Esta es una historia agridulce de una pequeña batalla en la música, dentro del rubro rock-metalero más específicamente. Decimos «agridulce» porque como en toda batalla, hay ganadores y perdedores. Lo interesante de ésta es que sus protagonistas, Deftones, pudieron haber estado en ambas posiciones al final del día (cuestión de enfoques).

Era la primera mitad del año 2000, la entrada al nuevo siglo, al nuevo milenio, a una nueva década. Chino Moreno y compañía querían dar un verdadero golpe de autoridad en el metal que él creía en un gran sector se había prostituido con Limp Bizkit, Papa Roach y Korn, bandas que aunque dejaban mucho que desear atrapaban a muchos oídos adolescentes con buenos trucos como una constante promoción mediática y ganchos muy melódicos (exagerados en muchos casos). Pero Deftones no quería caer en eso. Ellos durante el proceso de White Pony estaban retando a las tendencias y querían lograr un sonido que si bien se pudiera identificar dentro del rubro nu-metal, ofreciera también algo más inteligente y con muchísimo más estilo.

Cuando los de Sacramento terminaron el álbum estaban totalmente satisfechos con el resultado original. Ya habían pasado los tracks a algunos amigos cercanos, así como a críticos y periodistas para que les dieran sus impresiones, y éstas no pudieron ser más buenas. Estaban realmente emocionados, convencidos de que habían logrado lo que se habían propuesto. Pero la primera piedra en el camino apareció cuando tuvieron que mostrarle el mismo trabajo a los ejecutivos de su sello discográfico, Maverick (que hasta este punto no se habían metido en el proceso de composición de la banda), y hubo algo que no les convenció del todo, aunque aceptaron que era un buen disco y podían ver el éxito que era capaz de alcanzar. Sin embargo, según ellos hacía falta la «cereza del pastel» desde el punto de vista comercial; ese single que pudiera comenzar la carrera por las millones de copias. Ellos evidentemente sólo estaban pensando en signos de dólares cuando hablaban de éxito, aun cuando sus métodos pudieran estropear el arte. Fue así que le «propusieron» a Chino Moreno (entre comillas porque fue más bien una orden) que abrieran el disco con algo que hasta ese momento no habían ni siquiera creado. Vaya, con una canción que no existía, que no era parte del plan. Y esta además tuvo que ser una especie de «plagio» a ellos mismos pues se vieron orillados a tomar elementos de otros temas previamente grabados, tal y como se lo exigieron:

 

¿Por qué no tomas esta canción del disco, «Pink Maggit», y usas su estribillo para rehacerlo o perfeccionarlo en una nueva canción nu-metal?

 

Seguramente con más ganas de contestarles en un inicio «y por qué no se meten su estribillo por el culo«, Chino mostró un poco de resistencia naturalmente, pero no pudo negar que la tentación por convertirse en un referente mundial de su género le hizo después ver las cosas de una manera distinta. Él les creyó. Y obedeció. Muchos años después sigue recordando para The Quietus lo siguiente:

 

Nos metimos en una posición un poco problemática con White Pony. Hicimos ese álbum sin ninguna interferencia de nuestro sello, Maverick. No habían escuchado nada hasta que lo terminamos y se los entregamos. Y de hecho estaban satisfechos y se publicó tal cual, pero ellos tenían planes de mandarnos a la estratosfera. Nos dijeron que estábamos hechos para estar ahí pero nos hacía falta una canción para lograrlo.

 

Naturalmente nos resistimos. El disco ya había salido y les gustó a los críticos, y estábamos recibiendo críticas geniales porque era algo que se alejaba de lo tradicional. Pero el sello discográfico seguía pidiéndonos que hiciéramos lo que nos proponían. De hecho nos ofrecieron un millón de dólares para hacer un vídeo con Paul Hunter, que había hecho vídeos antes para Eminem y otros más. Y mirábamos a nuestro alrededor y veíamos a Limp Bizkit y Papa Roach vendiendo millones y millones de discos, y a esas alturas nosotros no vendíamos ni un millón. Así que pensamos que no teníamos nada que perder. El álbum ya había salido, teníamos las canciones que queríamos así que compusimos lo que en poco tiempo resultó “Back To School”. Salió en una hora, literalmente. Fue súper rápido, tratábamos de demostrarles lo fácil que era componer una simple y convencional canción de rap-rock, que sonaba igual que todas esas otras bandas.

 

Como decíamos antes, la historia de esta confrontación tuvo ganadores y perdedores, y los Deftones se posaron en ambos extremos. Fueron ganadores junto a su label porque el experimento al que fueron sometidos en aras de llevarlos al estrellato funcionó, y hoy, muchos años después, los frutos siguen saboreándose pues a la banda nadie la ha podido parar. Fueron también perdedores porque una vez más la industria le demostró al mundo que puede hacer del rockero más rebelde el empleado más sumiso; y que los negocios son negocios sin importar qué se interponga. Chino Moreno tuvo que traicionar sus ideales artísticos y su filosofía de trabajo a cambio de fama y billetes. Pecado minúsculo si tomamos en cuenta lo que antes, durante y después de este episodio ha ofrecido a sus fans (ya sea en Deftones o en sus múltiples proyectos paralelos), pues sin duda este tache en su biografía será olvidado fácilmente o será considerado como una «nada» en comparación con los múltiples aciertos y el valor que le ha dado a su arte, mismo que siempre será reconocido por la comunidad metalera hasta el final.

 

Pero después de todo, probamos a ver qué salía, ¿y salió bien? Quizá. Pero el álbum original sigue existiendo tal como queríamos que fuese y la gente que sigue nuestra banda lo sabe.

 

 

 

Mira en línea el documental prohibido, «Entertain Me: A Film About Deftones» mientras continua su disputa legal