Tal vez The Bolshoi no fue un nombre que en los ochentas se leía a menudo en las tapas de las revistas, ni se escuchaba regularmente en las voces de los conductores de programas musicales de televisión, tampoco en la de los locutores de la radio. Si bien es cierto que la banda británica se destacó fugazmente y fuera de los reflectores comerciales con algunos hits memorables como «Sunday Morning» o «TV. Man», su obra fue más admirada en niveles más underground del post-punk y el new wave de tintes góticos que se escuchaban en aquellos días, ya saben, cuando abundaban las botas de combate con plataforma, el maquillaje en hombres y mujeres por igual, abrigos largos y los anillos con cruces que parecían símbolos inequívocos de un movimiento musical que se ganó a pulso el grado de subcultura.

Mientras esta escena era dominada por The Cure, Siouxsie and the Banshees, The Sisters of Mercy o Echo and the Bunnymen (entre muchos más), The Bolshoi lo intentaba a su manera y con su propia identidad. Su sonido era abrasivo, tenía melodías agridulces pero altamente atrayentes bajo una atmósfera sombría y melancólica, y el timbre distinguido del vocalista Trevor Tanner era un elemento clave en la personalidad del grupo. Y aunque su impacto global no fue contundente, de todas maneras es considerado por muchos un referente en el ámbito del post-punk británico de su época.

Pero una de sus máximas característica era, sin duda, ese enfoque lírico que exploraba temas de alienación, relaciones complicadas y luchas internas… duras y catárticas luchas internas.

Cuando en 1987 salió su álbum Lindys’ Party, la agrupación ya tenía algo de tramo recorrido y tres discos largos (contando éste) a sus espaldas. Experimentando varios cambios de alineación, también dieron un sutil giro en su sonido con dirección disimulada al pop de vertientes alternativas, con una producción mucho más pulida y más arreglos electroacústicos, sin que esto significara que The Bolshoi fuera irreconocible, ya que todavía en su tracklist de 10 pistas hubo momentos tan agridulces y lúgubres como en sus trabajos previos. Entre estos nuevas grabaciones se destacó una de los más intensos y catárticos de su carrera: «Crack in Smile».

Al parecer, cuando Trevor le echó tinta y sentimiento a esta poderosa composición en el papel, sentía la necesidad de abordar el conflicto interno que surge cuando las expectativas propias y ajenas se confrontan en un marco social. Esto lo habría llevado al aislamiento, intensificando la tensión de la soledad después de las decepciones de la interacción en un mundo incomprendido para él. Si quería ser partícipe, tal vez tendría que recurrir al autoengaño y a la traición a sí mismo, lo que lo llevó a cuestionarse sobre cuánto de nuestra integridad estamos los seres humanos dispuestos a sacrificar antes de quedarnos sin nada.

 

  • How much can you ever give away? Everything

  • How much can you ever really say? Just say something

  • Is it best to be aloneOr in a League of Nations?

  • Do it yourself, keep it at home

  • Or listen to left luggage accusations

 

El tono de conflicto no solo está en la triste y eufórica voz de Tanner, sino también en toda la instrumentación, generando una densa atmósfera que sugiere un vacío perturbador, perfecto para la instrospección. El riff de la guitarra cruda suena soberbio e inquietante, los keyboards góticos siguen el patrón y ayudan a darle a la pista un tinte siniestro y aun más espectral, mientras que la batería y el bajo (tal vez lo más ochentero de todo) van manipulando el ritmo y la intensidad calculadamente.

Así, entre una presión sonora creciente y con una profunda lírica de frases verdaderamente poéticas que aluden al peso de la vida y las esperanzas frustradas, la sensación de estar al borde del colapso en esta canción es constante y se mangnifica en su recta final. Y fue, para muchos, la última gran obra maestra de la banda antes de su ocaso (Lindy’s Party fue su último elepé).

Aunque nunca fue considerada un hit (ni siquiera fungió como single), hay algo en la Grieta de la Sonrisa de The Bolshoi que ha trascendido en su base de fans al nivel de rito sonoro entrañable, con un aura tan poderoso que es capaz de convertir las falsas ilusiones y la resignación que originalmente la motivaron, en algo realmente inspirador. Es que la frustración y la melancolía nunca habían sonado tan redentoras, emocionalmente hablando. Los dilemas internos jamás habían sido tan estimulantes.