Shelter es el cuarto álbum de Alcest, banda parisina que ha recorrido uno de los caminos más ascendentes de los últimos años en la escena metal de su continente y del mundo entero, especializándose en una relativamente nueva manifestación denominada blackgaze que combina los elementos más oscuros y poderosos del black metal y los más viscerales y oníricos del shoegaze (en la actualidad comparte con Deafheaven el más alto escalón de exposición de este sonido), aunque estoy seguro que esas etiquetas musicales no caben más en esta reseña.
Aun en sus discos más agresivos (como el genial Les Voyages de L’Áme del 2012, por ejemplo), lo que atraía de Alcest nunca fue su intensidad y los altos decibeles en sus notas (elementos que siempre ayudaron por su contundencia, claro), sino la pasión que se removía y las emociones que se plasmaban por delante de todo el ruido ofreciendo siempre algo más introspectivo que se ocultaba entre la rudeza, manteniendo así un equilibrio perfecto que no permitía caer en el caos pero tampoco en la pasividad. Sin embargo, en esta nueva producción se ha decidido borrar de una vez esa línea intermedia y cargarse de lleno a un solo extremo, hecho que desde luego a unos fans preocupa y a otros satisface.
Desde que a finales del año pasado Neige, fundador y líder del proyecto anunció que se encontraba trabajando en el estudio con la banda de cuerdas Amiina (con miembros de Sigur Rós) y Neil Halstead (Slowdive, Mojave 3) se suponía que algo diferente se estaba gestando; desde luego que no son nombres que cabrían en el sonido al que nos tenía acostumbrados, y muchos estuvimos en lo cierto, pues al final el resultado de esas grabaciones se tradujo en el disco más suave, delicado y sensible de Alcest hasta hoy:
Adiós, metal. Hasta luego, blackgaze. Hola, post-rock. Bienvenidas, nostalgia y melancolía.
Salvo su introducción “Wings” y el primer sencillo “Opale” (que en realidad ambas se componen por las mismas notas sólo en tiempos y tonos distintos), todos los temas siguen una misma línea sonora que apunta a seguir las huellas de nombres gigantes en sus campos como Explosions in the Sky y Sigur Rós. Se han explotado correctamente al reverb y el delay, y se han creado atmósferas más profundas. Algo también que marca una notable diferencia con las anteriores obras es el trabajo vocal de Neige que es más sutil y más frágil, cuidando nunca desbordarse y llegar a esos desgarradores registros en los que anteriormente gritaba con furia. Digamos entonces que esta nueva propuesta se puede definir como una más natural, exponiendo una faceta más emocional y… ¿humana, quizás?
Como bien debe suponerse cuando de post-rock se habla, los arpegios y requintos cristalinos son trucos esenciales que deben ejecutarse una y otra vez; Alcest lo entiende y por ello no los deja de lado un solo minuto y se manifiestan en absolutamente todos los tracks, aunque destaco esta premisa en “La Niut Marche Avec Moi” y “Voix Sereines”. Otro elemento imprescindible es el trémolo y vaya que aquí se exhibe constantemente pero sin que nunca se sienta que es demasiado, como pasa en “L’eveil Des Muses”, por ejemplo, probablemente el tema más poderoso y en donde se escuchan unos intimidantes y abisales trémolos. Incluso, ya en su cierre, hay un momento en el que se fusionan no dos ni tres, sino cuatro guitarras al unísono empleando diferentes tipos de acorde para concluir con uno de los momentos más gloriosos del álbum. Por otro lado “Away”, que es fácilmente identificable por la voz del veterano Halstead y por ser la única canción con letras en inglés, resulta la más ambiental y serena aunque, en lo personal, por tan sólo el señorón que se cargan en la colaboración esperaba algo mucho más tajante.
Todo al final queda a cargo de “Délivrance”, la canción más romántica y expansiva de Alcest… en todo su catálogo. Imaginen todos los elementos sonoros que se han estado mencionando a lo largo de esta reseña y luego agreguen unos eminentes cellos y otros consoladores violines en manos de las chicas islandesas Amiina, engendrando una pieza digna del término “orquestal”. En propias palabras de Neige, esta es la mejor canción que ha escrito y la más hermosa melodía compuesta por la banda. Dice que cuando encontró ese riff que luego se haría emblemático (y celestial, diría yo), no sabía exactamente cómo utilizarlo, así que decidió preparar de forma especial todo un terreno que lo llevara a ese punto preciso donde pudiera sacarlo y ejecutarlo una y otra vez, casi de manera interminable, hacerlo crecer y llevarlo hasta el límite; estoy hablando por supuesto del cierre y la parte medular de la canción y del disco entero. Sí, los minutos más ensoñadores, nostálgicos y desgarradores que escucharán en mucho tiempo, amigos. No sé si, como dice Neige, esta es la canción más hermosa jamás escrita por él, pero sí debe ser la más intensa emocionalmente hablando; llena de fe y cierta divinidad que se enmarañan con la promesa de días mejores por venir. Esperanza es la palabra.
Aunque es un viejo truco ese de repetir una y otra vez el mismo círculo en aras de que envuelva, penetre y someta los sentidos del oyente, y en la mayoría de los casos no funciona y todo termina por convertirse en algo tedioso, es un privilegio que pocas veces regala la música asegurar que este no es el caso y que aquí el resultado sí es el que se busca: una catarsis emocional excelsa.
Qué gran forma de culminar el álbum.
Así pues en Shelter, su álbum “blanco”, Alcest sacrificó la esencia salvaje con la que manipulaba mentes de forma fulminante desde terrenos hostiles pero digeribles, y ahora ganó sutileza y elegancia para que con un sonido mucho más refinado pueda seducir almas desde una cosmovisión más espiritual. Stéphane Paut y Jean Deflandre se arriesgaron, dieron un giro de 180º y nos han dejado el precedente de que no todos los cambios son buenos: algunos incluso resultan sublimes.
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Tracklist:
- Wings
- Opale
- La Nuit Marche Avec Moi
- Voix Sereines
- L’Eveil Des Muses
- Shelter
- Away
- Délivrance
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Me suena a: Explosions in the Sky, Joy Wants Eternity, iLiKETRAiNS
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