En más de 20 años de carrera, Boris jamás ha perdido ese ímpetu de su primer rugido en la música. Pasando por el el metal, drone, shoegaze y hasta un poco de post-rock (sí, muy versátiles estos señores), siempre han encontrado la manera de cautivarse a sí mismos para transmitir esa energía a sus fans. Ahora, con Dear lo han hecho una vez más.
Este álbum es monstruoso y voluminoso. Tiene rabia pero inteligencia, como una fiera asesina con la paciencia suficiente para asechar a su presa. Así los tracks van generando confianza y confort en quien escucha pero la amenaza de explosiones y ataques fulminantes siempre está presente. Además, a los nipones les gusta jugar con la incomodidad de secuencias o ritmos poco ortodoxos; algo así como lo que hace Michael Gira recientemente. Esto sería, entonces, como los últimos Swans con anfetaminas.
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Ruido catatónico y cadencia distinta para el sonido más pesado de sus años recientes: Boris sigue en su punto, como lo ha estado siempre. Parece que no pasa un solo día en su vibra infernal y combativa, pero por el contrario en cuanto a experiencia y ejecución se les alcanza a ver el colmillo retorcido hasta los pies. Bravo.
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