Si algo ha caracterizado a Thom Yorke como persona (antes de su papel como músico o compositor) es su personalidad aparentemente fría, calculadora, de carácter serio e introspectivo, difícilmente catalogado como un individuo que exhibe abiertamente sus emociones. Pero la historia detrás de uno de sus sencillos consentidos con Radiohead quizá revele una perspectiva diferente, algo así como «la otra cara de la moneda», o la excepción de la regla de conducta.

Se trata del fantástico «There There» (o «There there» como viene escrito en el arte del disco al que pertenece, Hail to the Thief del 2003), que no por nada es uno de los más emblemáticos en el catalogo de la banda inglesa. Además de presumir una de sus mejores letras, ha sido una de las canciones que Yorke tiene más presentes en su mente, a pesar de confesar públicamente en repetidas ocasiones que la mayoría de sus composiciones suelen aburrirle al poco tiempo (algunas incluso ya no las soporta). De hecho, una vez dijo en una entrevista en vivo para la BBC que esta composición en especial le acompañó día y noche durante cuatro meses después de haberla editado.

Pero la verdadera razón de esta particular preferencia quizás se revela justo en el momento en que la escuchó por primera vez en el estudio después de haberla grabado, ya que el oriundo de Wellingborough derramó las primeras de muchas lágrimas que le dedicaría a su dichosa canción. Poco tiempo después, cuando Nigel Goodrich (que también la hace de productor de la banda, recuerden) terminó de mezclarla y se la mostró a Thom en su versión definitiva, volvió a llorar sin parar durante horas; algo que nunca antes le había pasado con ninguna de sus obras y que muy pocas veces le pasó después.

 

Cuando terminamos la canción, simplemente rompí en llanto. Después viajé a Los Ángeles y Nigel me enseñó la mezcla y volví a llorar sin parar. Sentí que era lo mejor que habíamos hecho en nuestra carrera.