The Flaming Lips por fin lanzaron su nuevo álbum de larga duración, American Head, tras una constante presencia mediática para difundirlo mediante sus previos avances, todos en cautivadores videoclips.
Ahora tenemos la obra compuesta por un total de 13 tracks, sedosos y experimentales en la cosmovisión indie tan particular de Wayne Coyne y compañía. Un LP conceptual, coherente en su narrativa, evocando en todo momento al fallecido Tom Petty (fallecido en 2017) e inspirándose en su obra en los 70s, particularmente con su banda Mudcrutch. Una aventura sónica en tempo lento y un uso estridente (algunos podrían opinar que exagerado) de los synths que sobresalen junto a la voz ecualizada de Wayne. Es verdad que podría perder su esencia humana-orgánica en ello, pero también se cobra una textura enigmática que puede llevarnos fuera de este mundo si se dejan someter lo suficiente por sus trucos de magia que, aunque nada nuevos, siempre efectivos.
Les decíamos que el álbum flota lento, con serenidad por delante. En algunos puntos del tracklist logran conectar con melodías penetrantes, mientras que la instrumentación nunca deja de ser compleja e invita a los estudiosos a descifrar uno a uno sus elementos. Los destellos de luz entran amplios y dibujan siluetas alegóricas en la senda psicodélica que alguna vez recorrieron de ida y vuelta, y ahora miran disimuladamente de reojo mientras se posan en los campos de al lado.
Al final podríamos concluir que precisamente con este disco la legendaria banda norteamericana no avance ni retrocede, no da un paso arriba ni abajo, tampoco se estanca en el intento de «algo». Simplemente posan, sin prisa ni (muchas pretensiones). Un respiro como interludio sonoro que cuenta con sus momentos afortunados y desafortunados igual; pero que no los aleja de sus etiquetas propias y mucho menos de sus fans.
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