Greta Van Fleet ya no es el secreto de nadie que coleccione música alternativa. Ya no son más el grupo «revelación» ni la «promesa del rock». Es, en cambio -y les guste a unos y disguste a otros- el presente del género en su estado más clásico en lo que a nuevas generaciones se refiere. Un LP en 2017 y una extensa gira por todo el planeta para difundirlo les valió ese lugar, puesto que en épocas donde el pop plástico y otros géneros raros dominan las radioemisoras en los gustos de los chicos, estos cuatro norteamericanos pudieron romperla y sobresalir a guitarrazos. Como en los viejos tiempos.

Eso tratan de refrendar ahora, precisamente, con su segundo y nuevo disco de larga duración, The Battle at Garden’s Gate. Podrán criticar o no la forma en que la banda insiste en sus mismas fórmulas musicales pero, ¿se imaginan si lo hubieran dejado de hacer? Igual les repudiarían haber traicionado al rock, a sus raíces, van por el camino fácil, y un larguísismo etcétera en su contra. Así que estos mocosos se posan nuevamente y tratan de emular a sus ídolos: Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Deep Purple y unos más cercanos The Mars Volta, quizá. ¿Y por qué no? Todo artista tiene derecho a desarrollar su propia escuela y eso es justo lo que hacen acá a través de 12 tracks que abarcan todo tipo de historias: cruces de meteoritos, sentimientos de libertad, los procesos de madurez en las personas, las guerras y sus muertes, nuestra espiritualidad como seres humanos y, también, el amor y sus ilusiones.

La producción del disco corrió por cuenta de Greg Kurstin (famoso por trabajar antes con Foo Fighters, entre otros) y todas sus rolas fueron grabadas en tan solo dos sesiones durante buena parte del 2019. Debido a la pandemia no pudo lanzarse ni en ese año ni en el siguiente. Pero en este 2021 Greta Van Fleet ha vuelto a superar pruebas de fuego después de bajar de la cima, lugar que habitaban tras su aclamadísimo debut. Veremos cómo les sienta esta obra no solo a ellos sino a su creciente base de fans.

 

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