El amor está en el aire, la nostalgia va y viene con el viento, y la emoción que provocan estas dos sensaciones al respirarlas mientras los suaves torbellinos de reverb y delay nos envuelven en un halo celestial es algo que se queda clavado no solo en la memoria, sino también en el corazón. Y por esto debemos agradecerle a Megumi Acorda.
Esta joven banda filipina no tiene mucho rato en escena, surgió por ahí del 2018 muy tímidamente, con un sentimental EP de shoegaze pop que prometió tantas cosas para los pocos que escucharon a tiempo. Otros, como nosotros, llegamos un poco después a ser testigos de su travesía, pero tampoco es muy tarde. En estos momentos este quinteto está floreciendo con una luz resplandeciente que enciende con cada una de sus notas sonoras, para enseñarnos el camino a ese ensoñador spot al que nos quieren invitar: un lugar donde los sentimientos están a flor de piel y la belleza se muestra en tonos rosas y púrpuras.
Hace poco soltaron su primer disco largo, Silver Fairy, compuesto de ocho tracks que se estuvieron moldeando en los últimos años, y suena fantástico. Es dreampop abrazándose con el shoegaze. Pero también es una bella manifestación de pop tan meloso y sutil, tan sensible y vulnerable en sus melodías que inevitablemente tuvo que ser acorazado de electricidad y distorsión por el riesgo de terminar en un registro cliché. ¿Y saben qué? Funcionó… funcionó tan bien que el resultado es una de las declaraciones sonoras de amor romántico más intensas y dulces que vamos a escuchar en este y otros años.
Piensen en nombres como Lush, Alison’s Halo o Tamaryn (en sus inicios). Van a notar que estas entrañables influencias están ahí, en cada eco de Megumi Acorda. La música de estos asiáticos es dulce y digerible, sus estructuras son sencillas pero logran proyectar un sentimiento tan penetrante y profundo que arrebata suspiros y sonrisas. Esto nos recuerda que, cuando se hace con el corazón y el buen tacto, el shoegaze también es amor.
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