David Bowie es uno de los personajes más enigmáticos y estrafalarios en la historia del rock… ¿o del pop? ¡De la música! El legado del legendario cantautor londinense es tan rico y trascendente que ha marcado las vidas de muchas generaciones a lo largo de estas últimas décadas.

El ex Ziggy fue un excéntrico artista que supo reinventarse con los años, tanto musical como visualmente. Estas diferentes propuestas conceptuales le llevaron a establecer conexiones especiales con sus seguidores a partir de diferentes niveles de identificación. Pero hay otra circunstancia que ha hizo de Bowie un pez gordo en los sueños platónicos de los fans: su cautivadora mirada; una de las más penetrantes en la industria musical. Esa mirada a través de esos ojos tan desiguales, particularmente por el izquierdo, por esa pupila de color llamativo cuya razón de ser guarda una historia no planeada con consecuencias no presupuestadas, fuera de cualquier estrategia de mercadotecnia y más bien como resultado de un amor adolescente.

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Esta «rareza» en su ojo surgió cuando el nene David tenía apenas 15 años, en un conflicto con un compañero de la escuela llamado George Underwood, con el que lo solucionó como suelen solucionarse los conflictos de forma inmadura en esa edad: a los golpes. ¿La razón? Una linda chica de la cual ambos estaban enamorados (cuyo nombre ha quedado en el anonimato desde que se hizo pública la historia). Al parecer el malvado George (sí, él es nuestro villano en esta historia) estaba «pedaléandole la bicicleta» al buen David (claro, acá nuestro héroe) quien estaba decidido a iniciar una romántica relación con esta chica que los tenía vueltos locos, así que tuvo que quitarse su mayor obstáculo de encima. La riña fue en el patio del colegio y entre el intercambio de golpes Underwood alcanzó con su puño -con anillo incluido- el ojo izquierdo de Bowie, lesionándolo gravemente hasta el punto de ser trasladado al Hospital de Farnborough.

Cuentan los testigos que David perdió entre cuatro y cinco meses de clases al mantenerse hospitalizado bajo constantes cirugías de riesgo para que no perdiera su ojo. Los resultados fueron positivos y sin mayores consecuencias en su visión, solo dejando mínimos problemas respecto a la percepción profunda de colores así como su pupila izquierda dilatada permanentemente. Por eso, a pesar de que David Bowie nació con ambos ojos azules, desde aquél incidente pareciera que solo uno lo es y el otro tuviera un tono más gris, pero solo se debe al efecto que produce dicha dilatación. En términos médicos a esta situación se le llama anisocornia (asimetría en las pupilas).

Así que ahí lo tienen: a pesar de que El Camaleón es un graduado en el arte de la transformación y la estética, el «truco» de su ojo izquierdo desigual no era más que un «problema» real que sin duda alguna le sumó a su misterio hechizante, sobre todo en su particular mirada. De esta anécdota quedan un dato curioso y una gran incógnita. Primero, sobre el villano de la historia, George Underwood llegó a ser buen amigo de Bowie a tal punto de compartir créditos en sus primeras bandas musicales en las cuales inició. Segundo: ¿qué habrá pasado con la chica? Nadie lo sabe.