Regularmente cuando una nueva banda se sumerge en el shoegaze y el dreampop, por más que tenga un sonido propio o distinguido nunca dejará de emular emocional o ecoicamente al pasado, a los vanguardistas de finales de los 80s y principios de los 90s. Pero de repente encontrarte con alguien que corta de tajo ese vínculo y trate de escribir un nuevo capítulo en la historia de este género es algo realmente emocionante. Sorprendente también. Imaginen que así nos sentimos ahora con Alice Dreamt.

Si bien es cierto a inicios del actual siglo el shoegaze experimentó una mutación hacia el denominado nu-gaze que le hizo recibir fórmulas electrónicas y fusiones genéricas a veces poco ortodoxas, lo que este proyecto de Detroit hace es ir más allá: está patentando el dreampop del futuro. Imaginen a unos robots con sentimientos, que cantan y tocan instrumentos convencionales con la ayuda de una sofisticada tecnología, nada estridente su manejo sino por el contrario sutil y de muy buen gusto. Tan «humanamente electrónico» es el resultado que alcanza lo romántico, incluso. Así es The Death of Me, su más reciente LP (enero 2021):

De Alice Dreamt no se sabe mucho en las redes. No tienen cuenta de Facebook ni tampoco se pasean en los aparadores comerciales. Pero un vistazo a su plataforma de Bandcamp nos enseña que el año pasado ya habían lanzado el que está registrado, al menos ahí, como su primer disco de larga duración (Katamari), y su propuesta sonora es igual de almibarada en dominios sintéticos y moderadamente experimentales del (dream) pop. Aquí se emparejan más a actos como los de The Casket Girls o Guitar (Japón), pero siempre dejando esa cautivadora sensación de que van por algo más, de que miran hacia adelante siempre.

 

 

 

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