B-side

Imagina que vives en Nueva York en 1983, ya es diciembre y no tienes grandes planes para cerrar el año. Te das una vuelta por el bar Danceteria, te pides algo barato y disfrutas la música de fondo. De pronto, ahí dentro ves un cartel que probablemente pasaste de largo en las calles que caminaste rumbo a este lugar: unos tales The Smiths van a dar su primer show en EE.UU, precisamente la noche del 31 de diciembre; preguntas por ellos y te cuentan que en Reino Unido la están rompiendo con pura melancolía bailable.

Por si fuera poco, de la misma manera te enteras que unos días después, apenas arrancando 1984, otros raritos llamados Cocteau Twins también se presentarán por primera vez en este lado del charco, con un par de conciertos justo en este mismo bar. También preguntas por ellos y te dicen que tocan y cantan como si vinieran de otro mundo, que nadie les entiende, pero que su música eriza la piel…

Así era pasar el Año Nuevo en Nueva York, en una década en la que la vida nocturna te ofrecía el privilegio de escuchar muchos actos emergentes antes de que sus nombres tuvieran repercusión internacional, antes de que fueran imborrables en la historia.

En los años ochenta, todo amante del arte sabía que por las noches neoyorquinas se vivían experiencias catárticas en clubes como Danceteria, un espacio multidisciplinario e icónico del downtown de Manhattan donde los conciertos eran el eje, pero también había exposiciones densas, teatro oscuro, cine experimental y presentaciones de libros incómodos. En este refugio no importaba si venías de Leeds o de Queens, si le entrabas al hip-hop, bailabas con synthpop, si te atraía la crudeza del post-punk o eras más de la subcultura goth. El underground no se anunciaba con espectaculares ni campañas virales, simplemente se encontraba por accidente, a veces en un cartel mal impreso, en una pista llena de humo o en una charla casual.

Era un lugar tan especial como enigmático en el que convivían DJs, cienastas, diseñadores alternativos y, desde luego, músicos a punto de convertirse en leyendas.

Por otro lado, estos chicos ingleses -Morrissey, Johnny Marr, Andy Rourke y Mike Joyce- estaban dando sus primeros pasos como agrupación en Mánchester, y aun así ya habían captado la atención de la escena local (y nacional). Ellos no estaban siguiendo las tendencias de la new wave ni del post-punk, en cambio, sin ningún sintetizador pero sí con unas guitarras jangly que acompañaban la nasal voz de su carismático frontman, The Smiths le cantaban a una nueva generación sobre la carne, el celibato, la alienación, libros y cine; y lo hicieron con una mezcla cautivadora de arrogancia y ternura.

Si bien no era una banda de masas al inicio, sí lo fue de muchísimas conversaciones de melómanos y críticos musicales, y rápidamente se volvieron un referente gracias a sus primeras ediciones con el sello Rough Trade (singles "Hand in Glove" y "This Charming Man") que los llevó a ser considerados serios representantes de la nueva escena indie y alternativa en el UK, incluso antes de lanzar un álbum completo.

Por su parte, en Escocia, con un poco más de camino recorrido, los Cocteau Twins -en ese entonces conformados solo por Elizabeth Fraser y Robin Guthrie tras la salida de Will Heggie- acababan de lanzar su segundo disco largo, Head Over Heels, por lo que decidieron salir de las islas para promoverlo. Ya se sabía un poco más de ellos en Estados Unidos, sobre todo en el círculo de los más devotos del post-punk y el goth, etiquetas que le quedaban mejor a la banda en esta etapa; pero ese eco etéreo y ensoñador de sus guitarras, más la impresionante voz y la enigmática manera de cantar de Liz eran sellos distintivos que los hacían sobresalir en la escena.

Aun así, los "gemelos" todavía no alcanzaban su punto álgido ni la definición sonora que los llevaría al culto, por lo que en estos días aun se percibían como una agrupación emergente y en pleno desarrollo.

Entonces, en retrospectiva podemos decir que los primeros días de 1984, Danceteria fue como una cápsula del futuro. Si bien la publicidad que sacaron para el primer show de The Smiths decía que era a medianoche del 31 de diciembre del ’83, en realidad ocurrió en los primeros minutos del 1 de enero del ’84. Luego, en esa misma semana se alternaron con los Cocteau, quienes hicieron sonar varias veces entre el polvo y la oscuridad del venue temas como "When Mama Was Moth", "In Our Angelhood", "From the Glastones" y "Sugar Hiccup".

Sin saberlo o sin darle su justa dimensión, los afortunados que entraron a esos conciertos celebraron el comienzo de 1984 mirando a dos bandas que marcarían para siempre el curso de la música alternativa. No hubo fuegos artificiales ni transmisiones televisivas; solo era una sala a media luz, cuerpos apretados, cervezas tibias y el presentimiento de estar presenciando algo irrepetible. Después de esos primeros acordes jangly del Año Nuevo, unos ingleses introvertidos cantaron sobre la soledad y los anhelos, para que días después unos escoceses peinados al estilo batcave invocaran mundos de ensueño desde la penumbra. Y así, en menos de una semana, se estaba sellando un instante del destino disfrazado de promesas y distorsión etérea.

Ah por cierto, casi lo olvidábamos… ¿sabían que la telonera de aquél primer concierto de The Smiths fue una chica que trabajaba medio tiempo como encargada de guardarropa en este club, y que también estaba dando sus primeros pasos como cantante? Era una tal Madonna.

Así era Danceteria en Nueva York: capaz de regalarte, a veces por pura casualidad y en la misma noche, muchas postales adelantadas de la historia.

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