La búsqueda por el lineamiento perfecto del alma para encontrar la alegría es una constante en el ser humano, pero las cosas suelen simplificarse cuando se es melómano. A través de los años hemos sido testigos de imprescindibles obras musicales que son capaces de afectar positivamente nuestras emociones y de poner a trabajar nuestros conductos lagrimales, mojando las sonrisas y dejando pequeños charcos en el rostro. Hay muchas rolitas de este tipo, es verdad, pero muy pocas, al menos en la escena alternativa, como la que Sigur Rós compuso en 2005.

A nadie debe sorprender esta aseveración cuando hablamos de la música que hacen estos islandeses. Menos en esa, su época más emotiva. Dejando atrás el superlativo y espiritual álbum (( )) y mientras corrían las sesiones de su álbum Takk, los oriundos de Reykjavík encontraron una secuencia de melodías que dieron vida con con sus instrumentos de viento, creando una atmósfera de ilusión y optimismo. Ellos sabían que se trataba de una creación especial, la podían respirar, pero no quisieron llevar las cosas deprisa, así que siguieron trabajando en los demás tracks del disco. Sin embargo, continuamente regresaban a esta composición y cada vez que lo hacían se referían a ella como «The Money Song», y no porque pensaran que conceptualmente tenía que algo ver con el dinero o algún aspecto económico en general, sino porque sabían de antemano que contaba con el potencial suficiente para convertirse en un éxito.

Entonces «la canción del dinero», después de ser pulida con paciencia en sus minuciosos detalles, estaba llegando al fin de su proceso. El último aporte llegó por cortesía de Jónsi con la sencilla lírica -principalmente en islandés y algunos fragmentos en hopelandic– que invitaba a reflexionar sobre las bellas trivialidades de la vida fuera de los prejuicios y la superficialidad de un mundo que muerde y nos mantiene muy ocupados en defendernos. Había que recuperar la inocencia perdida y su propuesta para lograrlo era volver a enamorarnos de lo mundano, como el olor de las flores, el sonido del viento al correr mientras mueve las hojas de los árboles, o simplemente cómo se mira la lluvia cuando cae formando charcos en el piso (así como los que las lágrimas forman en nuestro rostro) para brincarlos mientras ves tu reflejo en ellos y emprendes una aventura emocionante entre castillos de arena.

Eso era. Había que volver a ser infante o despertar al que todos llevamos dentro, por más reprimido que esté. Ahí estaba el verdadero significado de la obra, entonces todo cobró muchísimo más sentido y la canción terminó por llamarse «Hoppípolla», que en islandés significa «brincando charcos».

 

Brosandi (sonriendo)
Hendumst í hringi (girando sobre sí)
Höldumst í hendur (tomándonos de las manos)
Allur heimurinn óskýr (el mundo entero está borroso)
Nema þú stendur (pero tú aguantas)

Rennblautur (empapado)
Allur rennvotur (completamente mojado)
Engin gúmmístígvél (sin botas de goma)
Hlaupandi inn í okkur (algo dentro de nosotros)
Vill springa út úr skel (quiere romper el cascarón para nacer)

Vindurinn (viento)
Og útilykt af hárinu þínu (y el olor del aire fresco en tu pelo)
Eg lamdi eins fast og ég get (lo golpeo tan deprisa como puedo)
Með nefinu mínu (con mi nariz)

Hoppípolla (saltando en los charcos)
I engum stígvélum (sin botas de goma)
Allur rennvotur (completamente mojado)
I engum stígvélum (sin botas de goma)

Og ég fæ blóðnasir (y está sangrando mi nariz)
En ég stend alltaf upp (pero siempre me levanto)
Hopelandic

Og ég fæ blóðnasir (y está sangrando mi nariz)
Og ég stend alltaf upp (pero siempre me levanto)
Hopelandic

 

Bocanada de aire fresco y un baile al borde del destino. Ahora había que visualizarlo todo en la luz, fue entonces que en noviembre de aquél 2005 se publicó su bellísimo videoclip oficial. Los directores Arni & Kinski no hicieron más que seguir sus instintos e impregnarle más magia a esta oda a la vida misma. La historia fue protagonizada por un grupo de ancianos que parecían haber vuelto a nacer y estaban locamente desesperados por vivir, haciendo cualquier cantidad de travesuras y divirtiéndose de lo más lindo en las calles de un pequeño pueblo. Durante la aventura observamos cameos de los integrantes de la banda que, irónicamente, personifican a los «adultos» de aquél mundo. Y todo termina con una épica batalla en un cementerio, donde las emociones se ponen a flor de piel, justamente cuando comienza el excelso crescendo de la canción y somos testigos de un lindo accidente traducido en el derramamiento de sangre que termina por simbolizar la victoria.

Como bien lo habían anticipado durante su gestación, «la canción del dinero» se convirtió en un éxito inmediato. Pero no solo eso, sino que aun más importante, «Hoppípolla fue un clásico inmediato. Era el nuevo y verdadero himno a la alegría y con él Sigur Rós se metió a los charts británicos por primera vez en su carrera, y series/documentales como Planet Earth lo eligieron como el soundtrack perfecto para hacer danzar el mundo, por mencionar solo un caso en que fue usado en el cine o la televisión.

Todos entendimos el mensaje como un suave pero contundente golpe en el alma: Jamás es tarde para hallar la genuina felicidad.

Sigur Rós – Hoppípolla from sigur rós on Vimeo.

 


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