Más de un lustro fue el motivo de, primero, la desesperación de los fans de Fleet Foxes por su inexplicable silencio y, segundo, las emociones revueltas y sin contener cuando por fin Crack-Up fue anunciado oficialmente meses atrás. Supimos de inmediato que esa excelencia orquestal que acompañan relatos con esa siempre ambivalente perspectiva de la vida volverían a resonar en frescas cascadas de cuerdas acústicas e inspiradoras melodías.
Luego supimos algunos (porque otros ya lo sabían desde mucho antes) que precisamente la «desaparición» de la banda, principalmente de su virtuoso líder Robin Pecknold se debió a su incursión en la universidad, en Nueva York, ciudad donde ha estado deambulando todo este tiempo. Y ahora pareciera que después de tantos años de sigilo moría por revelar sus mayores pasiones literarias y musicales, desde una cosmovisión mucho más madura, claro. Y las exhibe sin tapujos sobre todo las literarias, recurriendo a referencias del autor F. Scott Fitzgerald, por ejemplo, admirando su clara perspectiva sobre los golpes del destino y cómo las vidas tienden a derrumbarse ante ellos.
El álbum se compone por 11 tracks y son como epifanías del propio Pecknold que de una a otra se percibe la cohesión y su atinado sentido de armonía. Son como muchas historias en una sola; como capítulos de una gran aventura que se navega mar adentro. Porque es precisamente al mar donde nos remite su clima y sonido: casi húmedo y reflexivo entre la brisa. Es arte poético y melódico en toda su expresión; un agasajo de las cuerdas en tonos acústicos más sublimes que podamos imaginar; y esa frágil voz que se puede reconocer a años luz.
Hay tantas referencias históricas como a la cultura contemporánea, con tímidos guiños políticos incluso. Y la forma en que lo mezclan todo es admirable. Apuntemos el tema «I Should See Memphis», por ejemplo, que se basa en la fusión de alusiones a Cassius en Roma y el dios egipcio Osiris para crear analogías con el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Touché. Y está por otro lado «Mearcstapa» (que significa «caminante de la frontera»), influenciado por el marinero Bernard Moitessier debido a esas ganas que tenía Pecknold de cantar sobre algo que le recordara a su padre que por un periodo en su vida se dedicó a navegar en el mar (y quizás de ahí salió el cover art del disco, obra del artista japonés Hiroshi Hamaya). También cuenta con indirectas al poema de Beowulf sobre ese visceral deseo de la venganza mortal. ¿Se dan cuenta? Todo eso va amalgamado en una hermosa balada de tan solo cuatro minutos de duración. Fabuloso.
Pero lo que más impresiona son, a mi parecer, los cortes de larga duración como el inicial «I Am All That I Need/Arroyo Seco/Thumbprint» que llega con dinamismo y esperanza a proponer nuevos enfoques a los oyentes, y «Third of May/Odáighara» que incita a tan solo sobrevivir en un mundo en el que los instintos naturales van muriendo. La primera de más de seis minutos y la segunda de casi nueve, son los suspiros más prolongados y cinemáticos de la obra.
Luego podemos disfrutar de suaves canciones como «Kept Woman» que habla sobre Anna, chica tan pura y frágil como una rosa; y «On Another Ocean» que resulta tan abrasiva como reflexiva: redentora después de las ausencias y decepciones. Ambas transmiten cierta sensación de sosiego y quietud que vibran con la electricidad de algunas guitarras conectadas que acompañan el viaje hacia el resplandor. Y la canción que le da nombre a la producción la cierra de la mejor manera: en su inicio es como divisar una isla a lo lejano y para cuando va terminando estás exhausto por fin palpando tierra firme después de muchos vientos recorridos en alta mar. Aunque se contagia el cansancio y la añoranza, la canción va de lo oscuro a lo brillante, de la calma a la euforia y de la debilidad a la energía vital.
Y es que pesar de su pulcritud, el álbum además se siente salvaje pero de una manera muy peculiar que tiene que ver solo con su intensidad emocional y la poderosa atmósfera en la que todo se desenvuelve. Es por ello que Robin Pecknold, Skyler Skjelset, Casey Wescott, Christian Wargo y Morgan Henderson han firmado la obra más estimulante de sus carreras. Las dudas se han disipado tras la inactividad mientras somos testigos también de cómo se posiciona como una de las mejores producciones del año (¿y de la década?). No hay nada más teatral, melancólico y vivificador en el folk como esto.
Con Crack-Up, Fleet Foxes no solo se reivindican a sí mismos como agrupación tras el largo periodo de ausencia, sino también a todo un género musical. Con ellos, el folk alcanza su faceta más pura y refinada. Es romántico, nostálgico y emotivo como mirar las olas del mar romper a tempestad en un grisáceo atardecer. También es la caída del sol detrás de un frondoso árbol cuyas hojas vuelan en el viento y distraen tu atención de las colinas en el horizonte. Es además toda una epopeya musical que aborda el conflicto de una manera heroica; la aventura inspiradora del proceso de pasar del fatalismo al optimismo de manera fría y calculadora. Los de Seattle lograron diseccionar todas sus emociones para encausarlas a una búsqueda más espiritual. Y eso es proeza de gigantes.
Tracklist
- I Am All That I Need/ Arroyo Seco/ Thumbprint Scar
- Cassius, –
- – Naiads, Cassadies
- Kept Woman
- Third of May / Ōdaigahara
- If You Need to, Keep Time on Me
- Mearcstapa
- On Another Ocean (January/June)
- Fool’s Errand
- I Should See Memphis
- Crack-Up
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Me suena a: MONEY, Mount Eerie, Father John Misty
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