Liz Pelly, escritora y crítica musical, se encuentra promocionando la publicación de su nuevo libro llamado Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs of the Perfect Playlist (algo así como «Máquina de estados de ánimo: El ascenso de Spotify y los costos de la lista de reproducción perfecta»), por lo que publicó un artículo en la revista Harper’s Magazine para anticipar su contenido, y que que nos ha parecido súper interesante y nos deja mucho que reflexionar sobre algunos vicios de la plataforma de streaming más popular del planeta.

Pelly aborda el fenómeno denominado ghosts artists («artistas fantasmas») de Spotify, basados en un sistema de llenado de listas de reproducción con el fin de hacerlas populares a pesar de la baja calidad musical que contienen, producidas a bajo costo por compañías normalmente vinculadas a producores independientes y sin mucha carrera musical o sin ningún afán artístico propiamente, sino simplemente monetario.

Estos contenidos denominados Perfect Fit Content (PFC) hacen que la plataforma de streaming reduzga sus gastos en regalías porque sustituye canciones de grupos o artistas muy conocidos por estas pistas más genéricas que fueron diseñadas especialmente para un propósito, es decir, para listas con temáticas específicas como música de fondo.

Es obvio que estas prácticas han generado críticas negativas, al menos desde el año 2017 que es cuando más fácil de identificar se hicieron. Muchos de estos señalamientos apuntan a Spoify como empresa, ya que lo consideran una trampa contra los artistas independientes, porque la plataforma de streaming estaría tomando una postura que indicaría que son los usuarios los que eligen usar estas playlists con música ambiental sin poner mucha atención a los arreglos instrumentales ni la calidad de la producción. De esta manera, se incentiva la elaboración de estas listas de canciones «hechas a la medida», por llamarles así, el problema vendría cuando se negocia directamente con los sellos de dudosa reputación que representan a los creadores, que en la mayoría de los casos son pseudónimos sin biografía que disfrubuyen su trabajo en estas empresas de música de stock, lo cual hace sospechar que algunos no son reales, sino bots trabajando con Inteligencia Artificial.

Aunque Spotify ha negado ser responsable de reproducir deliberadamente estas pistas, existen investigaciones que demuestran lo contrario; algunas incluso sugieren que la plataforma convence a diferentes editores a hacerlo (meter contenido PFC en sus listas). El problema real, dicho de otra manera, es que esta música sustituye a los artistas «reales» que dependen de estas playlists para obtener ingresos y abrirse puertas en la industria, pero que no son rentables para Spotify.

Por ejemplo, en 2022, periodistas en Suecia (país donde opera Spotify) revelaron que más de 500 «artistas» de esta plataforma fueron creados por tan solo un puñado de compañías de producción musical y que la plataforma sí promovía estas pistas mediante el sistema PFC, al usar herramientas para integrarlas en listas de jazz, lo-fi y música ambient. Algunas de las empresas señaladas por trabajar con PFC fueron Epidemic Sound y Firefly Entertainment, haciéndose pasar por sellos discográficos, que compran el total de los derechos de los músicos que renunciaban a sus regalías posteriores.

En conclusión, Liz Pelly estaría desnudando un poco más esta práctica polémica con la que Spotify prioriza el dinero sobre la promoción y apoyo a los verdaderos artistas. Algunos músicos independientes ya se han manifestado al respecto, viendo todo esto como una amenaza a la sostenibilidad y la diversidad de la música como una verdadera industria cultural, pues no les estaría quedando más remedio que unirse a estas empresas de música de stock de producción automatizada con tal de aparecer en las listas más populares.

 

Puedes revisar el artículo original (en inglés) en este enlace.