En la cultura oriental es muy común encontrarse con la doctrina de la dualidad en casi todas las manifestaciones del arte y en el ejercicio de comprensión de la vida misma; dos principios supremos y antagónicos desde los que se pueden explicar el origen y la evolución de las cosas. Por lo general, ambos se entienden como el bien y el mal: la luz y la oscuridad. Y es bajo este último precepto que MONO nos ofrece su nueva propuesta musical, o mejor dicho, sus dos nuevas propuestas musicales.
Fue una sorpresa cuando la banda japonesa anunció el lanzamiento no de un álbum doble (que sería menos raro), sino de dos álbumes simultáneamente. En el comunicado de prensa se explicaban las dos obras como el día y la noche: una es The Last Dawn, más ligera, optimista (“optimista” a-la Mono, claro) y luminosa; la otra es Rays of Darkness, más oscura, violenta y visceral. Pero para esta ocasión nos enfocaremos únicamente a la primera de ellas.
La producción abre con el doble track “The Land Between Tides/Glory” cuya duración rebasa los 11 minutos. En la primera parte florecen las emociones con ese estado cinemático y en crescendo ya muy característico en las canciones de los nipones desde You Are There (2006), aquí con guitarras “rechinantes” y la marcha valerosa en la batería que intensifica el misterio y la abstracción de lo desconocido. Al final el sonido neo-clásico resuena con el piano y el violoncello en una atmósfera más ambiental que se expande por algunos minutos. Afortunadamente podemos decir que este “experimento” (el de unir dos canciones en una sola pista) no tuvo un resultado catastrófico; aunque aquí la cohesión no es un atributo a destacar, sí compramos la propuesta de sorprender en un desenlace inesperado. Tempranamente en el álbum la banda nos recuerda su nueva fascinación por el dualismo.
“Kanata” se encarga de trazar ese halo de melancolía que uno siempre espera de MONO. Cualquier parecido con “Dream Odyssey” (For My Parents, 2012) no será coincidencia ya que este es el tema más viejo del disco, fue compuesto hace más de un año para sonorizar una serie japonesa llamada Kanata No Ko y es evidente que aún traían el feeling de su álbum antecesor en las venas. Una canción de esencia orgánica que crece pero no demasiado, que se mantiene ahí, a la altura exacta donde los sueños todavía son alcanzables.
Luego llega “Cyclone” con uno de los ritmos más agitados que se le ha escuchado a MONO en los últimos años (sin contar el final de «The Battle to Heaven» de Hymn to the Immortal Wind, claro). Olvídense en este tema de las pausas o interludios; todo transcurre siempre a una misma velocidad para agarrar vuelo hacia grises y densas nubes de ruido. Su batería ecualizada muy al estilo de Mogwai le hace sonar familiarizado con cualquier otro momento dichoso en la historia del post-rock representado por ésta u otra banda. Es un gran track, proyecta mucha seguridad en la agrupación al adornarlo con su característico duelo abierto de guitarras: la melódica de arpegios de base de Hideki contra la de los trémolos profundos e inigualables de Takaakira, hasta que ambas se funden en una hermosa y fugaz explosión que apenas aparece y se va.
“Elysian Castles” es el momento más introspectivo de la producción pero también el más cercano a la monotonía (aunque no cae en ella). Es un principio básico de MONO la repetición de los mismos círculos una y otra vez matizándolos con diferentes niveles de intensidad en la progresiva inclusión de más y más instrumentos, y probablemente aquí faltó adornar eso. Es una linda pieza que busca brindar tranquilidad y quizás unos minutos menos de duración hubiera dejado un sabor todavía más dulce. Pero para eso viene inmediatamente después “Were We Begin”, la primera canción que conocimos del álbum y por ello a la que más fácil se le encuentra el hilo conductor. Es la pieza más al estilo post-rock clásico que la banda ha grabado en mucho tiempo y aun así las sensación de estar escuchando a una orquesta de conservatorio se percibe en cada nota. Un elevado tema en su repertorio que además es plausible al lograr recuperar exitosamente algunas de sus raíces.
Y como dicen por ahí, lo mejor se deja hasta el final: “The Last Dawn”. Esta es la típica joya sinfónica que nunca imprescindible en un disco de MONO; la canción épica que uno espera durante meses cada vez que anuncian una nueva producción, o incluso por la cual estarías dispuesto a escuchar todo un disco que no es de tu total agrado con tal de llegar a ese momento cumbre de vulnerabilidad emocional. La esencia de la banda se plasma aquí por poco más de ocho minutos con una vibración de energía casi religiosa. Esas cuerdas entrelazadas entre sí en movimiento lento, yendo y viniendo en espiral, luego los riffs como ganchos a medio afilar que acarician al tímpano y anuncian que el glorioso desenlace está cerca, crean el sendero perfecto para seguir avanzando a ese evento catártico. Tengo que hacer mención especial para Yasunori y su soberbio trabajo en la batería en la última parte; ahora no puedo recordar un episodio sonoro similar, en el que no es el bombo, los toms ni las cajas, sino los platillos los que marcan la pauta de una manera aparentemente sencilla pero que pocos se hubieran atrevido a ejecutar -de verdad, si tan solo intentan guiarse por esos estridentes golpes que les sacudirán el alma constantemente, y dejan que las guitarras en su más melancólico sonar hagan el resto, les garantizo que esta pieza será al oído lo que un diamante a la vista. Como en “Halcyon (beautiful days)”, “Moonlight” o “Everlasting Light”, MONO vuelve a encontrar el punto más sublime de sus procesos creativos y emerge espiritualmente con ese alba de esperanza, de libertad, de vida y de luz: el alba de un nuevo amanecer.
La intención de MONO con su doble propuesta (sus dos álbumes) es exponer a través de la música la dualidad entre la luz y la oscuridad; entre la ilusión y la desesperanza. Sin embargo, tan solo en The Last Dawn el propósito se cumple a lo largo de seis tracks que exploran la relatividad del tiempo y la mística percepción de la belleza a partir de cosmovisiones opuestas pero extrañamente vinculadas. Cuando el último destello de luz parece desvanecerse, la contradicción de las clausuras nos brinda un nuevo comienzo hasta que la noche nos abrace otra vez. Lo que pase después, vendrá con Rays of Darkness.
Tracklist:
- The Land Between Tides / Glory
- Kanata
- Cyclone
- Elysian Castles
- Where We Begin
- The Last Dawn
Me suena a: Godspeed You! Black Emperor, The Evpatoria Report, Anoice
CATEGORÍAS