Después de conocer su lado más delicado con Unknown Rooms: A Collection of Acoustic Songs y el más denso con Apokalypsis, mis expectativas eran altas hacia Chelsea Wolfe mientras más se aproximaba su tercer álbum de estudio, Pain is Beauty: ¿debíamos esperar ese folk oscuro abrazado en sutileza?, ¿acaso volvería a los ambientes góticos y depresivos más provocadores?, ¿será cierto que ahora experimentó más con sonidos electrónicos?
A diferencia de sus anteriores discos en los que la grabación y producción fueron responsabilidad de la misma Wolfe, para esta ocasión contó con la ayuda de Lars Stalfors y Chris Common (These Arms are Snakes) para esas tareas, lo que dio como resultado un LP mucho más rico y «limpio» que cualquier otro y eso, de entrada, marca un importante parte aguas en la corta carrera de la cantautora oriunda de Sacramento.
También sabemos que a mediados del 2012 Wolfe incursionó en la música electrónica y, a sabiendas que este tipo de sonido no encajaría conceptualmente con su proyecto en solitario, decidió invitar al bajista Ben Chisholm para iniciar una propuesta paralela y explorar esos sonidos más procesados y fue en esta etapa en la que la mayoría de las canciones de este nuevo álbum fueron gestadas. A final de cuentas el proyecto no se culminó y decidió embalsamar los tracks con un toque más orgánico, lo que indudablemente hizo que terminaran en un excelso punto medio: perfectamente equilibrados.
Entonces Pains is Beauty a pesar de haber pasado por un proceso de producción diferente, de contar con elementos electrónicos no antes utilizados y de presentar quizás la faceta más experimental de Chelsea hasta el momento, sigue teniendo su sello bien impregnado en cada nota y en cada círculo y, créanme, el aire que aquí se respira parece supernatural: una atmósfera místicamente peligrosa y llena de penumbra que invita a conocer sus verdaderos encantos. Por eso el track inicial, «Feral Love», es básicamente la teoría anticipada de lo que se obtendrá como resultado del experimento; podemos explorar diversos mundos y buscar otras formas, pero mientras más lo intentamos más regresarán nuestras raíces y la natural identificación con ellas. Es decir, no importa qué tan clara se refleje la luz en esta nueva coraza de Wolfe y sus nuevas composiciones en un inicio, debajo de ella, en sus entrañas, su sonido sigue siendo tenebroso y visceralmente seductor.
«We Hit a Wall» con su controlado in crescendo y una pared sonora dura, pesada, donde rebotan las plegarias en un rechazo con desdén, y «House of Metal» que pareciera sí aceptarlas en un intento de consuelo por su dulzura y delicadeza con sus pequeños destellos de luminosidad, tienen ambas una extraña conexión que las hace perfectas la una para la otra, son polos opuestos pero están unidas mediante un lazo difícil de explicar (me encanta esta parte del álbum, tiene una especie de transición especial).
Se entiende en este punto, tempranamente en la producción, que la realización de Wolfe en repetitivos acordes surge de la necesidad de remarcar los episodios dolorosos hasta penetrar en alma y mente, proponiéndonos acostumbrarnos a ellos e incluso sentir cierta comodidad que permita valorar la reflexión interna en miras de un renacimiento espiritual.
Entonces, inmediatamente después llega «The Warden» que es lo más optimista que puede llegar a sonar Chelsea Wolfe, así que no busquen más luz ni ritmos bailables dentro del álbum (ni en su catálogo). Esto es lo que es: un tema techno-gothic en sus líneas más electrónicas. Luego aparece «Destruction Makes the World Burn Brighter» (qué título, ¿cierto?) en un cambio totalmente radical, siendo éste el track más orgánico y rocker de la producción. Si aquí recuerdan los inicios de PJ Harvey en momentos, por más breves que sean, entonces van por buen camino.
