Para convertirte en un agente de cambio social, llámese activista o líder, es importante encontrar puntos medios en todos tus atributos, llegar a la moderación que mantenga el saludable balance de tus emociones. En retórica, se debe tener firmeza e ímpetu para la expresión oral pero al mismo tiempo contener las pasiones que podrían transmitirse erróneamente a las masas para fines catastróficos. Por otro lado, en cuanto al accionar se refiere, como rehenes del corazón hay que dar crédito a nuestros impulsos e intuición, sin embargo la frialdad calculadora de una mente aterrizada debe ser siempre la rienda que detenga o deje ir. Ahora bien, en la música, si se pretende ser un agente de cambio en una sociedad de deficiencias morales, el artista debe encontrarse con esa armonía interna que lo posicione en un punto espiritual excelso, listo para transmitir su mensaje a través del arte.
De lo anterior no paro de pensar desde que conocí a Algiers, una de las bandas emergentes más interesantes del mundo, que para encontrar su equilibrio sónico-emocional se ha valido de una conjugación de géneros que se habían mantenido muy lejanos en la historia, casi como polos opuestos diría yo, como lo son el gospel y el soul contra el (post) punk. El líder del proyecto, Franklin James Fisher (vocalista), en su LP debut (homónimo) apostó por esta vibrante fusión sonora para abastecerse de los mejores atributos sensitivos de cada uno de sus componentes: con el post-punk se llenó de valor, carga política, cierta oscuridad intimidante y de energía desafiante; en el soul se vale de la serenidad y la elegancia que otorgan credibilidad y estrato, además de rescatar sus raíces rítmicas afroamericanas; y con el gospel activa su campo místico y le otorga a su esencia una fuerza casi religiosa.
Pero si crees que eso es lo mejor que ofrece esta banda proveniente de Atlanta, te equivocas. Falta el mayor atributo: su lírica. El manifiesto de Algiers también está dirigido a su propia generación; exhibe penosas y crueles realidades como las expresiones personales esclavas de la ignorancia política en un mundo apático, racista, elitista y dominado por la hegemonía cultural. Pero no todo es crítica, también hay propuestas. Basándose en el aprendizaje de los movimientos sociales de la humanidad (principalmente contra la esclavitud y la segregación), sugiere el reto del cambio y la innovación siempre partiendo del conocimiento del pasado ensangrentado y la inspección del presente desvirtuado.
Este joven trío sureño exhibe la verdad de un presente artístico, específicamente musical plagado de inventos y reinventos en cualquier cantidad de subgéneros, y tradujeron esa extensa amalgama sonora en una interesantísima fusión tan arriesgada y compleja que los lleva a terrenos que nadie antes se había atrevido a explorar. Pero también exhibe las fracturas sociales y las causas/consecuencias de la degradación del ser humano, encontrando el hilo conductor que une al pasado con el presente (y nos llevará al futuro), sobre todo en el tópico de la relación de razas.
Como ven, para Fisher y compañía los ideales y su defensa son importantes, tanto como la estética y el poder de su música.
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