Matador, 2014


Es difícil explicar mi fascinación con Interpol más allá del hecho de ser, desde mi punto de vista, los más genuinamente abanderados del post-punk revival, al menos a inicios de siglo, porque esa es sin duda la razón principal de que sean una de mis bandas favoritas. Pero tratando de ver las cosas de manera un poco más neutra, me parece que lo más sorprendente de los neoyorquinos es el hecho de coordinar los instrumentos y la voz a través de dinámicas tan extrañas como las de «Say Hello To The Angels» o «NYC».

Con el paso del tiempo y como es natural en la música y en la vida misma, el ahora trío (luego de la partida del bajista Carlos Dengler) decide no solo seguir adelante no sólo con la re-definición que venían haciendo de su música con su homónimo del 2010, sino también seguir unidos como banda en sí, puesto que con un miembro menos y las ganas de hacer música todavía intactas se hacía necesario continuar escribiendo capítulos en la trayectoria de Interpol.

La gran novedad corre por cuenta de que Paul Banks es el encargado del bajo luego del abandono de Carlos. Eso le da un peso creativo un poco mayor al que tenía en los trabajos anteriores, reflejándose en el hecho de que si bien las guitarras llevan definitivamente el mando en esta agrupación, las cuatro cuerdas no decepcionan en lo absoluto. ¿Será eso por sí sólo tan determinante en el resultado final? Ya lo veremos.

«All The Rage Back Home» abre el álbum con buena presencia del surf (acentuada con el video) que ya habíamos visto antes en «The Heinrich Maneuver», y desde que salió como primer sencillo dejó claro que no habían perdido en lo absoluto el toque para armar buenos temas. Le sigue «My Desire», más dramática, con un punteo de Kessler bastante exótico que caza perfecto entre los puntos atmosféricos que bien pueden darse por las guitarras o los teclados. Es bastante barroca, y está más o menos a medio camino entre el sonido de Our Love To Admire y el homónimo.

Pasamos a «Anywhere», posiblemente la más deudora de sus primeros años. La batería de Fogarino marca el ritmo con sencillez y autoridad, el riff de Kessler es notable y Banks lo lidera todo con su potente voz. En «Same Town, New Story» bajan un poco las revoluciones, se sostienen en el bajo (de forma totalmente diferente a los tiempos con Dengler, por supuesto) reflejando cierto dualismo entre el dolor y la esperanza; es como el post-punk haciendo gospel. Luego las cosas se ponen más intensas en «My Blue Supreme» que recuerda un poco el estilo de The Cure, lento pero dinámico. Ahí concluye la primera mitad de la obra de El Pintor.

La segunda parte la inicia «Everything Is Wrong», una canción con trampa porque el bajeo marca la entrada y parece indicar que tendrá más protagonismo. No es así. Todo está al revés con esa canción, porque nuevamente las guitarras asumen el mando pero lo hacen de una manera algo repetitiva a estas alturas, convirtiéndose en el punto flaco del disco. Afortunadamente, «Breaker 1» llega al rescate con una elegancia y contundencia fuera de serie que la convierten en la mejor canción del álbum, sin discusión.

Aparece luego «Ancient Ways». Es densa en las guitarras pero con una batería bien animada. Se remite un poco a los tiempos de su antecesor (de hecho recuerda bastante a «Success»), pero la diferencia es justamente la bataca de Fogarino, que le da un aire mucho más caótico. Paul aporta con su voz la cuota más o menos lastimera que requiere la ocasión, aunque siempre partiendo desde una postura más madura y melódica, evidenciando el crecimiento tan importante que ha tenido Interpol en conjunto en todo este tiempo.

Vamos llegando al final y nos encontramos con la «chameleonera» «Tidal Wave», maravillosa por el punteo de Kessler tan sencillo e inquietante que permite aumentar el tono afligido de la canción, otro de los buenos de El Pintor. Terminan con «Twice As Hard» que es perfectamente comparable a lo que representaba «The Lighthouse» en Our Love To Admire. Un cierre tétrico que pide ayuda en su letra, de esos que son difíciles de clasificar, sostenido nuevamente en la guitarra de Kessler y unos golpes bastante precisos de Sam Fogarino.

Desde el principio todos los comentarios apuntaban a que El Pintor sería un regreso a sus raíces, y los adelantos invitaban a pensar que así sería. Ahora podemos decir que no es tanto así, de hecho recuerda más a Our Love To Admire que a Turn On The Bright Lights o Antics, pero es igualmente un regreso a su faceta más introspectiva. No es lo que muchos de nosotros esperábamos, pero igualmente es un esfuerzo más que digno en su catálogo y algo me dice que con el tiempo se irá haciendo un disco consentido.

No sé si los seguidores no se dan cuenta de eso, o de que aun sin Dengler en la formación hay otros tres personajes que no dejan de romperla, pero sí resulta bastante irónico que luego de años donde la critica los hizo pedazos y su público los defendía, hoy se invierte la fórmula: casi todos los medios especializados han recibido con elogios El Pintor, mientras que un buen sector de su público se ha puesto en contra de él. Entiendo que uno extrañe las líneas del bajo de Carlos, ¿pero eso justifica destruir el esfuerzo de los otros tres? Yo no lo creo. Y menos cuando el resultado compensa la mayoría de las veces esa ausencia. Esta obra es lo mejor que han hecho en los últimos años, sin duda.

Tracklist:

  1. All the Rage Back Home
  2. My Desire
  3. Anywhere
  4. Same Town, New Story
  5. My Blue Supreme
  6. Everything Is Wrong
  7. Breaker 1
  8. Ancient Ways
  9. Tidal Wave
  10. Twice as Hard

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Me suena a: The Chameleons, The Cure, Editors