Japón es cuna de excelentes, exóticas y excéntricas bandas de… bueno, al decir verdad de cualquier género que se imaginen. Hoy nosotros elegimos al shoegaze pop, o el dreampop rasposito, digamos. Y la apuesta que hacemos es con Luby Sparks, oriunda de Tokio.

El joven quinteto salió a flote por allá del 2018, cuando comenzaron a publicar sus primeras grabaciones (hablamos singles, EPs y LPs), compartiendo un sonido que abrazaba claramente el ruido melódico del Reino Unido en los 90s, pero impregnándole esa esencia alternativa-indie del nuevo milenio. Podríamos definirlos también como una banda de indie pop que disfruta del reverb y el delay, de un poquito de fuzz en sus atmósferas.

La energía de los nipones es innegable, su carisma también. Traen ángel en sus notas, se sienten frescos, inocentes y románticos, como si se tratara de un grupo con himnos adolescentes optimistas y refinados. Parte de este encanto lo producen las voces, primero de Emily Obaidey quien dejó la banda muy pronto, y luego por quien llegó en su su lugar, la inglesa Erika Murphy (una fan declarada por cierto). Afortunadamente este cambio no varió mucho en el resultado final, salvo con un poco más de nitidez en el sonido de sus recientes singles, más «limpios» y sedosos sonoramente hablando. Sí, aun más pop.

Sin duda Lupy Sparks tiene potencial para seguir engendrando por más tiempo obras de alto calibre. No importa si regresan a su shoegaze orgánico de sus primeros días o si siguen el camino del dreampop con destellos de luz propia y vientos fríos; en ambas sendas se desenvuelven bien. Solo esperamos den un golpe de autoridad fuerte próximamente.

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