de características que hacen de la música de esta banda un encuentro con nuevas sensaciones y movimientos distorsionados.

Pasando de un contraste analógico y permutando hacia diferentes panoramas de acordes profundos y vehemencias asonantes, Boris es un ejemplo perfecto de determinación hacia rincones cada vez más opacos, extraños u ocultos; ello, sin desligarse de esa presencia intangible, muy post-rockera, presente en cada una de sus rolas. Prueba de ello, después de varias décadas de experiencia atmosférica, es nuevo álbum W. ¡Qué discazo!

Para aquellos que disfrutamos las delicias ambient y las distorsiones shoegaze-post-rock, ahora alternadas con un doom-sludge de gran envergadura, esta producción es simplemente un deleite. La agrupación cimienta su obra desde la inmersión, un elemento típico de su música que ya no está situado en la calidez de distorsiones agresivas, sino en loops de riffs, ritmos y locuciones que, en un primer momento, asimilan la tranquilidad, lo espacial y lo tenue.

El elepé avanza y es ahí cuando resplandece, en otro sentido, el Boris post-todo. Saturación de instrumentos, ritmos entrecortados y muteos de voz retuercen la experiencia hasta un punto de desorden, de caos premeditado y un acento bien marcado hacia sus géneros de antaño. Disfrutar de estos momentos de alternancia, que al menos sucede cada tres o cuatro rolas, es parte indispensable de entender porqué esta agrupación es lo que es: un contrapunto de ataque y defensa que se eleva y de repente cae a una profundidad devastadora.

Este LP está conceptualizado desde todos los dominios de los nipones y a primera vista no representa un reto para los fans más acérrimos; sin embargo, tiene varias situaciones especiales y encantadoras. Si bien este grupo se caracteriza por un sonido crudo, temperamental, que se propaga en tiempos extensos o se retrae en sonidos metódicamente calculados, W cambia el esquema creativo y nos lanza a un terreno sí clásico para los estándares sonoros de la banda, pero renovado y paralelo a piezas más directas y digeribles.

El álbum tiene de todo. Desde protuberancias noise-doom en rolas como «The Fallen» y «Old Projector», caracterizadas por atmósferas oscuras y chirridos instrumentales, hasta rincones de serenidad proto-shoegaze, pausa y experimentación en las piezas «I Want to Go to the Side Where You Can Touch…», «Drowning by Numbers, Beyond Good & Evil» o «Icelina». Encasillar todo esto en un solo género y en una sola forma de expresión sería un error. Si bien hay pocas rolas que realmente suenan a ese Boris aplastante y ruidoso, todo el disco es un pasaje hacia otras dimensiones y un agregado muy bien ejecutado de géneros adversos, pero coherentes y mágicos.

También hay que decirlo: ya no estamos ante esa agrupación de hace veintitantos años que hacía canciones de más de 60 minutos de tintes underground, sino frente algo más caótico-estético-contemporáneo que le va genial a los espacios que desean explorarse del género doom-drone. Aunque podría parecer un retroceso para quienes nos encanta la música frenética y palpitante, yo veo esto como un golpe de suerte para los japoneses. No estancarse, progresar y redefinir constantemente sus inquietudes sonoras es también una peculiaridad en ellos, y esta producción se autodefine en repetidas ocasiones, ocasionando un trabajo divertido, arrítmico y conceptualmente espectacular.

Después de todo este embrollo de explicaciones, lo que mejor podría recomendarles y a lo que todos venimos realmente, es escucharlo en su totalidad. Está bueno hablarles de qué es el doom o el sludge y sus múltiples elementos, pero lo mejor es entrar al álbum y dejarse llevar por sus constantes abismos y detonaciones inesperadas. He ahí la belleza de esta banda y el retrato de su larga experiencia en sus géneros; un paisaje que bien puede ser oscuro, tétrico e inmersivo, o por el contrario, esperanzador, fugaz y vehemente.

Presiento que W es una obra que va a encantarle a los amantes más oscuros del drone y lo atmosférico, pero también a esos escuchas no-iniciados que buscan darle una oportunidad a un doom-metal-ambient de trayectoria y con su propio sello rítmico y estilístico, ahora convertido en un pasaje shoegaze/post-rockero que se aleja de sus anteriores producciones y centra sus esfuerzos en dominar la mente, el cuerpo y aplastar los sentidos.

 

Tracklist:
  1. I Want to Go to the Side Where you Can Touch…
  2. Icelina
  3. Drowning By Numbers
  4. Invitation
  5. The Fallen
  6. Beyond Good & Evil
  7. Old Projector
  8. You Will Know (Ohayo Version)
  9. Jozan

 

 

Me suena a:

Merzbow

Jesu

Lares