Joni Mitchell y Leonard Cohen tienen historia juntos, vaya que sí. Podríamos pasarnos alabando las carreras artísticas de ambos durante líneas y líneas de texto sin terminar jamás. Basta decir que estamos hablando de dos íconos generacionales de la música y las letras, cuyos legados se traducen en inspiración e influencia para cientos de miles de artistas y millones de seguidores en el mundo, a lo largo del tiempo. Pero tal vez, solo por esta ocasión, sea más interesante hablar de su vínculo amoroso, uno que trascendió lo profesional.

Viajemos en el tiempo, a aquellos días en los que Joni y Leonard se conocieron a finales de los sesenta, justo cuando comenzaban a despegar sus carreras. Desde que estos canadienses cruzaron miradas e intercambiaron cosmovisiones en el Newport Folk Festival, hicieron clic de manera casi mágica. Ahí comenzó una relación sentimental que, aunque breve, fue profundamente romántica, tanto que inspiró una hermosa canción que no tomaría forma hasta un poco después.

Cuando cortaron (a los pocos meses de noviazgo), Mitchell le escribió a Cohen «Rainy Night House», como si fuera una carta de despedida melódica, recordando incluso episodios muy concretos de su tiempo junstos. Y es que, si escuchamos la letra con atención, encontraremos referencias a los días en que ella iba a su casa, particularmente una ocasión en la que se quedó dormida y él se quedó toda la noche observándola en la cama.

¿Se imaginan ese momento tan dulce, romántico y hasta cinematográfico? Sin duda debió ser fácil para ella ponerse la capa de poetisa y sacar lo que su memoria y el corazón se habían guardado para, coordinados, externarlo. Y quedó registrado para la posteridad en esta bella grabación.

Los más afortunados somos nosotros, tantos escuchas en el globo que hemos podido dar play a la pista y consentir el espíritu con estas emociones tan fuertes enmarañadas con ese luminoso piano.

Aun después de que el fuego del amor y la pasión repentina se apagó entre Joni y Leonard, la fraternidad duró para siempre. Fueron muy buenos amigos, muy entrañables, seguían frecuentándose y contribuyendo en muchas de sus ideas creativas, respectivamente, hasta llegar a firmar memorables colaboraciones.

Después de todo, la conexión personal y artística entre estos dos es incuestionable, sus influencias son mutuas. Son dos leyendas cuyas almas encontraron afinidad en la música y la poesía para transformar emociones complejas en obras eternas, explorando como pocos la belleza, el dolor y el amor.