Apartándose por un instante de Dead Can Dance, Lisa Gerrard decidió trabajar de cerca con el compositor irlandés Jules Maxwell, a quien conoció años atrás y no dudó en unificar sus talentos en The Mystery Of The Bulgarian Voices (Le Mystère des Voix Bulgares) y quien, además, regularmente toca los teclados en DCD. Ahora, el nuevo proyecto musical que realizaron fue bautizado Burn.

 

 

Recibieron ayuda en la producción de James Chapman y fue editado con el sello inglés Atlantic Curve. Aunque, como alguna vez lo explicó Maxwell, este disco no estaba originalmente visualizado como tal, fue algo que fue «creciendo lenta e inesperadamente» con el paso de los años, ya que muchas de estas composiciones fueron concebidas en un tiempo atrás. Al final el set se prolonga a siete tracks de reflexiones para abrazar el horizonte y soltar lo que se debe dejar atrás mientras un eco olímpico te va sosteniendo en la travesía. Meditaciones existenciales y espirituales con música etérea y mística para incentivar el trance:

Las rolas tienen texturas sedosas y bases suaves sobre las cuales van creciendo la fortaleza y la intensidad conforma avanzan. Muchas cuerdas y cantos angelicales entrelazadas como suspiros al viento de día y hechizos a los dioses por la noche. Se nota la incorporación especial de las percusiones de Jules, quien domina a la perfección los tiempos y ritmos para darle la importancia a cada nota sonora. Y al final, el proyecto se acompaña de cortometrajes por cada capítulo de la historia, con imágenes igual de provocativas que ascéticas, con los aportes de distintos directores que dan vida a los mensajes que se susurran desde lo más frío de la noche.

 

 

 

 

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