Lost Music

2024


  • ¿Qué les costaba volver a los fundamentos de ‘Disintegration’? El propósito no era copiar su sonido propiamente, sino indagar en el romanticismo y desconsuelo bajo perspectivas más lúgubres y crudas en un viaje en el tiempo, visitando esos lugares del alma que en el pasado albergaron tantas emociones que se expresaban de manera única.

Mucha gente creyó que el día de la publicación del LP #14 de The Cure nunca iba a llegar. Fueron 16 años desde 4:13 Dream y al menos ocho en los que Robert Smith estuvo amagando con el nuevo lanzamiento, no precisamente dejando promesas sin cumplir pero sí ofreciendo declaraciones súper alentadoras que cada inicio de año nos hacía frotarnos las manos, pero no pasaba nada. Todo cambió cuando en sus presentaciones de un par de años atrás la banda comenzó a estrenar estas rolas que hoy sabemos muchas de ellas vienen de sesiones de hace al menos 12 años, otras de no tan lejos pero sí de sesiones pasadas que las habían dejado como demos guardados. Pero ya las tenemos aquí, por fin, concluidas todas en Songs Of A Lost World.

Para una banda con casi 50 años de trayectoria (todo un ícono del goth y el post-punk) el hecho de presentar un tracklist de ocho capítulos nos hace suponer que privilegió la calidad por encima de la cantidad. No será que estos experimentados músicos se quedaron «cortos» ni que la producción se vaya a sentir inconclusa, pues el número es premeditado totalmente. En cuanto a la alineación, ahora contempla a Jason Cooper (bataca), Roger O’Donnell (teclado y sintetizador), Simon Gallup (bajo), Reeves Gabrels (guitarra) y, desde luego, a Smith (composición, voz, guitarra).

Entonces, ¿sí es la calidad lo que prevalece en este efímero set? Veamos. «Alone»inspirado en un poema de Ernest Dowson de 1902– abre el telón no solo con un intro que nos remonta inmediatamente a la era de Disintegration, sino también con un clima súper ochentero en general. Después de casi tres minutos y medio de levitación en las tinieblas llega la inconfundible voz de Robert que impresionantemente suena como la de un jovenzuelo en su cumbre. En serio, pensar que estas sesiones vocales son actuales da un poco de escalofríos. Ni siquier podría aplicar la de «como los vinos» porque no es que suene mejor (mucho menos peor), simplemente suan igual. Garganta intacta.

Luego aparecen «And Nothing is Forever» y «A Fragile Thing», canciones similares en sus ritmos, emociones y estética, como si hubieran sido incubadas en el mismo tubo de ensayo, uno muy vintage, por cierto, con una instrumentación casi perfeccionista y el piano liderando sus entradas. En la primera también los británicos se toman su tiempo antes del canto, mientras que en la segunda, descrita por Smith como «la canción de amor del álbum», se toman las cosas con un poco (solo un poco) de más prisa. Y es en este punto en el que entendemos que el aspecto retro de su paleta sonora (sobre todo en las percusiones) será la constante que rige un regreso no precisamente a sus raíces pero sí a la que muchos consideran su mejor etapa creativa y sonora.

Además, el hecho de hablar sobre las pérdidas personales y enseguida de las ilusiones románticas que hacen bailar a las mariposas en el estómago nos dice mucho de la dualidad que se concentra en un álbum tan oscuro pero tan accesible como este (accesible para cualquier fan de la banda, claro está). Y aquí voy a brincar hasta el track seis, «Nothing is Forever», porque precisamente habla sobre la reciente muerte de Richard, hermano de Robert Smith, y porque a pesar de tratarse de un tópico muy sensible y de que parece iniciar todo muy ad hoc con un suave piano, al poco tiempo las líneas de bajo y las guitarras más chirriantes hacen del ambiente uno más denso, por lo que la canción va tomando más músculo, como para sostener con fuerza a quien vive a plenitud su luto y apenas puede quedarse de pie.

  • “Algo malvado viene por aquí a robarle la vida a mi hermano…”

Antes de eso está «Warsong», un tema con reflejos de una realidad desgarrada con otro de los intros prometedores del disco, exhibiendo los mismos teclados clásicos y expansivos pero guitarras con texturas más exuberantes. Su atmósfera es profunda, casi abisal, con fauna sombría cuyos movimientos en efecto doppler nos invitan a atravesar esa capa de bruma que nos separa del misterio y la incertidumbre. Su melodía parece estática, sin picos altos ni bajos, en una constante que sostiene lamentos atrapados en la penumbra. Inmediatamente después llega «Drone:Nodrone» con una soberbia y pegadiza secuencia de bajo industrial que nos empuja a acelerar el paso mientras caminamos bajo una tormenta que quiere devorarnos la esperanza. Es es uno de los temas más agitados que el grupo ha grabado en el siglo XXI; sus tambores tpo alt-metal van rompiendo todo lo que posa alrededor y las guitarras en efecto wah-wah parecen aullar de dolor.

Cerca del final está «All I Ever Am», otra muestra de percusiones dinámicas en el disco, un bajo poderoso y un trabajo de keyboards ensoñador. La entonación de Smith es perfecta para esta cadencia agridulce de confesiones orgullosas para una ceremonia de despedida. Puedo ver que es una canción que tomará mucho más relevancia conforme pase el tiempo, tal vez como manifiesto de un artista que nunca morirá.

Entonces llega el momento de apagar la última vela del cuarto: «Endsong». Con duración de más de 10 minutos, es fácil atribuirle la etiqueta de «epopeya», y vaya que es una construcción mucho más cinemática a pesar de sus únicas tres notas. Con otra introducción envolvente y keyboards más abundantes, el track seduce con una energía especial que surge de las tinieblas de un sombrío mundo en el que parece no existir el dolor ni el sufrimiento, un lugar donde todo es eterno. El hecho de que sea instrumental en más de la mitad de su duración le da más dramatismo y sensatez a la hazaña artística. Y cuando aparece la voz de Robert se siente como una adición que, si bien no era necesaria, tampoco viene a torcer nada, pues es un complemento que se entiende como un instrumento de privilegio más.

De esta manera concluye un álbum inmersivo que te hace perder la noción del tiempo. The Cure demuestra que todavía sabe construir épicos momentos de sonoridad que cautiva en las sombras y nos baña de melancolía. Si es verdad que Songs Of a Lost World será el último (o penúltimo) disco de su carrera, qué bien se siente que hayan levantado el vuelo justo al final, después de algunos chascarrillos discográficos en este siglo. Se siente ahora como si el círculo se estuviera cerrando, han regresado a esa belleza oscura y desierta con la que cautivaron tantos corazones.

Esto me hace preguntarme con cierto lamento y satisfacción enmarañados: ¿Qué les costaba volver a los fundamentos de Disintegration? El propósito no era copiar su sonido propiamente, sino indagar en el romanticismo y desconsuelo bajo perspectivas más lúgubres y crudas en un viaje en el tiempo, visitando esos lugares del alma que en el pasado albergaron tantas emociones que se expresaban de manera única.

TRACKLIST:
  1. Alone
  2. And Nothing is Forever
  3. A Fragile Thing
  4. Warsong
  5. Drone:Nodrone
  6. I Can Never Say Goodbye
  7. All I Ever Am
  8. Endsong

Me suena a:

Silence

Glasszone

MARY