La banda belga, Slow Crush lanzó su nuevo disco de larga duración, Thirst, consolidándose como una de las propuestas más poderosas y atmosféricas de la escena shoegazer actual, con la peculiaridad de que sus paredes de ruido parecen suspenderse en el aire, más que estar enraizadas a una superficie estable.
Acercándose discretamente al blackgaze (y por ende al metal), el grupo despliega su set de 10 rolas con garra y densidad, exhibiendo además un trabajo de producción impecable que hace que su oscuridad se abrace con la luz eléctrica que irradian estas melodías.
Tenemos una obra sonora tan compleja como accesible, capaz de desgarrar las entrañas al mismo tiempo que acaricia el corazón con sus uñas afiladas:
