Hace mucho tiempo que creemos Franz Ferdinand perdió la motivación, mas no su esencia. Por eso, quizás, se tomaron algunos años de receso. Ya saben, en estos periodos suelen muchos artistas encontrar respuestas a preguntas nunca antes hechas, encontrar caminos hacia distintos horizontes. Luego reflexionan, cambian y regresan con sorpresas hacia sus seguidores. Pero acá no ocurrió así. Al menos no por ahora, en Always Ascending.
El quinto álbum de los escoceses vuelve a la misma propuesta de siempre. No hay cambios. Bueno, algunos. Pero en general, el indie rock/pop divertido, jovial y agitado va siendo la constante en este grupo. Lo anterior no es malo, lo que pasa es que lo han hecho una y otra vez y, encima de todo, se les van acabando los ganchos melódicos. Sin embargo, ellos parecen estar cómodos con eso. No se siente en ningún momento que vayan a experimentar ni un poco. Aunque bueno, hay que darles crédito en ese último y emocional track, «Slow Don’t Kill Me Slow; una bonita balada de cierre (esperemos que de ciclo para ellos también) que los llevó a territorios «nuevos» donde encontraron la fortuna y el amor. Y quizás (esperemos que sí) el resultado los pueda alentar a ir por más de eso en el futuro.
Además, hay que darles crédito en sus letras. Son inteligentes y cada vez más maduras. Brindemos por Alex Kapranos por eso; ya que no pierde su toque y por el contrario parece perfeccionarlo cada vez más. Él además suena (vocalmente) con mucha energía aún, tiene un poco de aquél joven de hace 14 años cuando debutó en la escena. Pero insistimos que musicalmente, ya el trabajo como un todo deja mucho que desear para una agrupación que lleva tantos años en esto. De repente suenan como si fueran nuevos, como si quisieran impresionar a jóvenes en su primera escucha; como si fuera la primera vez. Quizás no entienden que sus primeros fans adolescentes ya crecieron y esperan otro tipo de retos auditivos en la actualidad.
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