Son ya 41 años y contando los que dan vida a la mítica banda The Legendary Pink Dots, quienes siguen creando e innovando cada que su mente da vueltas en el estudio de grabación y exhiben su entendimiento de la música a través de esos pasajes caricaturescos, oscuros y psicodélicos que pintan de una manera especial y única. Su nueva manifestación se llama The Museum of Human Happiness, y es igual de cautivante que sus mejores trabajos previos.
Editado con Metropolis Records, este elepé se compone de siniestras rolas cuya base lírica es el aislamiento (y no precisamente por una pandemia o algo así por el estilo) y la angustia previos al dolor. Pero hay indulgencia también, autoexploración y autocomprensión. Sus instrumentación es exótica también: pianos fríos, sintetizadores cálidos, la voz inconfundible y medio siniestra de Edward Ka-Spel con un magnífico juego de guitarras atmosféricas acompañando la escena, se sostienen todos por una dinámico y estrambótico juego de percusiones que sigue todo paso menos el de la lógica.
Tomando en cuenta lo anterior, estamos ante uno de los discos más interesantes y «movidos» de los Dots de los últimos tiempos. El minimalismo no tiene lugar aquí. El trío rejuvenece y enloquece con estilo otra vez. Aquí encontraremos una montaña rusa deforme, llena de sorpresas y colores, así como puntos álgidos seguidos de otros más climáticos incluso. Pasa como si la banda otra vez estuviera sedienta, hambrienta y fuera capaz de probarlo y experimentarlo todo, pero encima no se puede ocultar su colmillo retorcido, ese visible a kilómetros de distancia. Entonces tenemos jovialidad con experiencia, y eso es único.
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