La importancia de un buen nombre en una banda de rock va mucho más allá de solo una etiqueta, es algo que pasa por los fundamentos y la propia esencia de su arte, es la clave de su identidad. En algunos casos, es la primera impresión que un oyente tendrá del artista y a menudo puede transmitir algo sobre su estilo y personalidad, es decir, es parte de su impacto inicial, ¿cierto?

Por acá ya hemos alabado a Sonic Youth particularmente en este rubro. Es decir, no conformes con ser una de las agrupaciones más importantes de la configuración de la música alternativa y la cultura pop en Estados Unidos en los ochentas y noventas (y posteriormente en otras zonas del planeta), también dejaron registro de uno de los mejores nombres de banda que alguien se haya imaginado. La Juventud Sónica es ingenioso y supremo, como la denominación para la mocedad eterna, la resonancia de las almas jóvenes con mentes alternativas, ¿a poco no?

Pero así como en sus orígenes la alineación de los neoyorquinos pasó por muchísimas alteraciones, lo mismo ocurría con sus nombres, ya que no siempre fueron reconocidos como lo son ahora, pues en sus inicios rondaron algunos apelativos que no cuajaron, otros los remontaron a escenas y tiempos que no les correspondían, y unos más terminaron por darles problemas.

Hay que remontarnos a los primeros años de los ochentas. La banda empezó con Thurston Moore en guitarra y voz, Kim Gordon con el bajo, Anna Demarinis en teclados y Richard Edson en batería. Anna fue la primera que se salió e inmediatamente entró Lee Ranaldo. Después de eso salió Edson, y también tuvieron un paso fugaz por el grupo Jim Sclavunos y Bob Bert. Y unos años más tarde se incluyó a Steve Shelley en la bataca. En esos días por la inestabilidad en la alineación era que los nombres también entraban y salían por el imaginario de sus integrantes. Una vez, para el documental 1991: The Year Punk Broke, Thurston Moore dijo lo siguiente:

 

Cuando comenzábamos éramos Big Jesus Knife Dance, pero era un nombre típico del hardcore, no íbamos a ningún lado con eso. Luego cambiamos el nombre a Fart Patrol e intentamos hacer punk gracioso, pero eso ya estaba pasado de moda para entonces. Luego nos llamamos Spuds Christ pero con ese nombre nos vetaron en MTV, entonces cambiamos a Sonic Youth y todo empezó a encajar. Con ese nombre nos hicimos famosos y conseguimos un sello.

 

De hecho, en su libro autobiográfico (La Chica del Grupo), Kim Gordon recuerda aun más nombres con los que también lo intentaron. Coincide en que una vez instalados ella, Moore y Ranaldo, les costó mucho trabajo encontrar estabilidad con un baterista, a tal punto de definir esa vacante como «transitoria», y eso repercutía en que por breves periodos se llamaran Red Milk, Male Bonding o The Arcadians. Todos estos apelativos, dice Kim, estaban inspirados en pasiones del momento y eran tan efímeros como sus siempre cambiantes estados de ánimo.

Fue Thurtson Moore el que decidió que ya estaba bueno de tanta inestabilidad, empezando por la propia identidad del grupo que vio en el nombre Sonic Youth la primera señal de la dirección que debían tomar. Sobre el origen de este seudónimo hay varias versiones de la gente involucrada, unos dicen que es una mezcla de influencias como Fred «Sonic» Smith, guitarro de de MC5, y Big Youth, famoso músico de reggae. Por otro lado, hay quienes aseguran que es una sátira a la escena de Nueva York de los ochentas, pues muchos de los grupos locales tenían el «youth» en sus nombres. De hecho, quienes apoyan esta última teoría, aseguran que Fucking Youth era la propuesta inicial, antes de inclinarse por la definitiva.

Entonces, por azares del destino y la propia inestabilidad que les ocasionaba cierta incomodidad ante las primeras propuestas de nombres que tuvieron al frente, fue que Sonic Youth llegó a establecerse no solo en su sello de identificación como agrupación, sino también en su misma personalidad. Lo que vino después fue su primera firma con una label también de nueva creación, Neutral Records, y el resto es historia, una que aquí resumiremos en pocas líneas: se convirtieron en un grupo imprescindible para la historia de la música alternativa, con un legado que se entiende a partir de su innovación sonora que desafiaron las convencionalidades del rock que proponían además nuevas definiciones para el indie y el noise, y así predominando por casi tres décadas gracias a sus reinvenciones y adaptaciones que los mantuvieron vigentes.

Ah, y se nos olvidaba reafirmarlo una vez más: con uno de los mejores nombres que a una banda se le pudo haber ocurrido en la historia.