Dicen que cuando las palabras se acaban, es la música la que termina por expresar los sentimientos. Pero hay artistas como Gibran Azain Ongay Montalvo, mexicano radicando en el DF, que ni siquiera optan por intentar comunicar las más profundas fobias, los más oscuros pensamientos y las más puras intenciones con la palabra -al menos no en un lenguaje conocido- sino que deciden de facto ir al fondo y origen de las emociones para transformarlas en notas musicales que, creyéndolo o no, terminan por transmitirlo casi todo.

 

El caso de Azain (así nombró Gibran a su proyecto en solitario) es uno muy peculiar dentro de la escena indie musical en México; me hace pensar en lo injusto y vacío que a veces llega a ser el negocio de la industria. Digo esto porque, escuchando su primer álbum de larga duración homónimo, compuesto, grabado, producido y mezclado independientemente, uno no puede explicarse cómo es que trabajos así no reciben la atención mediática y el reconocimiento que realmente se merecen. Quizás no todos estamos preparados para escuchar diariamente música tan introspectiva y ensoñadora como ésta:

 

 

El disco es una colección de 12 tracks post-clásicos con una rica y variada instrumentación (personalmente destaco “Grýla”, “Phauðumun” y “Bedroom”); desde convencionales pianos y guitarras hasta complejas melodías de flauta, violines y algunos juguetes electrónicos que incentivan la experimentación. El aire que se respira es fresco y las atmósferas son frágiles y somníferas. Es como navegar en un mar de agua fría entre sueños angelicales.

 

Ahora bien, la mayor complejidad de las composiciones (como si lo anterior no bastara) radica en las “letras” de Azain que, siguiendo los pasos de bandas como Cocteau Twins en sus primeros discos o Sigur Rós en ( ) (de hecho puedo notar influencias en la voz de Jónsi), ha inventado su propio lenguaje inspirado en lo que personajes creados a partir de sus propios sueños le dicen. Así que no se preocupen si no entienden una sola palabra de lo que aquí se canta, pues no será necesario; esta obra te dirá en todo tiempo y a todo ritmo mesurado que la tristeza no es más que un estado emocional más, igual de bello o trágico como tú lo prefieras. La música hará el resto de forma natural, pues ha sido engendrada de la manera más honesta y genuina a partir de todo tipo de experiencias personales que sólo así podían exteriorizarse:

 

Así entonces, no me queda más que recomendarles seguir de cerca a esta nueva y sofisticada propuesta mexicana, Azain, entablar contacto y conocer más de su obra:

 

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