10. «Visions» de The Cult of Free Love
Más o menos lo dije así antes: imaginen a Primal Scream fumándose un porro con The Chemical Brothers mientras The Prodigy musicaliza el momento con un DJ set de pura psicodelia. Esta anécdota de noche sería Visions. Todo un trance o algo por el estilo cuando menos.
9. «Adore» de Resplandor
Una fórmula ganadora. Cuando eres Resplandor, la mejor banda peruana de shoegaze y una de las mejores representaciones del dreampop del continente americano, tienes a tu lado un productor como Robin Guthrie (Cocteau Twins) y además te vales de los servicios de masterización de Simon Scott (Slowdive) nada puede salirte mal, ni siquiera por accidente. Así surgió Adore, bañada en reverb y avante entre vientos gélidos, y que con su propio halo etéreo abraza la esperanza y la melancolía de una manera sublime.
8. «Sedation» de Give Up to Failure
Como estar iniciando un rito en las cavernas, en los adentros de un bosque maldito. El drama alimenta la incertidumbre y el suspenso genera cierto morbo por quedarse a ver el final, a pesar del temor que cada nota nos transmite. El dark-shoegaze de Give Up to Failure se presta a estas sensaciones entre la crudeza y la euritmia de su obra, digna de una ceremonia musical hermosamente distópica.
7. «Hazy Eye» de Bitter Flowers
Bitter Flowers fue una de las bandas más «raras» o misteriosas que descubrí en este 2020. Ni siquiera profundizaré en su sonido por demás enigmático, más bien en lo difícil que es encontrarlos en algún espacio oficial en la red, que fue lo que me cautivó más. A la fecha no tienen una cuenta propia en FB ni Twitter, mucho menos en IG (quizá no he buscado bien así que les agradecería algún enlace); solo cuentan con su plataforma en Bandcamp donde está publicado su parco y refinado álbum. De ahí destaco Hazy Eye como una de las piezas más sofisticadas. Pura armonía en la oscuridad.
6. «Things Unsaid» de Animal Ghosts
Primero ese riff en el intro fue como remembrar a Ride. Luego, cuando el ruido se desbordó en melodía fue como fusionar a Astrobrite con My Bloody Valentine; y después la voz cansada de Cliff Barnes al fondo sonó como Jason Martin (SF59) en los 90s tratando de emular a Michael Plaster (Soulwhirlingsomewhere). Lo que llega después es todo un agasajo no solo de pedales y tonos atinadamente distorsionados, sino también de sensaciones en el estómago como mariposas removiéndose violentamente adentro. Ya saben: cuando la nostalgia y el romanticismo se fusionan en el shoegaze cosas así suelen suceder.
5. «Paint the Stars Tonight» de Astari Nite
Yo digo que los versos más románticos están en el Goth, por su alta sensibilidad y la pureza en las emociones que nos exhiben tan naturalmente imperfectos y vulnerables. Como somos, pues. Si añaden a eso una instrumentación sedosa que parece sostenerse con pinzas por su delicadeza el acto se vuelve más etéreo y más frágil emocionalmente hablando. Astari Nite capturó toda esta amalgama de cursilería y la plasmó en una oscura balada cuya atmósfera ochentera nos envuelve con ilusionantes e intermitentes destellos de luz.
Thought you would wake me; I was teasing you. Clouds of grey, may bleed this way, once more you say…
4. «The Turning of Our Bones» de Arab Strap
¿Qué podríamos esperar de una canción inspirada en un ritual vodoo, llamado Famadihana (de Madagascar)? Un clima esotérico y un ritmo ominoso que somete el sentido auditivo, por lo menos. Aidan Moffat y Malcolm Middleton tenían poco más de 15 años de no grabar nada con Arab Strap y miren nada más con qué lóbrega perla nos han salido ahora. Ese riff en su guitarra es tenebrosamente cuativador y la letra es un hechizo poético. La base sintética con elementos tribales marcan la senda perfecta para extender su invitación a una quimérica perversión. Te-ma-zo.
3. «I Headed for the Dancers» de Dune Messiah
Finísima. Se vale de un simple pero infalible manejo de la melodía a través de una inteligente instrumentación. Es casi imposible no recordar inmediatamente ese característico sonido de Starflyer 59 a principios del milenio. Magnus Westergaard escondió entre sus cuerdas acústicas una disimulada dosis de melancolía que se pierde en estos aires con los que también se respira optimismo; una compleja dualidad emocional que no es fácil alcanzar y el danés lo logró con esta elegantísima pieza.
2. «This I’ll Never Be Like Love» de The Psychedelic Furs
Si me preguntan a mí, esta es la mejor canción dentro del espectacular nuevo álbum de The Psychedelic Furs. Dicho de otra manera: es el momento cumbre en el fantástico regreso de una legendaria banda que tenía 29 años en el exilio. Me gusta pensar que todo lo que se tenían guardado técnica pero sobre todo emocionalmente hablando lo dejaron salir en ese sax, que cuando converge con la guitarra eléctrica juntos generan un monumental y sublime solo que yo quisiera durara por siempre. Los Furs encontraron en el post-punk de los 80s el ambiente y el sentimiento adecuados para cantarle al amor afligido en pleno 2020, el año de la incertidumbre y el aislamiento social.
1. Rust – Man of Moon
Una de las revelaciones más chingonas que dejó el 2020 (entre tantas). Le pronostico buen ruido a Man of Moon desde la escena subterránea del psych-rock para los próximos años. Y fue particularmente Rust lo que me flechó a primera escucha en su LP debut; de alguna manera su afligida y sensible lírica se adapta a lo perturbador que fue este año para la humanidad, y sin embargo los escoceses no suenan del todo pesimistas, por el contrario, encontraron en este ligero krautrock el impulso para galopar contra el viento y con la cabeza erguida. Se siente como si angustiados estuvieran tratando de alcanzar algo, avanzando sin certeza del destino, pero avanzando al fin.
Este es mi himno al optimismo del año 2020, dadas las circunstancias.
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