Siendo una de las bandas más emblemáticas de ese college rock camuflado de trash metal y hardcore punk de la Costa Oeste, Black Flag era considerada todo un fenómeno brutal, dentro del estudio y sobre los escenarios. La destreza de Greg Ginn, el ingenio de Bill Stevenson, la potencia de Kira Roessler y la personalidad de Henry Rollins fueron suficientes para marcar a todo aquél que les escuchó a todo volumen o en directo al menos una vez, con ese sonido crudo, veloz y agresivo que se volvió tan adictivo.
En 1984, el grupo de Hermosa Beach pasaba por uno de sus mejores momentos, lo cual claramente se vio reflejado en un soberbio show que ofrecieron en The Stone, en San Francisco, California. Ahí, entre sudor y gritos dejaron que detonara esa rabia existencial, su crítica social y las frustraciones que se volvieron sonidos y ruido estrambótico que disfrutaron los oyentes aquella noche.
Mirar este tipo de conciertos en retrospectiva en súper interesante, porque podemos entender a Black Flag no solo como uno de los nombres fundacionales del denominado hardcore punk y como pieza clave para la expansión del punk independiente durante la década ochentera, sino también como la semilla de lo que más adelante sería conocido como grunge, noise y metal alternativo: