Arctic Monkeys han ido moldeando cada vez más el espectro cinematográfico de su música en años recientes. Lo constatamos en su anterior elepé (2018) y lo volvemos a comprobar en este, su nuevo y séptimo disco de larga duración: The Car, una colección de 10 rolas que se edifican a partir de la madurez emocional del grupo inglés.

Alex Turner se escucha seguro, confiado vocalmente hablando. Además tiene un registro muy sólido en esta ocasión, ya acercándose a sus 40s quizá está tomando un nuevo tono natural que lo caracterizará durante los siguientes años; y su lírica es románticamente destacada, poniéndose al frente de esta vertiente en la fila de compositores de su generación. Luego, la instrumentación suena ahora un poco más fina y calculada, con menos enjundia, aunque eso no significa precisamente que no suena robusta. Están administrando mejor sus dotes, digamos.

Este disco significa un camino nuevo para los changuitos árticos, sin lugar a dudas. Las influencias del blues, el folk desaceleran su jovial indie rock que los caracterizó en el pasado. Es música para su leal base de fans, porque precisamente esos seguidores al igual que estos músicos ya crecieron y no son más unos jóvenes rebeldes que buscan solo guitarras y beats palpitantes. Hay algo que los acerca a un matiz más orquestal aquí, pero también los aleja de la calidez que los hacía sentir más «vivos» y cercanos. Es cuestión de encontrar el punto ideal en esta nueva senda, y quizá todavía estamos frente al proceso.

 


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