Por su parte, el goth-folk del pasado reciente sigue presente en sus canciones más clásicas como «Sick» y «Kings»; de las más climáticas (y de las que cuentan con mejor contenido lírico), con obvias influencias ochenteras en sus ritmos y atmósferas, esas en las que parecieran resurgir triunfalmente los Siouxsie and the Banshees. Pero no es sino hasta «Reins» donde se exponen las cumbres siniestras de Wolfe en uno de los temas más expansivos de la producción; es como una levitación conducida a un lugar infinito y sin trazo alguno en el camino ascendente en la oscuridad. Un gran tema.
La capacidad de revivir viejos y consagrados géneros de antaño pero con un toque de frescura es expuesta en «Ancestors, the Anciest» con una mortal y heroica letra, y que bien pudiera definir por sí sola el futuro de un renovado post punk para las nuevas generaciones; juega con sus voces dobladas, los ecos fantasmales y los estribillos seductores y pegadizos. Luego llega «They’ll Clap When You’re Gone», desgarrador track con frases depresivas y poderosas que hacen alusión a los sentimientos de pérdida y añoranza en medio del sufrimiento que corresponde no cortar profundos lazos humanos. La pieza es perfecta para precisar ese sonido folk-goth que tanto le atribuyen a Wolfe en la crítica especializada, y esto debido al juego de cuerdas que presenta a la par de melancólicos violines y un clásico piano que aporta mucha personalidad. Esta parte del álbum es, desde mi punto de vista, la exposición perfecta del darkwave del nuevo siglo por excelencia.
Y ya cerca del final, una mención especial para la carta fuerte del álbum: «The Waves Have Come»… hermosa oda al amor y a la destrucción. Es una cinemática canción con influencias medievales en sus matices sonoros. En ella visualizaremos desastres naturales y caos como componentes de la vida misma, y además contemplaremos el romanticismo poético desde el entendimiento de la muerte como el momento del hombre para trascender. Es muy fuerte emocionalmente hablando y muy cuidadosa en su construcción, bien llevada de principio a fin en su duración de más de ocho minutos; todo comienza como una balada calmada y termina como una balada que crece, que se vuelve cruda y termina siendo trágica. Una de esas canciones épicas, que se mantienen hacia adelante y hacia atrás en la línea del tiempo, hacia arriba y hacia abajo en la pirámide de los sentimientos humanos. Todo esto hubiera bastado para finalizar el álbum con broche de oro, sin embargo la sorpresiva «Lone» surge del silencio para demostrarnos que Chelsea no teme arriesgarse a estropear lo que parece perfecto, y en un último respiro de audacia nos brinda una cálida balada semi-acústica que entre ternura y desolación nos despide durante dos minutos.
Pain is Beauty es una obra melodramática que cuenta historias que no queremos escuchar pero que es necesario que conozcamos, que comparte momentos sonoros que no queremos experimentar pero que es imprescindible que sintamos. Esto nos confirma la verdadera fortaleza de una artista tan especial como lo es Chelsea Wolfe, surgida de los momentos más bajos para engendrar el arte más alto en cuanto a calidad y honestidad se refiere; una premisa que persigue a esos artistas condenados a servirse del dolor y el sufrimiento para crear arte verdaderamente bello a partir de elementos tan humanos e imperfectos. En un álbum como éste, suelen ser las pequeñas experiencias de vida y las personales cosmovisiones de las cosas las que se comparten sutilmente en búsqueda de provocar catarsis emocionales.
Este es un álbum que invita al escucha a detectar ese frágil y estrecho puente que une al dolor con la belleza, justo ahí, donde ambas se fusionan en un solo punto. No es fácil llegar y es más difícil permanecer. Aun así, Wolfe no te obliga a hacerlo y tiene todo el tiempo del mundo para esperarte, por ello creó un álbum atemporal que sin importar las veces, el momento o la época de tu vida en que lo decidas, la experiencia siempre será igual de novedosa, reconfortante y vital.
Tracklist:
- Feral Love
- We Hit a Wall
- House of Metal
- The Warden
- Destruction Makes the World Burn Brighter
- Sick
- Kings
- Reins
- Ancestors, the Ancients
- They’ll Clap When Your’e Gone
- The Waves Have Come
- Lone
Me suena a: Nick Cave, Siouxsie Sioux, PJ Harvey
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