amanda palmer y Edward Ka-Spel1

Algo fuera de lo común tenía que surgir de la unión de dos personajes extravagantes intelectualmente hablando dentro de la escena musical. Uno con soberbia y carisma de sobra, irreverente y de personalidad retadora sin miedo a los riesgos ni a romper paradigmas como lo es la ya legendaria Amanda Palmer. El otro, de un perfil más bajo y más cómodo entre las sombras digitales, quien no conoce los límites de la experimentación ni teme a configurar nuevas secuencias con juguetes ácidos en la música, es el músico de culto Edward Ka-Spel (The Legendary Pink Dots).

 

Y así ha sido. ¿Qué más podíamos esperar de este par de locos? No es sorpresa para nadie que esto se convirtiera realmente en un agasajo de ideas lunáticas e incluso tétricas que fueron concretadas de manera muy peculiar, en composiciones teatrales y melodramáticas que dan vida a uno de los álbumes más profundos del año, I Can Spin a Rainbow. Y no es explosivo sonoramente hablando, pero instrumentalmente es intenso y por momentos denso (en otros más ligero); y sus líneas electrónicas se asoman poco ortodoxas.

 

La experiencia es escuchar una historia de horror tras otra, contadas por Amanda y su tierna maldad y Edward con su cierta crudeza emocional. Nada en palabras se acercará a la real experiencia de escuchar este álbum, pero si antes necesitan un resumen les diríamos que traten de imaginar borracho a Michael Gira de Swans dándole un buen porro a Thom Yorke de Radiohead para meterse juntos a un cuarto oscuro a componer la música de la nueva película de Tim Burton. Sí. Algo así:

 

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