Bandas modernas que conjugan elementos clave del post-punk y el shoegaze hay muchas, pero pocas que lo hacen con un sello distintivo y tanta carisma. Entre ellas tenemos una nueva promesa neoyorquina llamada Panik Flower, que está editando apenas su segundo EP de rolas muy intensas emocionalmente hablando, y con harta fuerza melódica.
Este disco se llama Rearview y su set es de seis escalas; cada una cuenta con guitarras abrasivas y sofisticadas, entrelazadas en mantos etéreos que luego se vuelven densos, entonces las atmósferas oscuras son casi palpables. Por si fuera poco, las letras parecen tener más garra que los instrumentos, cuando Sage Leopold canta en la oscuridad temas de melancolía y desconcuelo, de amor y secretos de la conciencia.
El potencial de esta banda es intimidante. Tiene voz propia y una fórmula que podrían patentar, si quisieran. Su música flota sobre un abismo y nos llevan a flotar a ciegas para atravesarlo, con riesgos, intenciones y claridad creativa que no siempre se encuentra en proyectos tan jóvenes.