En 2017, la banda noruega Motorpsycho inició una trilogía discográfica con The Tower, pasó en 2019 por The Crucible y ahora culmina, en este 2020 con The All is One. Y para no variar, su destreza y expansiva visión del rock psicodélico nuevamente son el sello de la casa.
Con ímpetu y electricidad sonora, el trío se desenvuelve con pulcritud en sus primeras canciones, dando pasos sin falsos ni temor, acercándose a lo convencional melódicamente hablando pero sin caer en lo ortodoxo. Esto es antes de entrar a la médula espina del álbum, que es, digamos, otro «mini álbum» compuesto por cinco capítulos llamados «NOX» en los que por 40 minutos nos desconectamos de planos terrenales para visitar otros mundos con los ojos cerrados y la mente abierta, mientras somos guiados por bucles caleidoscópicos cuyos ritmos aceleran los latidos del corazón.
Cuando termina «el disco chiquito dentro del disco grande», saliendo del laberinto de emociones y de energía cósmica volvemos a la luz y a la senda de la mesura. Las baladas más sentimentales pero igualmente pesadas culminan la travesía. Al final, todo habrá pasado tan rápido en la complejidad instrumental de una banda progresiva que somete el tímpano y domina las emociones ajenas. Todo con el único fin de ser acompañados en el viaje interestelar que emprenden cuando encuentran las notas indicadas.
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