Una de las bandas shoegazers más chidas que tiene Rusia, Aerofall acaba de concretar su regreso a las andadas hace unos días, con el lanzamiento de su imponente álbum nuevo: RH. Con este, su tercer disco en formato larga duración, George, Pavel, Vladimir y Yana reflejan no solo entusiasmo sino también madurez al momento de crear sucias melodías través de sus pedales, alcanzando una armonía casi perfecta traducida en un punto de equilibrio que ata a la crudeza del noise con la dulzura del pop.

La voz doblada de Yana suena flotante y un poco (más de no del todo) ajena a toda materialidad, pero son las atmósferas humosas las que parecen formar una especie de firmamento que no la deja desconectarse del todo. Luego, las guitarras te arrastran hacia una pista en la que solo tienes como destino inapelable el despegue hacia un vuelo de altura constante. Y así el cuarteto de mantiene en una especie de trance, en un punto somnífero en el que lo mejor es relajarse y atender el llamado de cada una de estas ocho aventuras sonoras.

Para esa generación shoegazer que se levantó en la segunda década de este milenio -aunque siempre con su mirada fija a sus zapatos-, al igual que los fans que la siguieron, debe ser alentador tener de regreso a uno de sus mejores exponentes. Lo que Aerofall ha generado con tan poco tiempo y materiales es algo que no debe ser tomado a la ligera, pues confirma que la calidad ha superado la cantidad cuando de shoegaze hablamos. Vaya, cuando hablamos del arte en general.