Scott Evil ya soltó Big Dipper, un disco que veníamos esperando de tiempo atrás, porque este grupo alemán tiene un chingo de actitud y un sonido igual de abrasivo que melódico, con ráfagas punk que hacen que la sange no solo hierva, sino que también se ponga a bailar.
Esas guitarras aparentemente saturadas, sus soberbias líneas de bajo y la seductora voz femenina que comanda el acto no piden permiso: raspan y empujan, pero también deleitan con dulzura. El punk más crudo se torna en un santiamen en el indie pop más romántico y armonioso, con furia diriga a vestir la nostalgia que arde como una herida con alcohol.
Suena exquisito esto, con muchísima actitud. Es un debut especial, sin lugar a dudas: