Son poco más de 37 minutos en ocho canciones llenas de guiños al pasado y de auto homenajes para uno de las etapas más importantes en el desarrollo de Starflyer 59. Reminiscencias sin rencores ni arrepentimientos, mucho menos en aras de estancarse en tiempos que ya fueron.
Cuando la fiebre del shoegaze estaba calentando los clubes subterráneos del Reino Unido a inicios de los noventas, del otro lado del charco Jason Martin ya estaba gestando sus primeros registros con Starflyer 59, que poco más tarde se verían reflejados en su impecable LP debut, Silver (1994). Eso ocurría mientras vivía en los suburbios de Riveside, California, en casa de sus padres, dentro del código postal 909 (este número es importante recordarlo).
Después de aquél álbum se vino Gold, otro título imprescindible, y más tarde llegó Americana y así nos podemos ir recorriendo la grandiosa trayectoria de 40 años y 17 álbumes hasta ahora, de una de las bandas más importantes de la escena alternativa norteamericana, no solo en términos shoegazers sino también en los rubros del rock alternativo, el indie y el pop. Porque fue evidente que con el paso de los años su sonido fue variando y adecuándose a las diferentes fases de la evolución de Martin como músico y compositor, pero en este 2024 ha decidido regresar a donde todo comenzó, recordando aquellos primeros días de ruido y melodía. Y por eso surgió Lust for Gold.
Empezaremos por decir que la nostalgia es tan palpable que para la portada del disco reclutaron nuevamente al señor Jason Pickersgill, quien diseñó las de aquellos primeros álbumes. Luego, seguramente desempolvó sus viejos vinilos de Swervedriver, Ride, My Bloody Valentine y Catherine Wheel, oscureció su estudio de grabación y subió los decibeles a los niveles más altos para después conectar sus pedales anhelando reencontrarse con ese noise-pop y shoegaze espacial que lo caracterizó en su juventud, y ver cómo sonaba ahora que está en sus 50 años de edad, con ayuda de su propio hijo Charlie Martin (The Rocky Valentines) en la batería, Rob Whithem (Fine China) en la guitarra, Frank Lenz (Damien Jurado) en las cuerdas y percusiones, y Steve Dail (Project 86) en el bajo.
Todo arranca en el track «909», con el que recuerda la casa de sus padres en tiempos donde el shoegazing estaba consumiendo sus sentidos y le abría las puertas a un futuro promisorio en el mundo de la música. Se siente pesada y abrasiva, con la voz de Martin más áspera y fantasmal que nunca, como si se encontrara en una dimensión alterna y cantando desde el vacío.
Más adelante, rolas como «My Lungs» y «YZ80» nos sumergen en un mar de recuerdos por las personas que se han adelantado en el camino y por los viajes en motocicleta por carreteras solitarias, en días en que el tiempo parecía transcurrir más rápido de lo normal. El trabajo de guitarras en ambas es impecable -como de costumbre- y el trabajo de reverberación está perfectamente dosificado para humedecer un poco el ambiente. «No Sweat» es otro tema de emociones bajas, ritmos semi lentos y texturas de guitarra más cósmicas, mientras que en «1995» se encienden al mismo tiempo los botones del entusiasmo y la añoranza, para dejar escuchar líneas directas como «Nunca me sentí más vivo que en 1995, cuando el futuro se sentía abierto de par en par».
Al final, los tracks «Everyone Seems Strange» y «The Breaks» son de corte más teatral y abisales, funcionando mejor en la oscuridad. Las distorsiones, el ruido y la aflicción se funden para expresarse a través de estas poderosas secuencias eléctricas.
Son poco más de 37 minutos en ocho canciones llenas de guiños al pasado y de auto homenajes para uno de las etapas más importantes en el desarrollo de Starflyer 59. Reminiscencias sin rencores ni arrepentimientos, mucho menos en aras de estancarse en tiempos que ya fueron. A final de cuentas, Lust for Gold es, en palabras de Martin, un intento por sentirse entusiasmado con el proceso de indagar en las raíces, no por recrear el pasado.
TRACKLIST:
909
Lust for Gold
My Lungs
YZ80
No Sweat
1995
Everyone Seems Strange
The Breaks
Me suena a:
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